Dulce objeto de mis cuitas.
Fue en aquel jardín de claveles azules
Cuando sentí la muerte de mi madre
Solté las cadenas que me amarraban con gran pesar a su seno
O eso creí
ella me miró con ojos cristalinos
consumada en la sorpresa y en la agonía.
Culminé el rito llorando ante los nubarrones oscuros que avecinaban una lluvia de calma
Sin ser consciente de que la he librado de su masoquista empresa
Sin ella esperarlo, sin ella preverlo
Si parte de su vida estaba en mí, ahora se encuentra ella entera en mi alma
Ocupa mi todo
como una resolución que me impulsa hacia la fatalidad
como si cada día fuera el Armagedón de un querer y de una palabra
vagando en el vacío
en el caos de mis recuerdos
La mataron mis fallos, mis agresiones, mis naderías insaciables
Fueron los “te amo” ahogados en miedo
Aquellas vueltas a casa
egoístas e incomprensibles para ella
En las que caía sobre su pecho en un abrazo siempre tardío
Que prolongaba figurando el tiempo perdido
como si se recuperara con cada latido que desde su pecho agitaba mi sien
como si el pausado ritmo de su respirar llenara de respuestas mis dudas
algunas lágrimas caían sobre ella, para moldearse a su piel y a su forma divina
demacrando el talle de sus rapaces órbitas.
Ella sufría con ello y no me importaba
fue ella quien intentó edificar este santuario de su amor
que derruido por el tiempo y la corrupción
simplemente es ahora una lastimera base sin cimientos
llano, desolado, gritando desde cada ápice su auxilio, su socorro
pero lo que más me pesa, oh madre mía
es que aun así la lastimera base de aquel santuario
que hoy y siempre pensará en ti
sigue de pie conteniendo una voluntad, un querer
porque te has desarmado, ya no eres nadie
eres el charco de sangre seca que la luz refleja con timidez
saberte de esta manera me ha agravado la vida
tu amor es el más grande dolor que me has dado
aquel amor que tiene un principio en ti
pero un final siempre trágico en mí, dejándote atrás
ya no nos queda nada, más que amarnos hasta tu partida
porque a pesar, de que ya no seas más que los vestigios de un pasado ajeno
algo de ti sigue aquí
ese triste charco que sé que escucha
que parece tener penurias infinitas
pero nunca alegrías que lo erijan
y yo, como un crédulo y melancólico
deseo que tus restos no sean nunca uno con el todo
quiero que seas eterna, pero conmigo y para mí
sin el amor que me profesas
que nos está matando en vida
que me convierte en tu agresor sin querer serlo.
Amada a la cual no sé amar y nuca podré hacerlo
me has dado este dolor, estas tierras fértiles de tu amor y de tu sacrifico
para hacer algo con ellas
pero mis manos no son aptas para labrarlas y hacer de ellas tu ideal, tu razón
te he fallado y te fallaré siempre, y no podré enmendar los estragos de estas manos
estas manos
que posaron sobre tu cuello la presión de mis frustraciones y penas
estas manos
que en el sostenido forcejeo de nuestras vidas, no claudicaron su retiro sobre ti
estas manos
que parecían destinadas a prolongar este vil acto causado por los dos
estas manos
que provocaron las últimas lagrimas que reflejaban el cielo gris de aquel jardín
jardín que ya se pierde en mi sangre
porque los claveles eras tú
acariciando mis pies gentilmente, despidiéndote una vez más
sentir esas lágrimas como mías y empezar a ver todo tan borroso, tan difuso
tu cara se bifurca en mis ideales ahora
es un amor sin fin que me acerca a la muerte
al umbral que me devuelve a ti
sentir el beso de despedida, me destruye, siento que no lo merezco
pero así hemos de seguir
hacia el crepúsculo del infinito que yace en tu abrazo
renovando mis votos
viviendo por los dos.
Potrait by Anders Røkkum
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