Podía sentir su cálido aliento y su piel se erizaba sin remedio. Cada vez eran más intensos y frecuentes sus besos y murmullos. — ¡Oh, por Dios, cuánto lo disfrutaba! ¿Era posible perder la noción del tiempo y quedar ceñida entre tantas sensaciones?—Se preguntaba. — ¡Sí!, estaba pasando y ella no quería que terminara. Él le susurraba: —“deja todo en mis manos mi amor” y acariciaba su oreja con su lengua húmeda y dilatada. Se sentía vulnerable. Su corazón latía deprisa. Echó su cabeza hacia atrás, abandonándose ante él, sintiendo la profundidad de sus besos alrededor de sus hombros y garganta…

En cuestiones de segundos estaba allí, acostada a la orilla de la playa, perdida entre las caricias de las formidables manos de su hombre debajo de su vestido y esos besos colmados de pasión a los que no se podía resistir.

Se descubrió gimiendo sin control en sus brazos y no importaba nada más. Él sabia poseer cada parte de su cuerpo y sostenerle la mirada con esos ojos penetrantes. Súbitamente quiso revivir esas sensaciones acostándose en el mismo lugar de aquella tarde de abril. Después de todo, nadie podría arrebatarle nunca el sabor de sus recuerdos…

Era impresionante la manera en que su cuerpo respondía con tan solo recordarlo.

— ¡Oh... si!, allí estaba otra vez su piel ardiendo de deseo y su bajo vientre palpitando al compás de su corazón sediento. Cerró sus ojos, arqueo su espalda de placer y allí bajo la magia del ocaso y la espuma de las olas bañando su cuerpo desnudo, sintió sus carnosos labios nuevamente. ¡No! No era la secuencia de sus excitantes memorias.
Había llegado, dispuesto a tomar el lugar que creía que le pertenecía…

Autora: ©Yohanys Ravelo.
@Yohanys

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