Sopa de pollo casera
La sopa de pollo es un clásico reconfortante que se prepara en muchos hogares del mundo. Su aroma cálido y su sabor suave la convierten en una de esas recetas que abrazan el alma en cualquier momento del día.

Para preparar una buena sopa de pollo, lo primero es elegir ingredientes frescos. Un muslo o pechuga con hueso aporta más sabor al caldo, y las verduras como zanahoria, cebolla, apio y papa son la base tradicional para darle cuerpo y textura.
En una olla grande, el pollo se cocina en agua junto con una pizca de sal. A medida que hierve, se forma una espuma que conviene retirar con una cuchara para lograr un caldo más limpio y claro. Este pequeño detalle marca una gran diferencia en el resultado final.
Cuando el pollo está cocido, se retira y se desmecha, mientras el caldo se enriquece con las verduras picadas. Cocinar a fuego medio permite que todo suelte su sabor sin que las verduras se deshagan demasiado.
A la preparación también se le puede añadir ajo, laurel o cilantro según el gusto de cada quien. La sopa es generosa: acepta toques personales sin perder su esencia. Unas gotas de limón al servir también pueden levantar los sabores y darle un toque fresco.
El pollo desmechado vuelve a la olla y se deja hervir unos minutos más. Al final, la sopa queda aromática, nutritiva y perfecta para acompañar con arroz blanco, arepa o pan.
Esta receta es sencilla y práctica, ideal para días fríos o para cuando se necesita un plato reconfortante. Además, es una opción saludable y económica que no pasa de moda.
Prepararla es un recordatorio de que la cocina, por simple que parezca, tiene el poder de unir, sanar y traer paz a la mesa.