Capítulo 55 | Alma sacrificada [Parte 2]
Ellie señaló el arma bajo la silla. Me encorvé y la sujeté con ambas manos. Clarice permaneció cerca de las ventanas, mirando afuera. Ellie se posicionó en la entrada del piso, con su brazo indicando los pisos de abajo. ¿Qué hacer? ¿Qué quería? Cerré los ojos y solté un suspiro. Tras sentir la subida de adrenalina y la corriente de dolor llegar a mis oídos, los abrí de nuevo y di un paso adelante, a la salida del piso.
A medida que bajaba mi cuerpo se tambaleaba y el dolor aumentaba. Sentía la sangre seca endurecer la camisa, el sudor bajar por mis costillas y el mareo bambolear mi cuerpo. Con cada paso, con cada bajada de escaleras, el puntazo en la frente crecía y un sonido agudo ensordeció mis oídos. Me sentía confundido, atolondrado y perturbado por la cantidad de luz que entraba por los ventanales. Seguí bajando, poco a poco, a paso constante, cuando un quejido despertó mis sentidos y me infundió energía.
Soporté el dolor que causaba bajar las escaleras y me acerqué a ellos. Desde el piso superior podía vislumbrar como entre ambos cargaban a Samantha. Ella se quejaba ante el dolor que le provocaba bajar las escaleras y el malestar de ser cargada como una inútil hasta la planta baja. Me sentía orgulloso de mi trabajo con la chica. La hice sufrir, la torturé, la lastimé al punto de sentirme glorioso. Secuestrarla y llevarla conmigo fue de mis mejores trabajos y decisiones. Samantha nunca fue una equivocación.
Observar la palpable victoria de Nicholas y Andrea, me atiborró de ira hacia ellos. No podían ser felices. Si yo no lo era, ellos tampoco lo serían. Con eso en mente, elevé el arma y grité el nombre de Andrea. Ella se clavó al piso, con la mirada en la salida frente a ella. Ezra quitó el brazo de Samantha de su cuello y se posicionó frente a ellas, como el gallardo caballero que moriría por sus damas. Tenía coraje, no lo negaría.
Andrea también soltó a su hijo, sin embargo quedó sujeta a la mano de Samantha. Ella no se desharía de mí tan fácil. Andrea quería ser la valiente de la historia, la que me usó como a un juguete viejo. Ella me engatusó al punto de perderme en mis propios pensamientos. Mientras ella jugaba conmigo, Ezra se acercaba por detrás y estampaba algo duro contra mi espalda. Me noquearon. Creyeron matarme. Yo era más fuerte que todos ellos juntos. Yo sería el único que saldría vivo de ese lugar.
Andrea me enfrentó, igual que minutos atrás. Si era sincero conmigo mismo, creí que ellos estarían lejos, en la policía, resguardados. Quizá era cuestión del destino que aún se encontraran en el edificio. Supuse que por el grado de dolor en el que se encontraba Samantha, ellos no huirían como querían ni saldrían corriendo escaleras abajo. Samantha era un retraso y la única culpable de mi última decisión.
—¿Qué quieres, Leonard? —preguntó Andrea.
—Darles un mensaje —respondí y alcé el arma— de parte de Max.
Con la bala que guardaba en la recámara, le disparé a Ezra en el estómago. Él se detuvo unos segundos en pie, con los fijos ojos sobre la mancha rojiza en su camisa. Samantha llevó una mano a su boca y soltó un alto gemido. Andrea, la última de los tres, permaneció con la mirada sobre mí. Sus ojos llenos de lágrimas se clavaron en mi rostro el tiempo suficiente para recargar el arma y posicionarla contra ella.
—Por Ellie —pronuncié con un nudo en la garganta.
