Esta noche me encontré perdido en el suave zumbido de mi computadora, tocando píxeles como si fueran fragmentos de mi propia alma rota. Crear arte digital para Steemit se siente como tallar poesía en un lienzo brillante, una especie de rebelión cruda contra el mundo gris y aburrido que nos rodea. Es una especie de magia extraña—tomando nada más que código e imaginación y convirtiéndolos en algo vivo, en algo que susurra historias de anhelo, esperanza y desesperación.

He llegado a verlo como una forma de honestidad, una manera de vomitar el caos interior sin vergüenza, sin la máscara pulida del arte tradicional. Las herramientas son simples, pero poderosas—una extensión de mi espíritu inquieto, empujándome a experimentar, a romper límites que antes creía fijos. Cada clic, cada trazo, se siente como un grito silencioso en el vacío, diciendo, “Aquí estoy—esto es lo que veo.” Hay belleza en el desorden, en la imperfección que Bukowski habría amado—porque es real, cruda, sin filtros. Compartir estas creaciones en Steemit transforma el acto de crear en un tipo de diálogo, un susurro en la noche que tal vez alguien allá afuera está escuchando, sintiendo la misma angustia.

Es una comunidad de almas errantes, cada una con sus cicatrices y historias, encontrando consuelo en el caos de la creación. Y esta noche, al mirar lo que he hecho, me doy cuenta de que el arte digital es más que un pasatiempo—es un salvavidas. Me mantiene cuerdo, da forma a mi locura, y me recuerda que incluso en un mundo de momentos fugaces, hay una belleza extraña y duradera en la expresión. Quizá mañana me sienta diferente, pero esta noche, sé esto—crear aquí, en este espacio digital, es mi manera de decir que existo, que mi voz importa, y que de alguna forma, en el caos, hay poesía esperando ser encontrada.