¿Puede la música inducir al crimen?
Imagen de César Mejias
“Si hay un problema de mala crianza de parte de los padres, simplemente culpa al maldito rock n’ roll. Es la salida más fácil. Es ridículo. Se salió de la mano. Era indignantemente estúpido. ‘¡Detengan a esos hijos de Satanás!’ No puedes corregir la estupidez, simplemente no puedes. Es estúpido, es ciego, es estupidez ciega”, dijo Brian Johnson vocalista de AC/DC.
Estas declaraciones por parte de el fueron dadas cuando fueron ligados al caso del asesino serial Richard Ramírez, estadounidense de origen mexicano, conocido como The Night Stalker.
Ramírez aterrorizó al estado de California con una serie de brutales asesinatos. Inspirado por creencias satanistas, Ramírez atacaba siempre de noche y solía dibujar pentagramas invertidos en las escenas de sus crímenes, a modo de firma.
El 17 de marzo de 1985 Ramírez dejó en casa de una de sus víctimas la pieza que estigmatizaría para siempre a AC/DC: un gorro con el logo de la banda.
Finalmente fue capturado en agosto de 1985 y pasó más de 20 años en la cárcel, hasta que murió en prisión en 2013 por causas naturales cuando esperaba su ejecución en la cámara de gas.
Otro caso fue el realizado por los miembros del clan Manson cuando irrumpieron en la casa del cineasta Roman Polanski en Los Angeles, California, y asesinaron a la esposa de éste, Sharon Tate (quien tenia ocho meses de embarazo) y a cuatro personas más. En la escena del horrendo crimen, los asesinos escribieron con sangre palabras como "Death to pigs", "Rise" y "Helter Skelter", las cuales hacen referencia a canciones de The Beatles.
Durante el juicio, Manson aseguró haber escuchado "mensajes secretos" en el White Album de The Beatles, cuya interpretación lo llevó a planear los asesinatos en la casa de la familia Manson-Tate. Esa es, quizás, el caso más popular de un acto violento alegadamente inducido por una canción o por la letra de ésta.
¿Qué dice la ciencia al respecto?
Desde la explosión mediática de casos como los de AC/DC y Judas Priest, además de otros como el juicio contra Ozzy Osbourne por el suicidio de John McCollum en 1984 (supuestamente inspirado por la canción Suicide Solution) y la presunta conexión del tiroteo de Dawson College (2006) con la canción À Tout Le Monde de Megadeth, la psicología social ha intentado poner a prueba la influencia que tienen en nuestro comportamiento géneros musicales como el rock y el metal.
En 1999, un estudio realizado por el Departamento de Psicología Educacional de la Universidad de Oklahoma analizó los gustos musicales de 121 estudiantes y los cruzó con otros dos tests: el Inventario de Razones Para Vivir (“RFL” por sus siglas en inglés) y el Cuestionario de Riesgo Suicida (“SRQ”).
Los resultados arrojaron que los fans del heavy metal poseían una menor objeción moral al suicidio y una baja puntuación en los ítems de responsabilidad con su familia y espíritu de superación. Sin embargo, comentan los autores, esto no necesariamente quiere decir que escuchar metal sea un factor de riesgo para el suicidio. De hecho, los resultados sugieren que el heavy metal atrae a jóvenes ya aproblemados, en lugar de “crearlos”.
Otro estudio, publicado por la Journal of Personality and Social Psychology en 2003, midió la sensación de hostilidad de jóvenes voluntarios luego de escuchar dos canciones similares: una con contenidos violentos en su letra y otra sin. En una serie de varios experimentos, los sujetos estudiados mostraron un mayor nivel de hostilidad luego de escuchar las canciones con contenido violento. Sensaciones como la rabia y las ganas de gritar fueron algunos de los efectos inmediatos que la música provocó en los individuos.
Si bien esta sensación de hostilidad se desvanecía minutos después de que la canción terminaba, los autores explicaron que la exposición constante a violencia, a través de la televisión, la música y los videojuegos, sí pueden contribuir al desarrollo de una personalidad violenta.
Finalmente, un estudio realizado por académicos de psicología de las universidades de Humboldt, Texas, California y Ohio, entrevistó a adultos que crecieron escuchando heavy metal en los ’80 sobre sus infancias y por su visión actual de la vida. Luego de comparar sus respuestas con las de otros adultos no metaleros, se llegó a la conclusión de que quienes crecieron escuchando Iron Maiden, Judas Priest y Metallica, entre otras bandas, reportaron un mayor nivel de problemas familiares y comportamientos de riesgo en su juventud, pero hoy son más felices y viven con menos arrepentimientos que los adultos no metaleros. Según reporta el estudio, son personas que crecieron con un sentido de pertenencia, gracias al respaldo de ser parte de una “comunidad metalera”.
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