El segundo disparó traspasó su carne. Andrea mantuvo mi mirada algunos segundos, antes de bajar a su estómago y observar la mancha de sangre que comenzaba a teñir su camisa. Tocó su pecho y cayó al suelo. El grito de Samantha vibró en las ventanas, junto a una estela de maldiciones que vociferó. Quería cerciorarme de sus muertes. Despegué mis pies del piso, bajé las escaleras y me posicioné sobre el cuerpo de Ezra.
Ezra tragaba y temblaba ligeramente, con la mano sobre su estómago. Vi sus ojos, como el brillo que bailaba en su iris comenzó a desvanecerse. Sonreí ante mi victoria y el triunfo inminente de la justicia. Al fin pagarían con sus vidas todo el daño que causaron, las desgracias que dejaron a su paso y las cenizas sobre las cuales caminaron. Era justo que pagaran sangre por sangre, todo lo que ese maldito amor causó.
Fue delicioso absorber el olor de su sangre, ver como el fino hilo rojo de vida comenzaba a brotar de su boca. Samantha se mantuvo alerta, junto a su madre. Se recostó de la pared, sus mejillas empapadas de lágrimas. Su mirada llena de odio, sin más que esperar mi elección: matarla o dejarla vivir. Sabía que ella no se abalanzaría sobre mí, no me haría daño. Por esa razón jugué con Ezra. Rocé su frente con el arma, lo vi respirar sus últimas bocanadas de aire y mascullar las últimas maldiciones.
Sonreí y evité gastar una bala en una persona que moriría en minutos. Golpeé el brazo de Ezra con mi pie y lo alejé de Andrea. Él quería tocarle los dedos, conectarse por última vez, como si eso cambiaría el final de la historia o la cantidad de sangre que de sus cuerpos brotó. Cuando él intentó de nuevo tocarla, se lo permití. De ahí me moví a Samantha. La apunté con el arma, sobre su corazón. Ella temblaba, gemía y mascullaba que no lo hiciera, que no era justo que también la matara.
Con el arma apuntando a Samantha, me posé sobre Andrea. Ella mojó su labio inferior, cerró los ojos y tragó. Necesitaba escuchar su súplica. Quería oírlas suplicarme que no matara a Samantha. Andrea lo supo, aun cuando a través de esa fina rendija apenas podía verme. Ella no podía hablar. La sangre llegaba a su garganta, la laguna bajo su espalda crecía y su cuerpo temblaba por las fallas internas.
—No… A ella no… —suplicó y lloró como una niña—. Por… favor.
Esperé que me suplicara hasta cansarse o hasta que su cuerpo desfalleciera. Al final, cuando sus energías se enfocaban en permanecer despierta o lucida, bajé hasta su oído y rocé levemente su carne. Quería que lo escuchara claro y fuerte.
—La dejaré viva, Andrea, solo para que los vea morir. Esa será mi venganza.
Me divertía en demasiado hacerles sentir inferiores, minúsculos, como la pelusa de un suéter. Samantha negó y bajó el rostro. Se rendía ante mi decisión. Si quería los hubiese matado a todos de una vez, con un disparo certero en la frente. Pero no. Eso sería demasiado sencillo y menos tortuoso. Deseaba que sintiera el alma despegarse de su cuerpo, que su corazón poco a poco se detuviera, que vieran la vida pasar a través de sus ojos y sintieran la desesperación por aquellas personas que dejarían vivas.
Sin alagar demasiado la despedida, subí trotando las escaleras. A lo lejos escuché ruido y maldiciones. Samantha no toleraba perder a su madre de esa forma tan cruel. Era difícil para ella entender que la vida de esas personas pendía de un hilo. No creí que Samantha tuviera las agallas de bajar el resto de las escaleras hasta el primer piso. Su cuerpo magullado no lo toleraría. La subestimé de la misma manera que lo hizo conmigo. Subestimé que tuviese el poder de llamar a la policía y a una ambulancia.
