El Padre Nuestro: Una oración que nunca fue inofensiva

Durante mi niñez repetí el Padre Nuestro de memoria. Lo hice en iglesias, en reuniones, en momentos difíciles y también por simple costumbre.

¿Te ocurrió lo mismo? ¿Sí?

Pues, lo curioso es que, cuanto más lo decía, menos lo pensaba. Y tal vez ese sea uno de los mayores logros de los sistemas religiosos: lograr que repitamos palabras poderosas sin detenernos a sentir lo que realmente están diciendo. Una cuestión de sentido común, se convirtió en un mantra que está disociado con el mensaje profundo que subyace en cada frase.

Con el tiempo, y créanme que ha sido mucho tiempo, cuando decidí investigar a fondo, entendí algo incómodo: el Padre Nuestro no es una oración dócil. Nunca lo fue. En boca de Jesús, dicha en arameo y dirigida a gente pobre, endeudada y cansada de abusos, era una declaración profunda, incluso peligrosa.

Jesús comienza llamando a Dios “Padre”.

No como un título solemne, sino como quien se dirige a un origen cercano, familiar. Esto, en una cultura religiosa basada en intermediarios, ya era una provocación. Un Dios cercano deja sin fundamento a quienes viven del miedo ajeno. Además, no dice “Padre mío”, sino “Padre nuestro”. Desde el inicio deja claro que la fe no es un asunto individual, sino comunitario. Nadie se salva solo ni por ser bueno.

Luego habla del Reino. Pero no de un reino lejano, celestial y etéreo, sino de una manera distinta de vivir aquí. La cosa se pone fuerte desde aquí porque se pueden derrumbar algunos "becerros de oro" que nos sembraron en la mente.

Venga tu reino es, en el fondo, una crítica directa a todos los otros reinos terrenales que no funcionan: imperios, gobiernos injustos y sistemas religiosos que oprimen. En tiempos de Jesús eso apuntaba a Roma; hoy apunta a cualquier estructura que se sostenga sobre la desigualdad.

El Reino de Dios no consiste en tener miedo de equivocarse o de esperar un lugar donde solo quienes tienen apariencia de piedad lo dominan; Él declara, "Hágase tu voluntad en la tierra, de la misma manera que se hace en el cielo". No como se hace en un lugar físico (cielo), sino como se establece en un nivel de conciencia más elevado.

¿Te das cuenta? El Reino nunca se establecería en un lugar físico (helo aquí o helo allá) sino que se establecería en el corazón de cada ser humano... En todos, no en un grupo selecto que sirve de intermediario entre Dios y las personas.

Y cuando la oración baja al terreno del pan, la cosa se vuelve aún más incómoda.

No se pide abundancia, ni lujos, ni prosperidad desmedida. Se pide lo necesario. Lo justo. El pan suficiente para hoy. Eso confronta una cultura que normaliza que unos acumulen riquezas mientras otros apenas sobreviven. El Padre Nuestro no bendice el exceso, sino que cuestiona la escasez impuesta.

A ver, a ver... ¿Y por qué se lee en la Biblia "el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy"?

Sí, yo también aprendí de esta manera; Crecí creyendo que, el pan de cada día lo recibiría en un solo momento, y de allí, toda esa "abundancia" la tenía que administrar como un buen mayordomo o disfrutarla como ese ente superpróspero que Dios bendijo por ser su elegido. ¿Te suena esto?

En el pensamiento semita de Jesús, no existía nada como eso, y en su oración, dicha en perfecto arameo, hablaba de recibir el pan necesario, para poder seguir con su fe inquebrantable, ante tanta adversidad y persecución. Lo mismo dijo el proverbista: "No me des pobreza ni riqueza; mantenme del pan necesario." _{Proverbios 30:8}

Y luego vienen las deudas. No los “pecados” en abstracto, sino las deudas reales, esas que asfixian, las que esclavizan sin cadenas visibles. Aquí, Jesús mezcla espiritualidad y economía sin pedir permiso. No hay forma de separar a Dios de la justicia social sin traicionar el espíritu de esta oración.

El perdón tampoco aparece como algo romántico. Perdonar, en este contexto, es romper ciclos de venganza, cortar el odio que mantienen a los pueblos divididos y manipulables. Un pueblo que aprende a perdonar de verdad se vuelve difícil de controlar.

El cierre es un suspiro humano: no nos abandones en la prueba, en esos momentos que son tan difíciles que posiblemente caigamos sin tu ayuda y líbranos del mal. No habla del “mal” como monstruo mitológico, sino de todo lo que nos quita humanidad: sistemas injustos, mentiras normalizadas y miedos sembrados a propósito.

Tal vez por eso el Padre Nuestro incomoda tanto cuando se entiende. Porque no es una oración para repetir sin pensar, sino una forma de mirar el mundo y a aquellos que nos rodean, porque no invita a escapar de la realidad, sino a transformarla. Si se toma en serio el mensaje que encierra esta oración, deja al descubierto que muchas cosas no están como deberían estar.

Quizá el problema no es que el Padre Nuestro haya perdido poder.

Tal vez el problema es que no lo hemos entendido demasiado bien… y si lo hemos entendido, hemos preferido no escucharlo.

Tengo algunas publicaciones que quizás puedan ser de su interés, y que, a continuación, compartiré alguna de ellas:

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