La navidad es el época más esperada, el último mes del año cierra con broche de oro otro ciclo de 12 meses que termina. Después de trabajar tanto, además de pelear duras batallas, llega la navidad, una estación que nos brinda una especie de descanso, recompensas por todo lo que hemos luchado durante el año, y entonces, llegan los adornos, las luces, los postres, las deliciosas comidas, los presentes, la alegría, los reencuentros familiares y de amigos.

Nuestro niño interior sale a flote aún más y quiere que muuuuchos de sus deseos se cumplan para ser más feliz. Recuerdo que de niña me encantaban los regalos, verlos debajo del arbolito era motivo de muchas alegrías y emociones. Ver la mesa colmada de exquisitas preparaciones y postres, además de mi familia reunida, era lo máximo, definitivamente no tiene precio.

Pero más allá de recibir los regalos, mi deseo era ser yo quien diera los regalos y sorprenderlos a todos en lugar de ser siempre yo la sorprendida. Pero, yo era pequeña y no tenía dinero para comprar regalos, sin embargo, un buen día, se me ocurrió una idea que le dije a mi hermano, yo tenía como 15 años y mi hermano 10, y los regalos para mí ya no eran juguetes. Mis padres nos dieron por adelantado una mesada y con ella cumplí el deseo de mi niño interior.

Fuimos al centro de la ciudad y compramos un detalle para cada uno de los miembros que estaban en casa, mi papá, mi mamá, mi abuela y mi primo. También compramos papel de regalo, lazos y las tarjetitas de navidad (para la dedicatoria). Recuerdo que a mi mamá le compré unos aretes, a mi papá un lapicero, los demás obsequios no los recuerdo.

Esa noche de navidad, esperamos a que todos se durmieran para poner los regalos, para los demás el árbol se había ido a dormir vacío. En la mañana mi papá sorprendido preguntaba por esos “misteriosos” regalos que él no había puesto allí, nadie sabía, mi hermano y yo nos divertimos mucho mientras escuchábamos todo. Fue muy emocionante planear esta actividad y al fin llegó el día más esperado, luego revelamos que fuimos nosotros.

Sigue siendo el deseo de mi niño interior dar regalos a la gente, un detalle que de seguro me hará sentir feliz con solo ver su mejor sonrisa al recibirlos. También estar unidos como familia, reír, compartir y atesorar todos esos momentos con hermosas fotografías que llenen mi mundo de magia y color cada vez que las vea.