Subí, subí y subí hasta que mi respiración se entrecortó. No supe cuánto tiempo sucedió desde la detonación, hasta el final. Lo que supe era que estaba en un piso desconocido, diferente al anterior. Allí había una abertura en el costado izquierdo del edificio. Faltaban los ventanales y el aire helado taladraba mi piel. Me acerqué al filo del piso y observé los inicios de las columnas. Las cabillas sobresalían de un trozo de concreto que cubría varios pilares de lo que sería el anexo del edificio principal.
Ellie llegó hasta mí e insertó los brazos bajo los míos. Recostó su mentón en mi hombro y rozó la sangre seca de mi cuello con su nariz. Ese movimiento erizó mi piel e hizo que cerrara los ojos. Extrañaba tanto sentirme libre y feliz. Había cumplido mi objetivo. ¿Qué sucedería entonces? Me encontraba en un estado de shock, sin saber qué hacer a continuación. ¿Cuál sería el siguiente movimiento? ¿Maximiliano me mataría?
—¿Eres feliz ahora? —le pregunté a Ellie.
—Solo falta cosa para ser feliz. —Se alejó de mi cuerpo y se detuvo a mi lado. Insertó sus dedos entre los míos y sonrió dulcemente—. Ven conmigo.
—¿A qué te refieres?
No entendía del todo a qué se refería. Estábamos juntos, éramos felices. Ellie nunca me lastimaría ni se alejaría de mí. Las personas que tanto año causaron ya no estaban. ¿Qué cosa podía faltar para que nuestra felicidad se perpetuara? Vengué su muerte, hice que los culpables pagaran, visualicé una vida plena y amplia. Tenía a las personas que amaba conmigo. ¿Qué más podría necesitar? Mis planes eran escapar lo más lejos posible y esconderme tan bien como sabía. Los planes de Ellie eran otros.
—Salta —emitió con una sonrisa—. Así estaremos juntos para siempre.
¿Ellie quería que me suicidara? No estaba tan loco para eso.
—No lo hagas, Leonard —interrumpió Clarice.
Ellie apretó mi mandíbula y me hizo mirarla.
—¿A quién prefieres, mi amor? —preguntó Ellie—. ¿A mí o a ella?
No era una pregunta que estaba dispuesto a responder. Las amaba a ambas por igual, sin diferencia o distinciones. Primero amé a Ellie durante mi adolescencia. Clarice se inmiscuyó en nuestra relación poco antes de Ellie marcharse a Charleston para la maldita entrevista. Después de ella morir, Clarice llenó mis espacios vacíos y se convirtió en la persona que estuvo conmigo en el peor momento de mi vida. ¿Cómo podía decidir a quién amaba más o a quién quería más cuando ellas eran iguales?
Ellie quería que saltara al vacío para estar con ella. Clarice me quería dentro del edificio, a salvo. Dos lobos que se peleaban mi mente, mi consciente y lo poco que me quedaba de cordura. Cerré los ojos, lancé el arma y aplasté ambos lados de mi cabeza. Caminé de un lado al otro, confundido ante la decisión final. ¿A quién escogería? ¿Me escogería a mí sobre ellas? Creé un camino con mi desesperado. Comencé a hiperventilarme, a absorber aire con mayor necesidad de la habitual.
Clarice no me presionó, pero Ellie me obligaba a saltar.
—¡No saltaré! —afirmé hacia ella.
—No tienes opción. —Cerró los ojos y sonrió—. Vienen por ti.
En la distancia escuché el sonido de las sirenas de la ambulancia y la alarma de la policía. Se acercaban. ¡Samantha logró llegar abajo! La desesperación por escapar y la presión que ejercían sobre mí, hizo que explotara como una bomba atómica. Grité que me dejaran en paz. La idea de ir a la cárcel y pagar por un delito que no cometí, me impedía pensar con claridad. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mis labios se agrietaron.
—¿Por qué me hacen esto?
—Porque tú me hiciste esto —masculló una Ellie diferente a la anterior.
—Y esta soy yo ahora, gracias a ti —afirmó la última versión de Clarice.
