HA DE VENIR A JUZGAR A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS

in #spanisch7 years ago
He decidido hacer una catequesis del fragmento del Credo que profesamos desde pequeños

DESDE ALLI HA DE VENIR A JUZGAR A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS

Cuando profesamos el credo como símbolo de nuestra fe confesamos que, ascendido a los cielos: y decimos “Desde allí vendrá con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos”. A La espera del retorno de Cristo como juez de vivos y muertos forma parte de la fe cristiana.

Esto quiere decir que todo hombre comparecerá ante El para dar cuenta de sus actos. Desde los Hechos hasta el Apocalipsis, en todos los kerigmas de la predicación apostólica se anuncia el juicio

Pero se predica un juicio muy diferente al que aplicamos en la comunidad; un juicio destructor; acá se anuncia un juicio como INVITACIÓN A LA CONVERSIÓN. Ya que Dios tiene fijado un día para juzgar al universo con justicia por Cristo a quien ha resucitado de entre los muertos; pero ese día no sabemos cuándo será por lo tanto nos toca prepararnos a su venida.

Como católicos estamos llamados a no sólo anunciar la primera venida de Jesucristo sino también la segunda, y esa venida será más esplendorosa que la primera; mientras la primera fue un ejemplo de paciencia, la segunda lleva consigo la corona de la divina Realeza.

Y esto es un misterio divino hermano; Casi siempre las cosas referentes a Cristo son dobles: doble nacimiento, uno de Dios antes de los siglos y otro de la Virgen al cumplirse los siglos. Doble venida: oscura la primera y gloriosa la segunda. En aquella fue envuelto “en pañales” (Lc en esta le rodeará “la luz como un manto”.

En la primera “sufrió la Cruz despreciando la ignominia”, en la segunda vendrá glorioso y “rodeado del ejército de los ángeles”. No nos fijemos sólo en la primera venida, sino esperemos también la segunda. Y como en la primera decíamos: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”, lo mismo diremos en la segunda.

Pues vendrá el Salvador, no a ser juzgado, sino a juzgar a quienes le juzgaron. El mismo Salvador dice: “Me acercaré a vosotros para juzgar en juicio y seré testigo rápido contra los que juran en mi Nombre con mentira”.

Ya en el Antiguo Testamento el juicio de Dios era un artículo de fe. Yahveh “sondea las entrañas y los corazones”, distinguiendo entre justos y culpables. Los justos escapan a la prueba y los culpables son castigados. A El confían su causa los justos como Juez supremo.

Un ejemplo vivo de éste juicio es la propia historia de Israel está hecha de juicios salvadores de Dios contra sus opresores. El Éxodo es el “juicio salvador” de Dios contra Egipto y el Faraón que les oprimía con dura esclavitud. La expulsión de los cananeos es otro ejemplo del “juicio salvador” de Dios en favor de su pueblo. Pero Israel también ha experimentado en carne propia el juicio de Dios sobre sus infidelidades con la pena del exilio. Y de estas experiencias del pueblo elegido podemos retroceder a las experiencias anteriores de la humanidad, pasando por la ruina de Sodoma, el diluvio o la expulsión del paraíso de Adán y Eva.

El juicio de Dios, que desde el cielo contempla a los hombres, es anunciado constantemente por los profetas. El Día de Yahveh es el día del juicio de Dios; en esa venida la Israel, esposa infiel, será juzgada por sus adulterios; los hijos serán juzgados según sus obras y no por las culpas de sus padres.

Pero en su juicio Dios discierne la causa de los justos de la de los culpables: castiga a los unos para salvar a los otros. El resto de los justos escapa a su juicio. Dios es enemigo del pecado y, el Día de Yahveh, día de juicio, es día de fuego que destruye el mal. ”Dios juzga”-,

Dios nos reunirá y Sólo los pecadores deberán temblar,

Pues los justos serán protegidos por Dios mismo; los santos del Altísimo tendrán parte en el reinado del Hijo del Hombre.

