Lo cierto es que si hago un análisis retrospectivo sobre mi existir, podría decir que ya no siento ni pienso igual a cuando era niña, adolescente, y ahora: adulto. Probablemente, cuando sea anciana (Si llego allá), me reiré de esto que escribí hoy, 20 de abril del año 2024).

En mi vida, he tomado decisiones de las cuales me he sentido orgullosa. Por ejemplo, cuando me fui a estudiar para Cumaná, la carrera de Educación. Eso significó alejarme del seño familiar, para independizarme. Lo hice con la convicción de que eso forjaría mi espíritu. Acá el impulso fue razonado. Sabía que no iba a ser fácil, pero no quería ser solo una ama de casa, sino una profesional. Tal vez por eso estudié con tanta pasión mi carrera, y me gradué siendo uno de los mejores promedios de la Universidad.

En el amor, tomé buenas decisiones; otras no tan buenas. Hubo momentos en los que la "oxitocina" me hizo sentir que sin mis enamorados, yo moriría sin remedio alguno, jajaja. Cosas de la edad, también.

Aún recuerdo a mi primer novio y mi necesidad "irracional" de estar a su lado. Por fortuna, en casa nadie se opuso a la relación; creo que si lo hubieran hecho, solo por rebeldía, yo me hubiese ido a vivir con él, a quien, en ese tiempo, convertí en poseedor de mis pensamientos, jeje. Ese hechizo terminó luego de tres años de noviazgo. Este primer desenfreno hormonal lo viví desde los 13 años hasta los 16. ¿Dónde estaba la mente, en ese entonces? Bueno, en brazos de Morfeo; aún no despertaba, mientras tanto el corazón hacía destragos, jajaja.

Luego de esta primera experiencia amorosa vinieron dos más, hasta que llegó a mi vida la pareja ideal. Un compañero, un amigo, mi persona favorita, que conjuga de manera armónica: corazón y mente. No hay nada más grato que sentirse libre de amar, de actuar y de decidir. Así me siento. Cuando pienso en pasarla bien con alguien; es él quien viene a mi mente. Carlos (@acostacazorla) es mi "puerto seguro".