Ambas mujeres se desfiguraron, al punto de erizar la piel. Ellie era un estropajo de carne maltratada, múltiples heridas en el cuerpo, dientes faltantes, su pecho aplastado, los órganos internos al aire libre y las piernas quebradas. Bajo ella se encontraba un charco de sangre y carne. Mis ojos se ampliaron como planetas y mis labios temblaron ante la horripilante imagen. Ella no tenía ojos, su cabello se pegaba a los pocos trozos de cráneo y sus labios se curvaron en una escalofriante mueca.
Junto a ella se encontraba Clarice; la Clarice que Reed rostizó. Su cuerpo olía a hollín, las llamas del fuego se alzaban a su costado, la sangre corriendo por entre sus piernas, el cuerpo maltratado, el rostro amoratado, la piel desnuda y las marcas de los agarres en sus muñecas y tobillos. Sus ojos eran negros como la noche, sus labios apenas se veían por tanta sangre y sus manos estaban extendidas ante mí. Clarice me señalaba y afirmaba que siempre fui el autor intelectual de sus muertes.
—¿Cuántas veces te dije que no siguieras con esas personas? ¿Cuántas veces te dije que salieras de ese mundo? —inquirió Clarice—. Nunca me creíste ni accediste a mis peticiones. Un collar robado no cambiaría nada. Leonard. Me mataron por tu culpa.
—No, no, no. —Elevé las manos—. Te mataron por culpa de Ezra, por llegar a él, por hacerme pagar y deshacerse de mí. Por eso te mataron, Clarice.
—Me quemaron por tu culpa. —Abrió los brazos como Jesucristo y las llamas alcanzaron sus ojos—. ¡Mírame, Leonard! ¿Soy la persona de la que te enamoraste? Yo quería cambiarte, hacerte una mejor persona. Me equivoqué y lo pagué con mi vida.
—Lo siento tanto —lloré mis disculpas—. Yo te amaba… te amo, Clarice.
Me torturaba pensar las formas tan horribles en las que murieron.
—¿Por eso dejaste que me llevara el auto? —inquirió Ellie—. ¿Por amarme permitiste que condujera durante horas y me aplastaran? ¿Por amor me mataste?
—Andrea te arrastró a esa muerte. ¡Ella es la culpable!
Cuando las palabras salieron de mis labios, la primera explosión arremetió contra los cimientos del edificio. No sabía de dónde provenía tal detonación, pero los trozos de paredes comenzaron a caer. El piso bajo mis pies se movió, las ventanas se quebraron y el sonido de las siguientes detonaciones fue música para los oídos de Maximiliano. Él colocó bombas para acabar con nosotros. Todos caíamos de nuevo en su jodido juego.
Para evitar que un pedazo de techo cayera sobre mí, corrí a la ventana. No sabía de donde sujetarme, cuando el humo, los vidrios y el concreto comenzaron a caer como lluvia. Fue una sucesión de hechos, uno tras otro. El aroma del concreto, las cabillas que comenzaban a verse en las paredes, los bloques que caían al suelo, las grietas en el piso y las dos mujeres ardiendo ante mí, me hicieron retroceder unos pocos metros.
—¿Cuándo dejarás de culpar a las personas que te rodean? Hazte cargo de tus propios errores. —Ella se acercaban aún más, cómo demonios buscando almas—. Esas personas que mataste son inocentes, al igual que nosotras. Todos hemos sido víctimas de Maximiliano. Por su culpa, ahora todos estamos muertos.
—¡Nos mataste! —gritó Clarice—. ¡Nos mataste, Leonard!
—No, no, no. ¡Las amo a ambas! —afirmé llorando—. Por favor, perdónenme.
—¡Nos mataste! —gritaron ambas al unísono.
