Un encuentro con uno mismo

Ese que soy y no reconozco, que vive en mí y me maneja desde las sombras, a ese quiero conocer e invitarlo con unos tragos para que mirándonos a los ojos nos digamos las cosas tal y como son.

Carlos estaba decidido a buscar la verdad, a saber quién era en realidad, quitarse las ropas formales y desnudarse de una vez aunque sea en soledad, lejos de la mirada de terceros, prejuicios y temores.

Decidió que lo mejor sería hacer un viaje que lo alejara de todo, sus amigos, familia, trabajo. Necesitaba estar sólo con sus pensamientos y emociones para que ese que no conocía por fin diera la cara.

Mientras esperaba en soledad imaginaba cuánto de distinto seria ese otro yo, cuánto de desagradable, de buena gente, cobarde o valiente, miserable o noble tenía ese que se ocultó por años.

¿Tendría el valor de dar la cara o en todo caso, él Carlos tendría el coraje de enfrentarlo?

El silencio y la soledad lo llevaron a recorrer las páginas de su vida, a revisar cada decisión, cada actitud.

Y entonces por fin se produjo el encuentro.

Carlos estaba desnudo, vestido únicamente con algo desagradable y de buena gente, con algunas cobardías y otras valentías, miserias y noblezas.

Carlos era un ser humano, un tipo que hizo lo que pudo en su vida, pero con el mérito que implica el valor de aceptar un encuentro con uno mismo.