Lunes de Literatura: "Cantando con la abuela"
Imagen editada en PowerPoint/ F1/ F2
Cantando con la abuela
Cuando Margarita y Nicolás llegaron a su casa, un adolescente que venía de la panadería les dijo:
—A la señora que vive aquí y a los niños se los acaba de llevar la policía.
—Qué, no puede ser, cómo pasó, qué estaban haciendo, por qué no los habían llamado, a qué hora fue eso…
Ante la andanada de preguntas emitidas por el desespero evidente de la pareja, el jovencito encogió los hombros y les informó que los vecinos se habían quejado porque estaban cantando demasiado alto, llamaron a la policía, vinieron dos agentes, los escucharon durante un rato, después los montaron a todos en una patrulla y se los llevaron.
En un coche policial se los llevaron.../ F
Paula, la mamá de Margarita, tenía menos de un mes en Houston; había costado Dios y su ayuda convencerla de que viniera a pasar las navidades con esos tres nietos que añoraban sus hallacas, sus galletas y todos los dulces que las prodigiosas manos de la abuela sabían cocinar. "Déjenme tranquila en mi pueblo, repetía con inaudita terquedad, no hay nada por esos mundos que se compare con Marigüitar..."
A mediados de noviembre, sin embargo, mientras se secaba las lágrimas que le habían inundado el rostro, después de observar un video donde los niños le rogaban que, por favor, viniera, dijo: "Está bien, iré a disfrutar con mis muchachitos en estas navidades; además, no es justo que se pierda ese realero que gastaron sacándome esos papeles."
Desde que llegó a Houston, la abuela Paula, admirada por la profusión de luces y adornos hasta en el más alejado de los rincones que la llevaban a visitar, comenzó con ese tema de que todo era muy bonito, pero la gente no se animaba a cantar y a tocar unos instrumentos para alegrar el ambiente, a visitar a los vecinos para compartir lo que habían cocinado, a tomarse unos tragos, aunque fuera de guarapita… “Qué cristianos tan enfurruñados, Dios mío,” repetía constantemente.
Calles adornadas, pero solitarias/ F.
Casi todas las noches, llamaba a los nietos para que cantaran con ella los emblemáticos aguinaldos venezolanos que se le venían a la memoria y los niños, por su parte, colaboraban buscando en la web los que ella no recordaba. Margarita tenía que estar pendiente de mandarlos a bajar la voz porque, debido al canto y a la algarabía que formaban su madre y sus hijos, los vecinos seguramente comenzarían a quejarse, como, en efecto, sucedió, más de una vez.
Pero esa tarde, ella y Nicolás habían tenido que salir, no había nadie que los controlara y las canciones y el bullicio se elevaron tanto de tono que los vecinos dieron parte a la policía y se los llevaron detenidos. Margarita y su esposo, desesperados y sin comprender a ciencia cierta cómo las autoridades podían detener a unos menores de edad sin que les avisaran a sus padres, comenzaron en seguida a llamar al teléfono de Rogelio, el niño de mayor edad, al único que le habían permitido tener un celular hasta ese momento.
En cuanto repicó el teléfono, contestó la abuela, estaba eufórica y apenas se le entendía lo que hablaba: Vénganse para acá, gritó, el capitán Hernández, el jefe de la policía de aquí, es carupanero y nos trajo para que le cantáramos aguinaldos, ya está afinando el cuatro… Qué bárbara, comentó Nicolás con una sonrisa de alivio, no tiene ni un mes en Houston y ya anda parrandeando con las autoridades
Hola amigo @cruzamilcar63
La verdad es que me imagine que habían encendido la parranda en otro sitio y realmente fue así, me divertí un montón leyendo su producción de hoy, con esa esencia que solo lo venezolanos tenemos (risas)
Gracias por participar en el lunes de literatura.
Saludos.
Gracias a usted y a esta hermosa comunidad que siempre nos tratan muy bien. Saludos...