Hace años, cuando llegamos al apartamento, no fue lo espacioso o si tenía tres habitaciones o una amplia cocina o que estaba en una zona estratégica, lo que nos cautivó. Lo que nos amarró como amor a primera vista fue el paisaje maravilloso que brinda desde el balcón.

Todos los días me levanto y lo primero que hago es ir al balcón para darle las gracias a Dios por ofrecerme una belleza que pocos tienen el privilegio. Es como colirio hecho bendición.

Todas las mañanas hago mis oraciones frente al espectacular amanecer, me lleno de energía positiva, de ganas de vivir y de exportar ese amor que me regala la naturaleza.

Y no solo se queda en el amanecer. Esto en la medida que se consume el día, se pone mejor. Si te pones a ver con detenimiento, observas como el sol camina por el cielo, bañándonos con sus maravillosos rayos y provocando una danza entre la luz y la sombra. Es algo espectacular.

Vivo en Caracas, Venezuela, y aparte de ese cielo majestuoso que veo, también tengo la alegría de ver esa maravillosa montaña que es el sultán de Caracas; el cerro Ávila.

La naturaleza conspira a mi favor al regalarme luz, colirio y la frescura que desciende de la montaña. Todo es una melodía de amor.

¿Cómo no inspirarse con todo esto? ¿Cómo no llenarse de amor con semejante bendición?

Hoy les traigo dos imágenes del amanecer del día jueves 15 de febrero del 2024. Imágenes que no se repetirán porque todos los días son diferentes, pero no menos maravilloso.

Lo único que lamento es no tener una cámara de alta calidad para poder capturar sendas imágenes. Pero no me quejo, el perolito de mi teléfono móvil hace lo suyo.