Pero entonces nos preguntaremos quien se salvará? Dice el Salmo 130) “Si llevas cuenta de las culpas, oh Dios, ¿quién se salvará? Pero de ti procede el perdón... Mi alma espera en el Señor, porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa: El redime a Israel de todos sus delitos” (Sal 130).
Entonces ¿quién es justo ante Dios?

Los Apóstoles fueron enviados a predicar y dar testimonio de que “Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos” al igual se nos manda en este tiempo

El Credo, fiel intérprete de la fe apostólica, confiesa que Cristo “De nuevo vendrá con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos”.

El hará un juicio justo entre todas las criaturas. Enviará al fuego eterno a los espíritus malvados, mientras que a los justos y santos, que perseveraron en su amor, les dará la incorrupción y les otorgará una gloria eterna... En la primera venida fue rechazado por los constructores. En la segunda venida, vendrá sobre las nubes, “llevando el Día devorador como un horno”, golpeando a la tierra con la palabra de su boca y destruyendo a los impíos con el soplo de su boca

Pero quienes son los impíos? la virtud de la piedad o de fe en Dios.

Como no sabemos cuándo es esa venida, se nos invita estar como las vírgenes prudentes. Por eso, el mismo Señor exhortó a sus discípulos a vigilar en todo tiempo con “las lámparas encendidas, como hombres que esperan a su Señor”

En el mundo, tal como nosotros lo experimentamos, se hallan el bien y el mal, los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas. Trigo y cizaña se hallan mezclados hasta el día de la siega. San Agustín ve toda la historia, desde el comienzo de la creación hasta el final de los tiempos, como una lucha entre el reino de Dios y el reino del mundo o del diablo; estos dos reinos se enfrentan entre sí y, al presente, estos dos reinos se hallan juntos y entremezclados.

Al final se manifestará que Jesucristo es el fundamento y el centro que otorga sentido a toda la realidad y a la historia. A su luz quedarán juzgadas las obras de los hombres, pasando por el fuego para ver cuáles resisten o cuáles serán abrasadas:

Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto: Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada uno, la probará el fuego... (1Co 3,10ss).

El juicio del último día significa, por tanto, que al final de los tiempos se hará patente la verdad definitiva sobre Dios y los hombres

El Anticristo arrastra consigo a la perdición a los que se dejan llevar de sus promesas. Él se alza “contra todo lo que es de Dios y contra su culto”, tratando de “instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios”.

El Apocalipsis nos lo describe vestido de “jactancia, arrogante y blasfemo” (Ap 13). Su verdadera esencia es el orgullo, la voluntad de poder y de dominio que se manifiesta en la violencia y la opresión, en el egoísmo, la envidia, el odio y la mentira.

Vendrá, pues, a juzgar a los vivos y a los muertos. Vendrá como Juez Quien fue sometido a juicio. Vendrá en la forma en que fue juzgado para “que vean a quien traspasaron”
Quien estuvo como reo ante el hombre juez, juzgará a todo hombre... sin que pueda ser corrompido con dinero ni ablandado por satisfacción alguna. ¡Aquí, aquí debe hacer cada uno lo que pueda, mientras hay lugar a la misericordia! Pues no podrá hacerlo allí.

Ya cada uno de nosotros tiene su sentencia; pero sólo podemos hacer una cosa para que la misma sea cambiada y es la penitencia, Da aquí limosna, para que de aquel recibas la corona. Otorga aquí el perdón, para que allí te lo conceda el Señor. Ahora es el tiempo de la fe. Quien quiera vivir para siempre y no temer la muerte, conserve la Vida que vence la muerte. Quien quiera no temer al Juez divino, le considere ahora su Defensor.

