A falta de billetes, harina de maíz: dos costos tiene la vida en Venezuela

in #politics6 years ago

Salud, estimados stemians. Uno de los problemas más graves de los venezolanos , creado, conservado y utilizado por el régimen como control político, es que no existe en el país un cono monetario como tal. Hay una moneda digital, la más común, que se paga con tarjetas de débito y crédito –Ya restringidas porque los bancos no abren cuentas nuevas por no tener plástico—y otra en billetes. La vida en nuestro país tiene dos costos: uno más alto en digital y otro menos en billetes. Pero estos últimos están acaparados por el régimen y en la calle se venden a 350% de su valor. Ha quedado como un negocio fraudulento más.


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Las revoluciones tienen la facultad de ir acabando con todo: bienes materiales y espirituales. El país que teníamos siendo retirado como una alfombra de debajo de los pies. Es esta la sensación que me invade en este momento preciso y me devuelve a la infancia. A la antigua precariedad del barrio natal. A las trombas de agua bajando desde el cerro La Línea por las calles que al amainar dejaban trozos de automóviles y hasta animales muertos y montones de lodo, el que, al secarse, se convertía en arena fina que servía para la construcción de casas. Una circunstancia desgraciada con un premio, por lo menos.

Ahora veo a las mismas gentes, pero mucho más empobrecidas y menos entusiastas, ocupadas en labores colectivas pero más desasistidas del Estado. Antes, cargando agua de una toma comunal, en medio de los chistes y los chismes; ahora en afanes de nuevo cuño: comprar harina de maíz, el único comestible que sobrevive con precio asequible el desastre chavista. Cada vez más silenciosas. Y, lo siento en mis huesos, cada vez más hartas.

Acompaño a un amigo a la tumultuosa y tediosa faena de adquirir un bulto de 20 kilogramos. Son al mismo tiempo 20 monedas del mejor curso, pues pueden canjearse por casi cualquier cosa. En el único lugar de la ciudad donde se expende a mayoristas, los anaqueles, gigantescos y vacíos, han sido pegados a las paredes, inútiles. Y en el gran espacio que han dejado poquísimos artículos a los que ya nadie aprecia, ni compra por innecesarios en la precariedad: vasos de cristal, bandejas de cartón, brillantes pomos de gelatina para el pelo. Y grandes pilastras de cajas de margarina, la que por su alto costo ha sido echada de la mesa y ahora reposa aquí en grandes cantidades. Nadie repara en ella. Nadie pregunta el precio. No es necesario. Su fabricación se ha vuelto inútil. Es el destino que espera a las pocas mercancías si el chavismo persiste en su desatino fatal.

Entre la gente espejea de vez en cuando la antigua riqueza arrebatada desde el poder. Una señora sentada en una carrucha y vistiendo unos pantalones remendados manipula un teléfono Samsung de las últimas generaciones. “Debe valer más que toda la carga que ha entrado hoy acá”, me digo, entretenido en las discordancias. Pero nada me prepara para otra paradoja más gruesa que, en un principio, despierta la líbido: una mujer camina en dirección contraria: sus nalgas son perfectas, como sacadas de un molde, apretadas leve y sensualmente por la tela suave de un bluyín desteñido. La dueña, alta, bien proporcionada, de pelo largo y castaño claro. Vista así, me hace imaginarla como a una modelo. Pero de golpe ella cambia de dirección y me sacude: parece de edad avanzada. No está doblada por lo años pero debería, a juzgar por la cantidad de surcos profundos en su cara y manos, que es lo único que deja ver, como sabedora de su desgaste. Camina ahora de perfil y las nalgas la siguen, rebotando de mala gana en su paso cansino, como apenadas del deterioro que las desmerecen. La lujuria se ha trocado en una inmensa compasión.

Vamos saliendo con los paquetes de harina sobre una carrucha y un señor en la puerta del establecimiento nos hace señas. Ofrece servicio de taxi. Le decimos que Un amigo ya viene. Gracias. Y cuando seguimos: Acepto pago con harina. Ustedes me dicen, nos grita.

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El relato tan bien llevado, tan sencillo el escenario y le diste la chispa de sentir todo el panorama! Pienso yo que historias así son de personas despiertas y le da valor a su entorno describiendo hasta lo más mediocre y sin sentido, pero con una belleza inusual. Me encanto

Tu artículo, siempre tan bien escrito como suelen ser tus textos, @antoaristi, nos presenta, con propiedad y tino, una más de las distorsiones ocasionadas en los ciudadanos por este régimen infeliz. La anécdota de la atractiva mujer no podía ser más decepcionante y terrible, como muchas de las cosas afeadas o devastada por el chavismo-madurismo. Saludos.