Marcus, un importante comerciante de la región solía contemplar la belleza de Helen una chica encantadora que trabajaba de mesera en el restaurante más sofisticado del pueblo.

    Ni siquiera se atrevía a mencionar una sola palabra ante ella que la hiciera sentir incómoda, solo pedía lo de siempre; un buen vino y un par de huevos revueltos con tocino.

    En oportunidades deseaba tan siquiera poder regalar un elogio, pero está solo se limitaba hacer su trabajo amablemente y con muchísima educación.

    Helen siempre con un perfil de respeto que no daba pie a ninguna insinuación, Marcus solo controlaba un poco la mirada pero inevitablemente está no se resistía a tanta belleza.

    Es impresionante como el corazón puede llegar a admirar de una manera a otra persona y no atreverse a mencionar lo que se está sintiendo, pero probablemente era la mejor decisión.

    Helen era una hermosa doncella la cual estaba comprometida, Marcus no estába al tanto pero desde hace mucho se estableció en aquel restaurante con el fin de terminar de completar el dinero para la hermosa boda que desde pequeña había soñado.

    Una mañana en las que Marcus se sentaba a contemplar a la bella chica traer su desayuno, llegó aquel prometido de cabello castaños y ojos claros, un hombrecillo que parecía haber sido sacado de un cuento de adas.

    ¡ay corazoncito no seas tan ilusionado que por andar de procisto te dejaron embarcadooo

    Helen nunca se enteró pero el corazón de Marcus se derretía por ella, y colorín colorado este cuento ha terminado.