Cuando las ventanas se movieron como una serpiente, perdí el equilibrio. Quise sujetarme de ellas, pero mis manos traspasaron su carne y se volvieron traslúcidas. Al perder el equilibrio, mi espalda se desplomó hacia atrás, en cámara lenta, como una maldita película. Mis brazos se ondearon en el aire, mi garganta se apretó por la presión y mi cuerpo sintió el filo de las cabillas traspasar mi carne. Lo único que escuché fue el chasquido de la carne apuñalada y el ardor que abrazaba todo mi cuerpo. Sollocé los pocos segundos que estuve consciente, mientras los cuerpos de ellas me observaban desde arriba. Por último se produjo el postremo estallido, y el edificio se derrumbó.
¡¡¡AL FIN!!!
Al fin leo lo de la explosión :'D
Ahora, si me lo permiten, voy a utilizar el hashtag que tengo preparado con Stefany desde hace días :3
#PerreoIntensoSobreSusTumbas
Sabíamos que este sería el final de Leonard y sinceramente, ni me duele ni me perturba, eso le pasa por meterse con mi pequeño Freddy.
Esme siente que esa venganza ya está cumplida 😌
Se merecía más pero me conformo con lo ellie y Clarice le dijeron ojalá se pueda en el infierno
Por fin Ellie y Clarice le dijeron su realidad a Leonard el y solo el fue responsable de sus desiciones y el maestro fue Maximiliano.
Me duele en el alma lo de Andrea y Ezra que pasara com Sam sobrevivira al dolor .
Al final solo somos piezas de ajedrez en esta vida ♔♖♘😣😭😭
Al fin la mente d Leonard o quizás su conciencia tuvo un momento d lucidez y le espetó su porción d culpabilidad en todo lo acontecido. Ya no estaba la fiel compañera Ellie para hacerle creer q los demás estaban en contra suya y había q vengarse d ellos. Ahora la realidad se le presentó en forma de 2 deshechos humanos clamando su inocencia y reclamando el haber sido abandonadas x quién dijo amarlas.
Ojalá al fin la justicia haga su tarea. Sobre los demás, si cuentan con ángeles guardianes es momento d invocarlos. Eso si creen en milagros.
Y bueno el trastornado de Leonard terminó como tenia que ser... supongo que Sam se salvó. Y ya me quedé sin esperanzas por Nick y Andrea... aunque tal vez aún me quede un poquitito...😢😢
Ok, eso fue aterrador. Imaginar a esas dos tal como murieron fue espeluznante, repulsivo y todos los adjetivos calificativos referentes al asco. Aparte, sentí asombro por como lo enfrentaron. ¿El fin de Leonard? En definitiva. Ahora solo me queda esperar el final. Pobre de mi Sam, le tocó ver a su madre morir de la peor manera posible.
Hasta el sábado, muñeca de torta.
#PerreoIntensoSobreSusTumbas
Me pareció muy bueno el final de Leonard y que al fin haya despertado a su realidad y saber que Ellie y Clarice murieron tambien por su culpa murio atormentado por ellas bien merecido ahora a esperar el final ya falta poco.
Era el final que siempre se supuso tendría Leonard, siempre creí que su locura lo llevaría a matarse, imagine muchas pero casi siempre pensé que sería en un accidente de transito. Quedo aclarada mi duda de porque Ellie culpaba a Andrea y a Ezra de su muerte.
Odie cuando narro como mato a Freddy pero bueno buen final para este animal.
Ahora que siga la Explosión............
finalmente twrmino de morir el desgracio!!!...al menos tuvo algo sw lucidez y pudo vwr su error con lo q Ellie y Clarice le dijeron...
al menos Sam logro sacar a los suyos quizas muertos pero estaran con ella...
esperemos a ver como termina esta historia...
Gran capitulo, me da gusto saber que se dio cuenta que sus dos grandes amores lo traicionaron y lo sacaron de su burbuja de amor y pasión .
Todo el error ,rencor y odio nació de él, él fue un títere de Maximiliano y muy bien manejado que al final se le salio de las manos a Max.
Esperando el gran final.