Muerte o paraiso: Round final
Eunice Howell
Me desperté en medio de la arena mojada, rápidamente me percaté de un fatídico hecho: mi vestido francés de alta costura valorado en más de $20.000 se había manchado, –se estropeó esta magnífica pieza de diseñador –pensé llena de tristeza. Los cinco críos que me rodeaban se encontraban burlándose de tal bochorno.
–¿Es qué no les han enseñado a respetar a una señora mayor como yo? ¡Vaya pila de maleducados! ¡Se nota que no tienen modales! –exclamé enervada mientras mi esposo me consolaba en sus brazos.
–Perdone señora, no pretendía ofenderla –respondió amablemente el profesor Roy.
–¡A ver señora! ¡Usted a mi me respeta! ¡Soy una granjera humilde y a mucha honra! ¡Pero no por eso dejaré que una vieja estirada trate de humillarme y sobajarme! –replicó la atrevida de Mary Ann.
–Cállese igualada, no creas que me rebajaré al nivel de semejante zarrapastrosa harapienta –repliqué furiosa y luego abofeteé a esa marginal por su atrevimiento.
–¡Ahora sí que se ganó una paliza vieja cacatúa! –respondió agresiva para luego tomarme de las extensiones de mi pollina y las haló tan fuerte que me las arranco del pelo.
–¡Jajajaja! Sabía que solo eran pelos cosidos –respondió Ginger Grant con su lengua viperina.
–¡Es usted una víbora sin sentimientos! ¿Qué no se conduele de mi dolor ante esta terrible humillación a la que ha sometido esa campesina insolente? –expresé afligida por tales humillaciones.
–Déjese de insultos, ¡Fíjese que yo también soy perra y de las que muerde! –exclamó Ginger y luego me empujó hacia el agua fría.
Salí empapada y con el pelo emparamado.
–¡Insolente actrizucha odiosa! ¡Has estropeado mi permanente! –respondí furiosa.
El altercado fue interrumpido por el Capitán.
–¡Tranquilícense fieras indomables! ¡Creo que ya se han pasado de la raya! ¡Compórtense como personas civilizadas y hagan las paces! –vociferó con voz gutural el Capitán Skipper.
–Me temo que el Capitán tiene mucha razón –respondió Gilligan.
–Pero si son ellas las que me han vejado de todas las formas posibles. ¡No me pidas que hagas las paces con esas hienas! –exclamé dominada por mi orgullo.
Pasaron los días y las discusiones persistieron en la isla, el ambiente era caótico y un día soleado decidí darle fin a las diferencias entre nosotros.
–Les informo que comenzaré una campaña para civilizar a los únicos habitantes de esta isla desierta, empezaré dándole un poco de estilo a este mugroso lugar, luego proseguiré educándolos como es debido –vociferé llena de sobriedad.
–¿Pero quién se cree esta bruja para mandarnos? ¿Acaso eres Jackelin Kennedy? –respondió con tono irónico la campirana Mary Ann.
–¡Ja! ¿Ahora esta vieja nos hablará de educación? –preguntó tajante Ginger Grant.
–¡Pero qué buena idea Sra. Howell! Me alegra que incentive la educación en un lugar como este –replicó el profesor Roy.
–De nada Roy, todo sea por civilizar a estas fieras sin modales.
–Definitivamente mi esposa necesita esto, no le ha sido fácil la vida en esta isla –respondió mi marido.
Y así fue desde ese día, le di un estilo más elegante a la isla con cosas que me consiguió Gilligan en la jungla, –no es mucho, pero al menos ahora sí parece una isla civilizada –pensé sintiéndome muy conforme con lo que había hecho. Comencé a dictar clases de etiqueta, música clásica, artes, literatura y teatro, la última le agradó mucho a Ginger al ser una actriz por naturaleza, la primera no le gustó para nada a la campesina maleducada de Mary Ann, los otros muchachos se mantuvieron al margen de las clases, al parecer estaban muy ocupados en un asunto que manejaban con mucho secretismo.
Al paso de unos meses, la relación entre nosotras mejoró notablemente, Mary Ann se había convertido en una muchacha muy bien portada y Ginger nos demostraba sus actitudes histriónicas con mucho encanto. Mientras no encontrábamos en la jungla, nosotras tres tuvimos un hermoso momento que jamás olvidaré.
–Al parecer hemos mejorado mucho chicas. ¡Me enorgullecen grandemente! –expresé llena de júbilo.
–Parece que por fin reconoces mi gran talento actoral, muchas gracias queridita –replicó orgullosa Ginger.
–Le agradezco mucho sus lecciones Sra. Howell, ha sido una profesora excelente y pensar que antes la odiaba… –respondió llena de agradecimiento la ya ahora refinada Mary Ann.
Cuando escuché esas palabras, tuve sentimientos encontrados, sentí como si ellas fuesen mis propias hijas y el verlas madurar me llenó de mucho orgullo.
–Muchas gracias. ¡Ustedes también me han enseñado valiosas lecciones!
Nuestra amena charla se vio interrumpida por un estruendoso ruido que provenía de las costas, corrimos hacia la playa y fuimos testigos de un hecho inimaginable.
–¡Esos desgraciados están huyendo de la isla! –gritó enervada Ginger.
–¡Pero qué bajeza! –exclamó Mary Ann.
–¡No puedo creer lo que mis ojos están viendo! ¿Cómo mi esposo pudo ser partícipe de todo esto? –expresé furiosa.
Ellos gritaron desde el barco:
–¡Las dejamos aquí porque no soportamos sus peleas absurdas y escandalosas!
Decidí ser este personaje porque me recuerda a mi abuela, para hacer este reto vi algunos capítulos de la serie y me gusto mucho, es muy chistosa.