Querido hijo

Quizás pienses que la primera vez que supe de ti, fue cuando tu madre me dijo que te esperábamos, pero en realidad vivías en mi mente y corazón desde antes, en la idea de cómo serías, si algún día fuera un padre… Te pensaba con amor y muchas veces con temor, de no tener la altura suficiente para ese gran llamado que la vida nos da cuando comienza la existencia de un nuevo ser.

Te imaginaba y te soñaba con tanto anhelo, ver tu rostro y saber que mi sangre correría por tus venas, siendo más que una extensión de mí, una versión más grande, más pura, mejorada, refinada.

Recuerdo sentir tus latidos al recostar mi cabeza en el vientre que habitabas…

Poder cargarte en mis brazos fue traer a la realidad ese gran sueño, ver como poco a poco tus ojos iban siguiendo mi mirada, me permitió establecer una conexión contigo, jugar, reír, cuidarte, hacía que cada día fuera una gran aventura.

Estar para ti, es mi forma de decirte cuánto me importas, acompañarte, verte crecer, es un privilegio. Estás creciendo y estamos construyendo recuerdos.

Quisiera ser para ti ese ejemplo a seguir, y que cuando mires hacia mí, sientas la paz y la confianza de saber que puedes confiar en mí, sabes que nunca te defraudaré y que nunca te dejaré.

La vida da tantas vueltas y nos pone a prueba, intenta sacar lo peor o lo mejor de cada uno, pero quiero que sepas que tú puedes elegir cada vez, puedes elegir sacar siempre lo mejor de ti.

Cada día te hablo con mis gestos, con mis acciones, además de las palabras, así como cuando te cargaba, sabes que ese lazo siempre permanecerá no importa el tiempo ni el espacio.

Un día serás un hombre, y aunque estemos lejos, ese lazo nos une. Un día lejos en el tiempo me seguirás viendo incluso en tus propios gestos, en la forma de pensar y hasta en la forma de sentir, lo sabrás, y dirás: “Esto es de mi padre”.

Quiero que sepas que te amo hoy, mañana, y siempre, y que estoy orgulloso de ti, de tus logros más grandes, y desde tu primera sonrisa, desde que tu corazón sentí, desde que supe de ti…