Confesiones de un orador tartamudo

in #spanish7 years ago

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Seinfeld es uno de mis heroes. En uno de sus clásicos chistes, comenta sobre un terror compartido.

"Hablar en público es el miedo número uno para la persona promedio. La muerte es el número dos. Eso quiere decir que en un funeral, la gente preferiría estar en el cajón antes que dando el discurso fúnebre."

Cada vez que doy un curso o taller de oratoria, entre los participantes surgen dudas sobre el paso inmediatamente anterior a dar una charla. Los momentos o días previos. ¿Cómo manejar los nervios previos? ¿Cómo impedir que aparezcan los bloqueos en forma de amnesia o garganta seca?

Me gusta hablar en público. Disfruto la preparación, la adrenalina previa, influír positivamente sobre un grupo. Pero no siempre fue así.

A los doce años, noté que junto con la adolescencia apareció la tartamudez. Comencé a sentir las palabras amontonándose unas sobre otras y enredándose en la boca. Y las miradas impacientes de quienes escuchaban.

El tartamudo no la tiene fácil. En el afan de que nadie descubriese mi tartamudez, hablaba poco, muy poco. Hasta parecía calladito, lo que parecería ridículo para quienes me conocen hoy.

Me trababa con toda palabra que comenzara con consonantes. También con las que tenían consonantes en el medio.

Pero tenía un escape. Los tartamudos suelen poder cantar sin trabarse. La prosa los limita, el canto los libera.

El proceso consciente no registra el canto como una sucesión de palabras únicas sino como un sonido continuado. Algo así como lo que le ocurre a Colin Firth encarnando a Jorge VI en el Discurso del Rey. Todo tartamudo descubre pronto que al cantar las barreras que parecen infranqueables, desaparecen.

Y es entonces cuando comienzan las fantasías. Porque cantar me permitía hablar sin trabas. Y entonar la melodía de Persiana Americana, de Soda Stereo, gritando todo lo que pudiera sin que me echaran de casa.

Tus ropas caen, lentamente. Soy un espía, un observador.

Ya no estoy en mi pieza húmeda, descalzo y ansioso. Estoy en el estadio Obras, en el escenario, una multitud corea conmigo las palabras de Cerati. Noche. Cantar es libertad. El mar de la multitud ruge, pero mi voz, gracias al micrófono, suena por encima de la de todos ellos. El cassette (ni siquiera era época de CDs) terminaba y era expulsado automáticamente del stereo de auto que tenia encima de mi mesa de luz, con parlantes apenas atados con unos cables sospechosos.

Divertido el juego. Pero a mi me obsesionó trasladar la fluidez del canto a la charla de todos los días. Y poder pedir un helado de Chocolate Bariloche Con Crocante de Almendras, y no esa espantosa Crema del Cielo color celeste, que era mucho más fácil de pronunciar.

Se me ocurrió que quizás la repetición ayudaría. Y escucharme. Asi que empecé a practicar con un grabador de mano. Una frase por vez.

"Quiero un cucurucho de chocolate bariloche con crocante de almendras". Maldito trabalenguas. Dos veces. Cien. Mil. A la noche era más fácil, porque todos dormían.

Lo mismo a la noche siguiente. Y muchas más. Cien. Mil. Ya puedo pedir un helado. Ahora quiero preguntarle la hora a alguien en la calle sin que se me ría en la cara. "Hola, disculpá, me pppodés decir la hora?". No. Otra vez. Mil. Diez mil veces.

Me sentía como desenredando cien cables de auriculares que estuvieron olvidados demasiado tiempo en una mochila. Lento, con la paciencia del elefante, y muy poco a poco, las frases aparecían limpias.

Leía mucho. Me hice experto en sinónimos. Cuando no podía pronunciar una palabra, usaba otra parecida. Viene muy bien poder decir "jubiloso" cuando "fffeliz" se traba en los dientes. También sonaba un poco pretencioso, porque nadie dice "jubiloso", ni muchas de las palabras que comencé a incorporar (¿quién dice "incorporar" cuando existen "usar", "sumar" o "agregar"?).

Todo bien. Mejor pretencioso que tartamudo.

Semanas, meses. Un par de años después, casi no se distinguían mis trabas. Había aprendido a actuar mi fluidez con tanto énfasis y formalidad que al pedir un café me tensaba como quien quiere meter un cheque falso en el banco. Mucho mejor que antes.

Años después, ya era parte de mi. No era actuación, era yo.

