Hola queridos amigos digitales de la plataforma.

Debemos agradecer a la amiga @solperez por proponer este concurso, ya que nos motiva a jugar con la imaginación a partir de una imagen de la artista danesa Ludovica Thrornam. Así que tratemos de sacar nuestra vena escritora en este interesante ejercicio.

De igual manera quiero invitar a @raul360 @hljott y @ninfa18 para que se sumen a esta dinámica. Seguramente redactarán uns historia muy imaginativa.

El muchacho es un angelito

El pequeño Ramiro era tan travieso que traía de cabeza a su tía Marcela. No había una tarde en la que no se metiera en problemas.

El muchacho es un angelito

Ramiro es un angelito

-¡Marcela! ¡Tu sobrino se subió otra vez a mi mata de mango y dejó el patio lleno de hojas!

-¡Marcela! ¡Tu sobrino se volvió a meter en mi patio a corretear a las gallinas!

-¡Marcela! ¡Tu sobrino se fugó del colegio y está volando volantines en el cerro!

-¡Marcela! ¡Marcela! ¡Marcela!

Eso era lo único que se escuchaba en las tardes en el barrio. La joven Marcela no hallaba como canalizar la energía del niño.

Desde que se hizo cargo de su educación, por la repentina muerte de su hermana y su cuñado, la tranquila vida de la joven había dado un vuelvo de 180°.

-Muchacho quedate quieto! Tené Juicio! -le decía Marcela desesperada por los reclamos de los vecinos.

El niño solo se reía de la angustia de su joven tía. En cada sonrisa dejaba ver una dentadura incompleta, propia del recambio de los dientes de leche en esa primera etapa infantil.

-Me tiene los nervios de punta, todos los vecinos reclaman y no entienden que es solo un niño, que no le quiere hacer daño a nadie, pero que no le gusta que lo controlen. Es solo un angelito -le decía Marcela a su amiga de la infancia.

-Ellos creen que se debe comportar como un viejo, sin hacer nada en todo el día -le respondía con complicidad su amiga.

Una mañana llegó al barrio Siena un pintor de insuperable talento y de una ilimitada creatividad.

Le encantó la fuente de la calle central del sector y se dispuso a plasmarla en una pintura. Para ello se puso a buscar el ángulo correcto, a calcular iluminación adecuada, a estimar la hora del día perfecta para que el sol bañara el patio central y le regalara la postal que quería.

Durante la tarde, mientras el artista preparaba el lienzo y trazaba en su mente la imagen de la fuente, escuchó los constantes reclamos de los vecinos, quienes imploraban a la joven Marcela a que le pusiera coto a cierto diablillo llamado Ramiro.

En el mismo momento en el que las primeras líneas de carboncillo marcaban el bocento en el blanco lienzo, un niño atravesaba el patio con un enorme sombrero de paja y una curiosidad infinita.

-¿Qué hace señor? ¿Qué es eso? ¿Eso es una pintura? Pero ahí no hay nada... ¿Se le borró la pintura? ¿Era de mala calidad? ¿Que había en el cuadro? ¿Había un barco? ¿Se hundió el barco?

El pintór solo alcanzó a sonreir ante la retahíla de preguntas del pequeño.

-En esta pintura hay un angelito, solo que todavía no lo puedes ver -le dijo sonriente el artista. -¿Lo quieres ver?
-¡Sí, claro!
-Entonces siéntate en el borde de la fuente y quédate tranquilo. Yo te avisaré cuando esté listo -le dijo pacientemente el pintor.

Que Marcela apareciera en la escena fue un hecho fortuito. La joven tía se quedó asombrada por ser la primera vez que el travieso Ramiro se quedaba tranquilo toda una tarde.

-Es que el muchacho es un angelito -le explicó el artista.

La imagen fue proporcionada por el administrador para este concurso