Crónicas de la Cuarentena # 2

juancar347 (72)in #photography • 4 years ago

La pasada noche, quién sabe si poseído por el espíritu de aquél gran hombre que fuera Luther Martin King, yo también tuve un sueño: se cumplía el quinto día de permanencia en casa, siguiendo el estado de alarma dictado por el Gobierno, y puede que mi complementario, cansado sin duda de deambular como un fantasma por el mismo pasillo, las mismas salas y las mismas habitaciones, hubiera hecho un pacto con mi circunstancia y dando un golpe de estado en esas oscuras prisiones que guarda mi inconsciente, decidieran, conmiserativamente, confabularse para concederme el favor de un vuelo sorpresa por el País de los Recuerdos.

Ignoro por qué, de todos mis recuerdos, eligieron, quién sabe si como bálsamo contra la frustración, el maravilloso entorno natural que circunda un pequeño paraíso de Aragón, que desde el alba de los tiempos todo el mundo conoce como el Monasterio de Piedra.

También ignoro o mejor dicho, pretendo hacerme el ignorante, acerca del por qué eligieron un elemento tan fascinante como el agua y supongo que recordando las palabras del gran poeta hindú, Rabindranath Tagore, en mi sueño alcancé el éxtasis, cuál guijarro, dejándome llevar por su danza y su canción.

A medida que profundizaba en mi sueño y el agua servía como canción de cuna para mi estado alfa, recordé que es el río Piedra aquél que se desparrama formando hermosas cascadas y que también es el mismo río del que cuenta la leyenda –no en vano, también se trata de uno de los lugares favoritos del escritor brasileño Paulo Coelho y donde de hecho encontró la inspiración para su excelente novela ‘Junto al río Piedra me senté y lloré’- que cualquier cosa que cae en su interior, se convierte en piedra.

Exagerada o no la leyenda, lo que es cierto es que lo que este río ha ido esculpiendo siglo tras siglo, con su danza y su canción, es tan extraordinario, que por ese curioso efecto denominado como pareidolia, la forma y características de ciertos lugares pueden sugerirnos atractivas formas, capaces de ser el fundamento para la más extraordinaria historia.

Fue también Paulo Coelho, si no el primero al menos uno de los primeros en decir aquello de dejar el agua fluir. Y recuerdo, que aun en sueños, pensé que de la misma manera que deberíamos dejar el agua fluir, sería conveniente dejar fluir también esta pandemia, respetando las recomendaciones de estar en casa, hasta que, como el río, se pierda en ese otro maravilloso lugar, que es, en este caso, el Mar del Olvido.

Creo que hasta aquí había llegado en tan placentero sueño, cuando ciertos ruidos me despertaron. Si bien al principio parecían como gotas deslizándose en caída libre de un grifo de ducha mal cerrado, pronto se convirtieron en un estruendo espantoso y en un aparatoso golpe, donde mi cabeza quedó mal parada y sangrando con cierta abundancia.

Es la segunda vez que me ocurre, estar durmiendo y que una estantería repleta de libros, esos elementos que tanto amo, me caiga encima. Eran, pues, las cuatro de la mañana cuando mi maravilloso sueño y una pequeña parte de mi cabeza, se rompieron súbitamente.

Y mientras me curaba la herida, de la que brotaba abundante sangre, que también debía de salir ansiosa de mis venas gritando libertad, pensé en lo curiosa que es la vida y que nunca se sabe dónde puedes encontrarte realmente con la Parca, pues si en estos momentos de cuarentena lo que realmente temes es que te mate un simple virus –y digo simple, por nuestra fea costumbre de creernos superiores por ser supuestamente más grandes, que no más inteligentes, como se está demostrando con este endemoniado coronavirus- no deberías olvidar, que sin ser virus, la mano tonta del destino también juega y en ocasiones, cuando menos te lo esperas, incluso te da la gran sorpresa.