Muy formal, si, pero también fluído. Pude trabajar en ventas. Vivir de convencer a otros, lo que parecía un delirio a los doce años, a los diecinueve ya era una realidad.

Y luego, los talleres de venta. Las charlas a grupos. Después vendrían la secundaria nocturna, la carrera de Publicidad, y el rol docente. Mi Yo de treinta y cuatro tuvo que aprender a reconciliarse con el Alejandro de doce.

Pero quería saber como lo hice. Sentía que tenía que haber una forma de sintetizar lo que yo había hecho durante años de adolescencia para poder transmitirlo a otros, y que no se necesitasen tantas horas ni un grabador maltrecho para conseguir los mismos resultados.

Comencé a darle forma a esta idea leyendo textos sobre neurociencia, pero sobre todo aprendiendo sobre PNL (programación neurolingüística). La reiteración de tantas noches había reimpreso un nuevo programa en mi cerebro ansioso. Cada frase, como nueva linea de código, reemplazando al código erróneo de la frase tartamuda.

Había generado mis propias herramientas para reparar los desvíos, y una vez conseguida la primera victoria, había modelado instintivamente la receta para aplicarla en lo sucesivo.

¿Cómo acelerar este proceso?

Vi un video de Daniel Gilbert, un investigador de Harvard, en una charla TED. "¿Por qué somos felices?"

Nuestro actual cerebro es tres veces mas grande que el del homo sapiens de hace dos millones de años. Y ganó nuevas estructuras. Pero sobre todo, adicionó una nueva parte, el lóbulo frontal.

En ese lóbulo, habita la corteza prefrontal. Entre otras funciones, esta corteza puede actuar como un simulador de experiencias para nosotros. Como un simulador de vuelo, que permite a los pilotos practicar sin poner en riesgo a trescientos pasajeros.

Esta adaptación permite que tengamos experiencias simuladas sin tener que experimentarlas en vida real. Como imaginarse cantando en un escenario de cancha de River, o pidiendo un helado con éxito.

Nuestro cerebro puede crear imágenes antes de vivirlas. Estas imágenes pueden ser visuales, auditivas, táctiles, olfativas, gustativas.

¿Puedo ver lo que nunca viví? Claro que sí, se llama visualización.

¿Puedo escuchar u oler lo que nunca experimenté? Sí. Porque aunque no hayamos vivido (aun) la experiencia imaginada, si vivimos situaciones o vivencias similares. Ellas nos dan el material para crear.

Nuestros cinco sentidos puede brindarnos el material sensorial para crear la imagen que querramos.

¿Que diferencia hay entre una visualización intencionada y una simple imaginería o fantasía? La intención. El propósito.

Una visualización creada con el propósito de generarnos un cambio emocional positivo, tiene mucho poder.

Empece a usar el simulador de vuelo. Quise concentrarme en una imagen exitosa del desafio que tenía por delante (una clase, un curso, una charla), para que el cerebro aprenda de dicha imagen y crea en ese éxito imaginado.

Comencé a imaginar un auditorio feliz de recibirme.

Sonrisas, gestos amables en los rostros. Aplausos. Me veía caminando la sala, relajado, con un tono de voz sereno, participando junto a los asistentes en el desarrollo de la clase.

Si la escena positiva era lo suficientemente fuerte, salía a escena con esa imagen viva en el cerebro, y la visualización se fundía con la realidad. Y me concentraba en las sonrisas, en los gestos amables, en mi propia sensación de relajación.

Seinfeld nunca expresó timidez o angustia para hablar en público. Su forma de hablar de la muerte o de la ansiedad con ese nivel de liviandad me generó siempre una profunda admiración.

Ese es uno de mis objetivos primarios hoy cuando doy formaciones en oratoria.

Liviandad. Faltarle el respeto a la ansiedad y al temor, creando un mundo propio de imágenes que luego se transforman en realidad.

¡Buena fin de semana para todos!

Alejandro!

Sort:  

Muchas gracias! Me alegro te haya gustado. Un abrazo grande

Excelente post y bienvenido!

Gracias Jackelin!!! Abrazo y exito para vos!

Hace muchos años que no he oido alquien decir tartamudo. Mi padre (el cual murio cuando yo tenia 5 años) lo era. Sigue tu rumbo siempre pa'lante (soy Puertorigueño). Estas en buen camino!

Gracias stonesteem! Que buena bienvenida, este es mi primer post en steemit. Un abrazo grande desde Argentina

Felicitaciones! Ojala que sigas en adelante y com mucho exito!