Una obra de arte se caracteriza, entre otras cosas, por su poder de causar en el espectador una especie de sorpresa, una sensación de que se está ante un hecho diferente, que lo extrae de lo habitual, de lo cotidiano, por muy corriente que pueda ser el tema que se esté tratando en ella.

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Y ese algo que sorprende, que atrapa la mirada de manera inesperada, es lo que nos hace gozar del hecho artístico y nos permite reconocer que estamos ante la presencia de un evento que posee una naturaleza excepcional y única, digna de ser una experiencia de sublime atracción, que cala tanto en los sentidos como en el espíritu.

Remitámonos al cuadro intitulado La esposa del comerciante (1918), del pintor ruso Boris Mijálovich Kustódiev, invitado para esta edición número 91. En él podemos apreciar a una hermosa mujer fornida, de ojos azules de los que escapa una mirada serena. Sus mejillas rosadas hacen juego con los zarcillos de la misma tonalidad, y con el rosáceo color de su sugerente boca pequeña.

Con mucha clase, la esposa sostiene en una de sus manos un platillo del que sorberá algo de té; nos muestra sus elegantes dedos que se alzan en señal del disfrute que le proporciona el poder degustar su bebida en la apacible terraza, en compañía de un gato meloso que la acaricia.

La imponencia de esta figura femenina se destaca toda vez que está sentada delante de una mesa cubierta con finos manteles bordados. Sobre ella reposan, a manera de bodegón, platos de metal y de porcelana con manzanas, trozos de roja sandia, uvas, y de lado, una cesta con panecillos y tortas, acompañada de recipientes de vidrio y jarras decoradas.

Detrás de la mujer se despliega un colorido paisaje en el que se observan iglesias, casas a lo lejos, árboles, colinas, mientras que algunas personas degustan del té en una terraza adyacente; en lo alto se observa un cielo luminoso, entre azul, naranja y rosado, complementado por nubes blancas y grises alrededor.

Mas, los desnudos y sensuales hombros femeninos son, en mi opinión, el motivo que sorprende y captura la atención del espectador. Ellos resumen el vigor, la belleza, la tersura de la cuidada figura y expresan toda su fuerza al contrastar su níveo color con el traje morado y el sutil encaje que bordea el escote del vestido. Al centro del pecho femenil, un prendedor otorga prestancia a la grandiosa imagen de esta saludable y satisfecha esposa del mercader.

Invito a participar en este ameno concurso a @yelitzac. Aquí le dejo el Enlace

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