La obediencia a la autoridad: estudiando el cerebro humano
La mayoría de las películas cuentan historias divertidas, románticas, imposibles o tristes; pero las sentimos casi siempre como algo que se desarrolla fuera de nosotros. Son verdades ajenas. Por eso, es una experiencia importante encontrar películas que nos digan verdades más cercanas y mucho más incómodas. ¿Recuerdan alguna cinta que les haya revelado algo sobre ustedes mismos que no les haya gustado? Si no les ha ocurrido, les recomiendo ver Experimenter de 2015.
La película cuenta la historia de Stanley Milgram, un psicólogo norteamericano que entre los años sesenta y ochenta llevó a cabo una serie de experimentos reveladores sobre la naturaleza humana. Entre las teorías que desarrolló Milgram se encuentran los famosos seis grados de separación que todos conocemos hoy, pero el más controversial de sus trabajos fue el de la obediencia a la autoridad.
Milgram era judío, con ascendencia rumana y húngara y a principios de los años sesenta ocurrió un hecho importante relacionado con la segunda guerra mundial y el holocausto: el juicio del oficial nazi Adolf Eichmann, uno de los responsables de "La solución final", eufemismo empleado para el exterminio de millones de judíos. Eichman, en su juicio, alegó obediencia debida en su defensa. En otras palabras expresó "lo hice porque me lo ordenaron". Siendo militar, decía él, poseía un rango y debía obedecer las órdenes de sus superiores y ser obedecido por sus subordinados. Esta idea generó dos preguntas en la mente de Milgram: "¿Podría ser que Eichmann y su millón de cómplices en el Holocausto solo estuvieran siguiendo órdenes? ¿Podríamos llamarlos a todos cómplices?" En otras palabras, ¿era la obediencia una excusa válida, un agravante o un atenuante? Y en el fondo, la cuestión capital: ¿poseían los nazis una naturaleza diferente? ¿el genocidio atendía a una característica propia de ellos? ¿eran distintos a nosotros?
El experimento ideado por Milgram fue el siguiente (ver diagrama): El investigador (V) supervisa a un participante (L) que debe hacer una serie de preguntas a otro participante (S). A (L) se le ha hecho creer que (S) es otro participante, cuando en realidad es un actor pagado por los investigadores. Es decir, el único sujeto de estudio es (L). La tarea de (L) es hacer preguntas a (S) pero si éste contesta mal, (L) debe administrar dolorosas descargas eléctricas a (S) que irán aumentando de intensidad (hasta los 450 V) a medida que prevalezcan las equivocaciones. Lógicamente, las descargas no se producían; sólo se hacía creer a (L) que (S) las estaba recibiendo y por eso éste simulaba recibirlas, gritando y quejándose del dolor. Previamente, los investigadores habían pensado que el promedio del experimento estaría alrededor de los 130 V, pero en realidad ningún participante paró antes de los 300 V ¿Hasta qué punto llegaron, entonces? ¿en qué momento se detuvieron? La mayoría no lo hicieron.
Personas normales, ciudadanos comunes, de diferentes edades, credos y profesiones, llevaron el experimento hasta el final a pesar de oír los gritos de su víctima, sus quejas, su silencio. Y lo hicieron porque se les dijo que siguieran, que debían terminar el experimento. Algunos pocos no llegaron hasta el final, otros pidieron asistencia médica para la víctima que no podían ver porque se encontraba del otro lado de la pared, pero ni uno solo se asomó a ver cómo estaba el otro participante. Ni uno solo de más de setecientos. Milgram escribió "La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos" y concluyó:
"La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio."
Fue una revelación incómoda e imprevista. El psicólogo quería, en el fondo, obtener lo opuesto. Porque si las personas normales se negaban a infligir daño a otro sólo porque eran ordenadas a ello, eso significaba que los oficiales y soldados nazis responsables del holocausto tenían que estar mal, tenían que tener algún tipo de desviación o una naturaleza perversa. Pero, en cambio, encontró una disposición innata en el ser humano a la obediencia a la autoridad. Siendo un poco duros, pero no falsos, podría decirse que hay un nazi dentro de cada uno de nosotros. Cuando al final del experimento se les decía la verdad a los sujetos, resultaban aliviados por saber que no habían hecho daño a nadie, pero el punto era que ellos no lo sabían mientras lo hacían, así que muchos se incomodaron y se molestaron consigo mismos y con los responsables del experimento, quienes fueron criticados luego por autoridades científicas y por el público en general. Se les acusaba de haber engañado a sus participantes y de haberlos obligado a infligir daño a otros, aunque no fuera un daño real. Pero nadie fue obligado o forzado a hacerlo. Sólo se les decía que tenían que seguir, pero no había ningún mecanismo de coacción. En pocas palabras: eran libres de detenerse y no lo hicieron.
Milgram recogió los resultados de su experimento y elaboró dos teorías que fueron publicadas en los años setenta. La primera la llamo la teoría del conformismo. Se basó en trabajos previos para decir que un sujeto que no tiene la habilidad ni el conocimiento para tomar decisiones, en especial en una crisis, delegará la toma de decisiones al grupo y a la jerarquía del mismo; son los borregos que harán lo que el resto, o la autoridad, decida. La segunda es la teoría de la cosificación, según la cual la obediencia se presenta porque la persona se mira a sí misma como un instrumento de los deseos del otro, conduciendo a que no se considere a sí mismo responsable de sus propios actos. Como en la vida militar, en donde el peso de la responsabilidad recae sobre el superior que da la orden. Lo mismo que dijo Eichman en su defensa.
Para quienes quieran profundizar un poco más en los resultados del experimento, pueden revisar en Wikipedia el Experimento de Milgram y quienes tengan la posibilidad de adquirirlo, existe un libro publicado por Milgram en los años setenta y traducido posteriormente al español, titulado precisamente "Obediencia a la autoridad". En cuanto a la película Experimenter, si bien no es una joya fílmica, tiene los elementos necesarios para hacerla atrapante, esta vez no por los nombres de los actores o por secuencias de acción, sino por lo que los diferentes experimentos de Milgram (no sólo el detallado en este post) nos han enseñado sobre nosotros mismos como especie y como sociedad. La próxima vez que leas o veas a alguien cometer un acto malo o perjudicial para otro, antes de juzgar tan presurosamente su perversidad y tu inocencia, piensa en Milgram y pregúntate ¿sería incapaz de hacerlo? Y no te respondas, porque en el fondo, no puedes saberlo con certeza.