No es que Jesucristo haya venido al mundo para juzgar al mundo, sino para salvarlo

Pero el juicio se opera ya por la actitud que cada cual adopte para con El. Quien no cree, ya está juzgado, por haber rechazado la luz; nosotros somos los apóstoles del siglo XXI se nos llama a anunciar la segunda venida; y el que nos rechaza ya está juzgado. El juicio, más que una sentencia divina, es una revelación del interior de los corazones humanos:

Muchos caerán en la venida del Señor y otros se elevaran, a fin de que se manifiesten las intenciones de muchos corazones”. Aquellos cuyas obras son malas, prefieren las tinieblas a la luz y Dios no hace más que dejarles en la ceguera con la que creen ver claro, satisfechos en su jactancia. En cuanto a los que reconocen su ceguera, Jesús les abre los ojos, para que actuando en la verdad lleguen a la luz.

En la venida del Señor se puede presentar ante Jesús una mujer que a la cual en medio de su debilidad no puede ni consigue como apartarse del sexo, de las apetencias sexuales de la carne sin embargo frente al Señor le dirá soy adicta al sexo, y eso me lleva a ser infiel a mi esposo y otra mujer frente al Señor el cual es denunciada como prostituta e infiel; ella le dice al Señor; que ella no ve que eso sea mal ser infiel y prostituirse

A una de las dos el Señor la dejará en su jactancia y a la que reconoce su pecado el Señor hará que llegue a la luz

los espejos limpios reflejan la imagen de los rostros tal como son: imágenes alegres de rostros alegres, imágenes tristes de rostros sombríos, sin que nadie pueda reprochar al espejo reflejar una imagen sombría si su rostro lo está. De modo análogo, el justo juicio de Dios se acomoda a nuestro estado. ¡Se comporta con nosotros como nosotros nos hemos comportado!

Dice: “¡Venid, benditos!” o “¡Apartaos, malditos!” (Mt 25,34.41). Obtienen misericordia por haber sido misericordiosos; y los otros reciben la maldición por haber sido ellos duros con su prójimo.

“el hombre cosechará lo que siembre: quien siembra en la carne cosechará la corrupción, mientras que quien siembra en el Espíritu cosechará la vida eterna” (Ga 6,7-8).

Quien vive de la fe no encuentra contradicción entre la gracia radical que libera al hombre de la impotencia de salvarse y las obras de la fe, pues “la fe actúa por la caridad”, de modo que “aunque tuviera una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo caridad, no soy nada”. “La fe, si no tiene obras, está muerta”.
Esto significa que para el cristiano, por una parte, existe la paz liberadora de quien vive en la abundancia de la justicia de Dios, que es Jesucristo entregado a la muerte por nosotros.

Por otra parte, el cristiano sabe que su vida no es algo arbitrario ni un juego poco serio que Dios pone en sus manos. Como administrador de los “dones de su Señor” se le pedirá cuentas de lo que se le ha confiado. Al siervo fiel, aunque sea “en lo poco”, se le “invitará a entrar en el gozo eterno de su Señor”; al “siervo malo y perezoso, que entierra el talento del Señor, que le ha sido confiado, sin hacerlo fructificar, se le arrojará a las tinieblas de afuera, donde experimentará el llanto y rechinar de dientes”

Hermanos éste artículo es un examen para cada uno de nosotros al que será sometida nuestra vida. No lo tomemos a la ligera tomémoslo enserio ya que Él nos toma en serio.

Mateo nos invita “Id a la lumbre de vuestro propio fuego y a las brasas que habéis encendido”
Creo que estas palabras indican que cada uno de los pecadores enciende la llama del propio fuego, no siendo echado a un fuego encendido por otros: Yesca y alimento de este fuego son nuestros pecados, designados por el Apóstol “madera, heno, paja”, de modo que cuando el pecador ha reunido en sí gran número de obras malas y abundancia de pecados, toda esta cosecha de males al tiempo debido hierve para el suplicio y arde para la pena.
No vamos a ser condenados por el pecado de otro frente a nosotros tendremos la sentencia, acorde a mis mismas acciones! Cada una de ellas se presentará con su peculiar cualidad: adulterio, hurto, fornicación..., apareciendo cada pecado con su inconfundible característica, con su tácita acusación. “Bienaventurados, en cambio, los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia”

Feliz quien día y noche no se deja oprimir por otra preocupación que la de saber dar cuenta -sin angustia alguna- de la propia vida en aquel gran día, en el que todas las criaturas se presentarán ante el Juez para darle cuenta de sus acciones. Pues quien tiene siempre ante la vista aquel día y aquella hora, ése no pecará jamás.

