[ENG-SPN] When Art is a trip down memory lane / Cuando el Arte es un viaje por el recuerdo

When the traveler leaves behind the tiredness produced by the bizarre Burgos ring road, with infrastructure improvement works that tend to go on forever, such as the famous and unfortunate Tower of Babel, and sighs relieved when joining the general road, which in a matter of eighty kilometres, will introduce you to the Palencia town of Aguilar de Campoo and to the Cantabria Highway, you will find, a few kilometers after joining, an old, very old Romanesque church, which is located a little less than at the very foot of the road, it will alleviate its lonely melancholy with anyone who stops for a few minutes to contemplate it.

Dedicated to the controversial figure of Saint Sebastian -you know, that saint who, like Apollo, was tied to a tree and shot, appearing on altars covered with arrows from his torso to his calves- his primitive constitution and lack of tact in his subsequent remodeling, make it little more than a macabre memory of what it must have been in its day, including those fillings, probably coming from another similar church with less fortune, which among other issues and given that we are in the north and therefore, in the territory of wolves, he shows, with the candor of medieval stonemasons, his vision of the parable relating to the Good Shepherd.

But the surprise of the traveler will know no limits, if taking a careful look around, he sees, in perfect condition for eating, those juicy blackberries, which perhaps, as in the case of the undersigned, will bring back pleasant memories of past youth in the loving towns of the North, where the blackberries, sheltered by the brambles, were also a vital lesson, because on the road -and this traveler knows this well- the same thing happens with the beautiful as with the rose: it also has their spines.

Cuando el viajero deja atrás el cansancio que produce la rocambolesca circunvalación de Burgos, con unas obras de mejora de las infraestructuras que tienden a eternizarse, como la famosa y desgraciada torre de Babel y suspira aliviado al incorporarse a la carreterilla general, que en cuestión de ochenta kilómetros, le introducirá en la palentina población de Aguilar de Campoo y en la Autovía de Cantabria, se encontrará, a los pocos kilómetros de incorporarse, con una vieja, viejísima iglesia románica, que situada poco menos que al pie mismo de la carretera, aliviará su solitaria melancolía con todo aquel que se detenga unos minutos a contemplarla.

Dedicada a la controvertida figura de San Sebastián -ya saben, ese santo que como Apolo, fue atado a un árbol y asaetado, apareciendo en los altares cubierto de flechas desde el torso a las pantorrillas- su primitiva constitución y la falta de tacto en las posteriores remodelaciones, hacen de ella, poco menos que un recuerdo macabro de lo que en su día debió de ser, incluyendo esos rellenos, probablemente procedentes de otro iglesia similar con menos fortuna, que entre otros temas y dado que estamos en el norte y por lo tanto, en territorio de lobos, muestra, con el candor de los canteros medievales, su visión de la parábola relativa al Buen Pastor.

Pero la sorpresa del viajero no conocerá límites, si echando un atento vistazo a su alrededor, ve, en perfecto estado para su ingesta, esas jugosas moras, que tal vez, como en el caso del que suscribe, le traigan gratos recuerdos de juventudes pasadas en los amorosos pueblos del Norte, donde las moras, al amparo de las zarzas, suponían también una lección vital, pues en el camino -y eso lo sabe bien este viajero- con lo hermoso ocurre lo mismo que con la rosa: que también tiene sus espinas.

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