"ENCONTRAR EL CAMINO" 🌌
Nunca me han resultado fáciles los cambios inesperados. El año pasado me vi justamente en una situación de esas. Esperaba poder mudarme más cerca de mi hijo y su familia, pero al final no se dio la situación que yo había pensado.
Descorazonada, hice una pausa para sopesar mis opciones. Mirando por la ventana vi que era un día hermoso. Un suave manto de paz me envolvió.
Sabía que Dios estaba atento a lo que me sucedía, igual que estaba pendiente de Su creación. La paz que sentía venía de Él.
«¿Qué ha cambiado?», me pregunté. Sabía que Dios y Su amor habían permanecido inalterables. Lo que había cambiado repentinamente eran mis circunstancias a causa de aquellas noticias decepcionantes que me habían causado inquietud e inseguridad.
Había estado demasiado centrada en mis circunstancias, demasiado preocupada por mi mudanza. Cuando todo eso cambió, mi mundo como que se me desmoronó.
Hubiera debido centrar más mi atención en Jesús. Esa sencilla verdad me iluminó como si fuera un haz de luz que atravesó la oscuridad. Con toda la emoción y los planes de la mudanza había descuidado mis ratos con Dios y Su Palabra.
Me propuse cambiar. A la mañana siguiente llevé mi Biblia a la terraza donde suelo tomar mi café. La abrí en Mateo 14, donde cuenta que los discípulos, a pesar de ser en su mayoría pescadores avezados, estaban aterrados por la tormenta que amenazaba con destruir su embarcación y truncar su vida.
Así fue hasta que vieron a Jesús caminando hacia ellos sobre el agua.
Ese era exactamente mi caso. Estaba dejando que las tormentas de la vida me desviaran de mi curso. Lo que tenía que hacer era mantener la mirada fija en Jesús y confiar en que Él me ayudaría a capearlas.
Paulatinamente comencé a reorganizar mi vida. Una amiga me pidió que la ayudara en su panadería durante la temporada navideña. Me ofrecí a ayudar como voluntaria en un orfanato en el que los niños seguramente tenían más necesidades que yo. En apenas unos meses entablé nuevas amistades y me encontré con un montón de cosas que hacer. Mi decepción anterior se esfumó.
Esa experiencia me enseñó que Dios no siempre está interesado en alcanzar un objetivo. A veces lo que importa es el proceso. Aunque la tormenta ponga a prueba nuestra fe, justamente en esas circunstancias encontramos a nuestro más querido Amigo. Él nos promete: «No te desampararé, ni te dejaré».