Hermanos cada uno de nosotros cae en el pecado por ¡La falta del temor de Dios! Acuérdate, pues, siempre de Dios, conserva en tu corazón su temor e invita a todos a unirse a tu plegaria. Es grande la ayuda de quienes pueden aplacar a Dios.

Mientras vivimos en esta carne, la oración nos será una preciosa ayuda, ya que nos ayuda a lograr la vida eterna. Y, también, así como es buena la soledad; en cambio, el desánimo, la falta de confianza o desesperar de la propia salvación es lo más pernicioso para el alma. ¡Confía, pues, en la bondad del Señor y espera su recompensa! Y esto, sabiendo que si nos convertimos sinceramente a Él, no sólo no nos rechazará para siempre, sino que, encontrándonos aun pronunciando las palabras de la oración, nos dirá: “¡Heme aquí!”

SIEMPRE ACTUARÁ EN NUESTRAS VIDAS

Por otra parte, la espera de la venida de Jesucristo, como juez de vivos y muertos, es una llamada a la vigilancia, a la conversión diaria a El, a su seguimiento. La puerta de las bodas se cierra para quien no espera vigilante, con las lámparas encendidas, al novio que llega a medianoche

¡Vigilad sobre vuestra vida! No se apaguen vuestras lámparas ni se desciñan vuestros lomos, porque no sabéis la hora en que vuestro Señor va a venir

No dejes de preparar; no dejes de asistir a la eucaristía, a las celebraciones; llena tu lámpara porque no sabes cuando tu novio viene y se manifieste en tu vida

Recordémoslo, no sea que, echándonos a descansar como llamados, nos durmamos en nuestros pecados y, prevaleciendo sobre nosotros el “príncipe malo”, nos empuje lejos del reino del Señor.
Es preciso, pues, que estemos preparados para que, al llegar el día de partir, no nos coja impedidos y embarazados.
No es embarazados sino más bien en una situación embarazosa; no es que le vamos a decir espera un momento voy a la Clínica a ver un paciente y vuelvo.

Jesús nos justifica pero no nos espera

“todos somos culpables ante Dios”. Desde la entrada del pecado en el mundo, por nuestro padre Adán, se pronunció un veredicto de condena contra todos los hombres.

Nadie podía escapar a esta condena por sus méritos. Pero, cuando Jesús murió por nuestros pecados, Dios destruyó el acta de condenación, clavándola en la cruz. A quien no conoció el pecado le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en El; dice el canto

Para quienes confían en Jesucristo, el juicio será, o mejor lo es ya, un juicio de gracia y misericordia. El es nuestra justificación: “al que cree en Aquel que justifica al impío, su fe se le reputa como justicia”

Cristo Juez es el mismo Cristo Salvador, cuya misión fue purificar al pecador y llevarle a la vida y a la visión del Padre. De aquí el celo y gozo con que Jesús invita a todos a la entrar en la gloria, según el texto que Melitón pone en labios de Cristo:

Venid, pues, todas las estirpes de hombre que estáis amasados en el pecado (1Co 5,6-8; Mt 16,6) y habéis recibido la remisión de los pecados. Soy yo vuestra remisión (Ef 1,7), yo la pascua de salvación, el cordero degollado por vosotros, vuestro rescate, vuestra vida, vuestra resurrección, vuestra luz, vuestra salvación, yo vuestro rey. Soy yo quien os elevo hasta el cielo, yo quien os mostraré al Padre que vive desde la eternidad, yo quien os resucito con mi diestra.