Día décimo tercer del tercer mes del año bajo el reinado de Jonatán V rey de Eraglanda al norte del bosque NOR.

El diario de un PLEBEYO.

Esto no lo vi venir.

Después de terminar de escribir mis anécdotas del día, me quede esperando el sermón de padre, pero no me dirigió ni una palabra, solo me mando a decir con uno de los criados que partiríamos al alba de regreso a casa, le pregunte si había pasado algo grabe, porque aun hacía falta visitar otros comercios, pero solo me dijo que Padre tenía lo suficiente, algo que era totalmente falso.

Algo tenía que hacer, algo se me debía ocurrir para pasar más tiempo en la capital
Al alba, nos levantamos, todo estaba listo, padre seguía sin hablarme, pero no sentí tanta pena por ello, mi mente y alma estaban enfocadas en otras cosas. Nos montamos en los caballos y nos fuimos de regreso, pero yo estaba maquinando una huida, si me ponía a discutir con padre en ese momento, explicándole lo que quería, seguramente me ataría de brazos y me llevaría a casa a la fuerza, así que preferí esperar que la marea se calmara, ya había cometido el error.

En mi mente revoloteaban todas esas imágenes, las palabras de la sureña y sentía en mi pecho un ardor, cada vez que recordaba o estaba pensado en ello, el pecho me ardía.

Cabalgamos por horas y nadie dijo ni una sola palabra, solo si era necesario, sabía que si llegaba a casa, no volvería a ver la luz de sol, por varias semanas. Cuando nos agarró la noche, volvimos a hospedarnos en la misma posada a la mitad del camino, los criados y padre se quedaron bebiendo en la taberna, solo bebían por beber, ni una risotada nada que disfrutar, por lo contrario, yo no podía dejar de sonreír, lo había hecho, mi sueño aun no acababa ahí.

Tomé mi pluma y escribí una carta explicándole a padre lo que iba hacer, que me diera solo una semana y que regresaría a casa, sería lo que él quisiera que fuera, pero que me dejara hacer por primera vez en la vida, lo que yo más quería, “Conocer” . Dejé la carta en la habitación, y como pude Salí al establo, tome mi caballo, algo de oro y me fui lo más rápido posible, sin mirar atrás, corrí, corrí, el viento me impulsaba, la luna alumbraba el sendero, sentía que volaba, dejé todo atrás para cumplir mi sueño.

Fuente

Seré el peor hijo del mundo.

Cuando ya tenía mucho camino recorrido, de repente me comenzaron a rodear unas luces pequeñas, como luciérnagas, mi pecho comenzó arder y en un abrir y cerrar de ojos, frente de mí estaba ella, la Sureña, montada en un caballo blanco brillante, seguí cabalgando, mi caballo no frenó, ella igual cabalgaba a mi lado, solo la observaba hasta que me dijo sonriendo y a gran voz:

Te estamos esperando, sigue corriendo, sé libre.

Después de eso, volvió a desaparecer con un destello de luces de colores, yo sonreí y seguí cabalgando, mi pecho me ardía más y más, como si algo se quemara, me apreté con mi mano y sin más todo en blanco nuevamente, solo escuchaba un zumbido, un vacío, no sabía dónde estaba, que hacía, totalmente solo.

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Desperté, estaba en un montón de paja, como en un granero, mi caballo atado en un tronco con todas mis cosas, me levanté algo aturdido aún, intenté dar unos pasos, pero no podía coordinar, hasta que que sin más, una voz:

Por fin despiertas niño.

De un susto reaccioné, era una abuelita, con apariencia muy agradable, se acercó y como pudo me sentó, me dio de comer y de beber, y me contó donde me había encontrado. Estaba tirado en un arroyo inconsciente y mi caballo a mi lado. La escuchaba y me costaba trabajo creerle, hasta que le pregunté cuanto tiempo llevaba aquí, y sus respuesta me hizo saltar

TRES DÍAS

¿Qué?, no lo creía, le preguntaba si estaba segura, y me miraba como si yo estuviera loco, por los dioses, tres días inconsciente.

Padre, los sureños, todo me comenzó a preocupar, tomé mi abrigo le di las gracias a la abuelita y monté mi caballo, cuando estaba punto de partir, la abuelita me tomó de la mano y me dijo:

Tú no eres del norte.

¿Qué dijo?

La abuela me dio la espalda y mi caballo comenzó a correr, fue tan extraño y perturbador al mismo tiempo. Cabalgué por horas, pero no sabía dónde estaba, no lograba reconocer el camino, me había perdido.

Cuando comenzó a oscurecer, logré ver humo a lo lejos, me dirigí hasta allá y encontré a unos hombres alrededor de una fogata, me acerqué y les expliqué que estaba algo perdido, me mostraron la ruta para llegar al camino real, pero no me dejaron partir, ya estaba anocheciendo y el bosque no era de fiar. Me invitaron a quedarme con ellos hasta el alba.

Estoy aquí recostado a un árbol, frente a una fogata, escuchando un sinfín de historias de estos hombres, historias que en otro momento hubiesen sido entretenidas para mí, pero en mi mente no dejo de pensar en todo lo que me está ocurriendo. Tres días inconsciente, padre buscándome seguramente y los Sureños ¿aún me estarán esperando?

¿Qué haré mañana?, ¿sigo a Eraglanda a buscar a los Sureños? o ¿me regreso a casa para no preocupar más a mis padres?
¿Por qué mi pecho arde tanto?, ¿Por qué la abuela me dijo que no soy del norte?

Por los dioses, estoy en una encrucijada, denme una señal.

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Aquí os dejo los anteriores relatos.

El Diario de un Plebeyo (Día 1)
El Diario de un Plebeyo (Día 2)
El Diario de un Plebeyo (Día 3)
Diario de un Plebeyo (Día 4)

Gracias Por leerme

@adamsmats