Lo que hice después de 60 días de encierro
Vivo cerca de la zona colonial de Caracas, lo que se conoce como el Casco Histórico caraqueño. Este es un lugar hermoso, lleno de pasado y tradición y que se ha convertido en zona turística por excelencia por lo que me dirijo hacia allá.
Lo primero que llevo en mente es sentir el frescor del día, el sol sobre mi piel morena que reclama de los rayos solares, ver los árboles, las flores, las plantas que adornan las calles. Camino, entonces, hacia donde está la Ceiba de San Francisco.
¡Qué hermosa! Son mis primeros pensamientos al ver la Ceiba allí tan bien plantada. Su historia se remonta hacia mediados del siglo XIX, cuando se sembró justo en frente de la iglesia que la acompaña en la imagen y que lleva el nombre de San Francisco. La importancia de esta capilla reside en el hecho de que fue aquí donde Simón Bolívar, héroe venezolano por su lucha en la emancipación hispanoamericana del Imperio español, recibió, por allá por el año 1813, el título honorífico de Libertador.
Al otro extremo de la calle se observa el Palacio de las Academias. Es una edificación neocolonial con estilo neogótico que imprime un sello de elegancia y sobriedad a este sector. Su construcción se comenzó a levantar en el año de 1577, con la finalidad de dar hogar a los frailes franciscanos. Desde esntonces, sus instalaciones han servido para múltiples usos políticos y educativos.
En los alrededores admiramos la belleza de distintas edificaciones gubernamentales, como estos que corresponden al Palacio Federal Legislativo.
Luego, torno hacia el lado este y me encuentro con el edificio del Pasaje Zingg, construido en el año 1940. Este fue el primer centro comercial moderno de Caracas, con una aire parisino con escaleras mecánicas, y 40 locales comerciales. Todo muy novedoso para la época.
Más allá está una linda casa que se llama El jardín de los granados. Es una casa con un jardín con muchos árboles de granada, cayenas, flor de jamaica, y variadas hierbas, donde durante los días de semana se reúnen las familias y amigos para compartir una tertulia acompañada de un rico café y un trozo de torta.
Prosigo en mis andanzas, observando que la gente lleve sus tapabocas puestos. Lo constato y sigo observando. Hay algunos establecimientos comerciales abiertos, en los que se expende café, sánduches y pasteles. Son establecimientos ubicados en edificios antiguos con aire colonial, en donde se mezcla lo pasado con lo moderno.
Le pido permiso a la chica que atiende para tomarle una foto, y amablemente me dice que no hay problema en hacerlo.
Con todo lo que hay que ver sigo caminando, ahora hacia el norte. Me dirijo hacia la Plaza El Venezolano. Este es un lugar predilecto para la gente de la tercera edad que en las tardes participa en actividades de bailoterapia. De igual manera, los niños también disfrutan de estos espacios.
Muy cerca está la Plaza Bolívar, con la estatua ecuestre del LIbertador, sus bellos árboles de espesos ramajes y las ardillas que suben y bajas a sus anchas mientras los transeúntes les obsequían migas de pan y cotufas. Y frente a ella la , Catedral de Caracas, construida en el año de 1665 por Juan de Medina. Es una iglesia con planta basilical comprendida por 5 naves (pasillos); uno central y 2 menores a cada lado. En 1812 sufrió serios daños debido a un fuerte temblor de tierra que sumergió en el dolor a la ciudad, por lo que se sometió posteriormente a una serie de reconstrucciones y remodelaciones.
Ya buscando el retorno a casa, sigo subiendo hacia el norte. Allí está el bulevar Panteón. Este bulevar es un sitio emblemático de la ciudad por sus bellas edificaciones y por la vida cultural que se desarrolla en ellas.
De regreso a casa, siento la satisfacción de haber podido caminar y disfrutar de los espacios y lugares que hemos visto a diario y que sin embargo hoy, después del confinamiento han cobrado un nuevo valor que nos invita a seguir queriéndolos y cuidándolos.