Doña Eleonor Alcántara del Pino Gaona siempre se caracterizó por ser una mujer elegante, fina y de modales muy educados. Tal vez porque había sido educada en Europa y aunque su esposo era dueño de una gran hacienda de caña y café, mantenía su postura de princesa:

_Gritar me parece de muy mal gusto y tan plebeyo. -decía Eleonor con la nariz respingada - Sin mencionar que los que gritan son los pobres y no hay nada similar entre ellos y yo.

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Don Fernando del Pino Gaona, aunque era un hombre rico, también era muy mujeriego. Su esposa, doña Eleonor, sabía de las mañas de su marido, pero prefería hacerse la ciega y la sorda. Los trabajadores comentaban de los amoríos del patrón y de cómo Doña Eleonor había logrado hacer invisible a las otras. Ninguna, aunque muchas habían estado con él, habían logrado que Don Fernado pecara de infiel ante los otros.

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Pero cierto día, en una fiesta, Don Fernando decidió regalarle un sombrero traído de París a su esposa. Doña Eleonor, que reconocía la marca del diseñador, sintió que amaba más a su esposo. Sin embargo, una semana después, mientras Doña Eleonor iba de paseo por la plaza, vio cómo una antigua sirvienta llevaba un sombrero parecido al de ella. Iba a gritar de rabia, pero vio la mirada de la otra mujer y se dio cuenta que aquello era una venganza. No dijo nada, pero cuando Eleonor llegó a casa hizo desaparecer el sombrero y la caja donde estaba.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS