UN MINUTO v2.0 [Historia y dibujo]
X era un tipo de altura promedio, cabello oscuro, ojos color marrón, contextura delgada, dientes alineados, nariz respingada, sin barba ni bigote y que siempre vestía de manera formal; en fin un hombre común y corriente a simple vista. Sin embargo, la profundidad del marrón de sus ojos generaba escalofríos y las ojeras que los bordeaban indicaban que pasaba días completos en desvelo, además de que el tono de su voz era tan fuerte como para dirigir a cualquier ejército y en su mano derecha tenía un tatuaje con forma de tribal donde sobresalía una letra X.
X vivía a las afueras de la ciudad en una cabaña situada a mitad del bosque. A un kilómetro de su hogar vivía una familia de tres señoritas y un anciano: Juana, Catalina, Ana María y Francisco. Francisco era el padre de las tres mujeres, un hombre magro, de edad, con el pelo blanco como un nevado, que había decidido mudarse a la tranquilidad de la naturaleza después del fallecimiento de su esposa. Juana y Catalina eran las hijas mayores, las cuales desempeñaban labores de criadas en otros hogares para colaborar con el sustento de su familia; ya que la pensión del viejo no era suficiente. Ana María era la hija menor, la más hermosa y la consentida de Francisco, ya que se parecía bastante a su madre.
Fue en una mañana de abril cuando X salió a recoger agua a un pozo cercano que conoció a la bella Ana María. X nunca había visto una mujer con los labios tan rojos, los ojos más azules que el pacífico, el pelo tan lacio y rubio y una presencia tan angelical y avasallante. De los nervios dió unos cuantos pasos para atrás y cuando la mirada de Ana se posó sobre él, su frió rostro se ruborizó y no encontró más respuesta que echarse a correr y huir del lugar.
Esa noche más que en otras noches su desvelo fue mayor y solo esperaba el amanecer para volver a ir al pozo y reencontrarse con la mujer que le había quitado el sueño. A la mañana siguiente, con la esperanza de volver a ver a la bella joven fue de nuevo camino al pozo pero esta vez a quien vió fue a las hermanas mayores de la chica. Juana y Catalina vinieron en reemplazo de su hermana ya que esta había enfermado por cuestiones inexplicables de un momento a otro. El no ver a quien esperaba causó una tristeza aguda en X y después una rabia repentina, se preguntó qué tipo de burla le estaba jugando Ana María al enviar a sus hermanas que no eran ni la mitad de bellas; era una burla sin precedentes, era un no rotundo a lo que el sentía por ella y que quería confesarle. Los días pasaron, X deambulaba de su casa al pozo esperando una segunda oportunidad de verla pero nunca ocurrió. X se encerró en la soledad de su morada por varias semanas, acompañado por botellas de tequila, cigarros y la falta de sueño. Sus ojeras se pronunciaron hasta tocar sus tobillos, el frió de su mirada equiparaba al del clima de invierno para esa fecha en pleno mes de Octubre, se había dejado la barba y el bigote y de su vestimenta formal solo quedaban harapos. Durante esas semanas garabateo sobre un pliego de papel una serie de esquemas y escritos, estaba planeando algo, una risa un tanto ronca confirmaba que se aproximaba algo grande.
La noche del 31 de octubre X salió por fin de su cueva y tomó rumbo hacia la casa de Ana. Llevaba consigo una mochila y se encontraba raramente tranquilo; como si la noche anterior si hubiese podido conciliar el sueño. El silencio de la noche se veía interrumpido por las hojas que se resquebrajaban bajo sus pies, los búhos salían de cacería y el coro de ulules marcaba el ritmo del andar de aquel hombre, a lo lejos se escuchaba el aullar de los lobos pero un simple gruñido de X bastaba para que cualquier otra bestia prefiriese guardar silencio. Al cabo de unos minutos se encontraba ya frente al portón de la casa de la bella señorita. Prefirió no tocar para no despertar a nadie ya que si lo hacía sería una falta de modales, entró cautelosamente en la mansión y con un suave toque cerró la puerta. El Tic Tac de un reloj de pared marcaba la diástole y sístole de su corazón y de su andar por aquel ambiente lúgubre, todo estaba a oscuras pero él estaba acostumbrado y podía desplazarse sin problemas.
De repente, escucho unos pasos que se acercaban y frenó su marcha, una luz iluminó su rostro y encandelillo sus ojos. Cuando pudo ver claramente se encontró con la figura esquelética del viejo Francisco (otro noctambulo), sin dudarlo decidió darle al anciano un fuerte apretón a modo de saludo pero por error tomó su cuello en lugar de su mano y agregó a la melodía de la noche las notas que generaban el hundimiento de los huesos de su tráquea tal cual como si fuesen las teclas de un piano; un minuto después el anciano pudo conciliar el sueño.
X continuó el recorrido por la mansión en busca del cuarto de su amada. Resultó en la cocina por error y tropezó con una olla que generó un estruendo que sacudió el polvo de la casa. Juana se enteró de la presencia del hombre y tomó un bat de beisbol para enfrentarlo. Cuando estaban frente a frente X manifestó que no tenía malas intenciones y que por el contrario había venido hasta allí solo para visitar a la menor enferma, pero sus razones no convencieron a Juana que tras escucharlo bateó un home run a su cabeza. Un tanto disgustado X sacó de su mochila un gran cuchillo y con la agilidad de un cirujano experimentado decidió convertir a Juana en un modelo más atractivo de mujer, corto por aquí y por allá y en un minuto transformó el cuerpo en un picadillo de huesos y vísceras que ahora parecía realmente más atractivo; al menos para los lobos. Un gritó de temor destempló los oídos de la bestia, era Catalina quien había despertado y se encontraba junto a lo que quedaba de su hermana; pues el lobo estaba disfrutando su banquete. X se limpió la boca (le sobraban modales) y tomó a Catalina por los brazos, con el cuchillo hizo una pequeña incisión justo donde daban las cuerdas bucales y puso en mute a la joven. Sacó de su mochila una extensión eléctrica con los terminales descubiertos, la conectó a la red de la casa y puenteó a Catalina para que hiciese de bombilla y alumbrara la oscura noche. La muchacha se retorcía y cada vez que trataba de gritar se ahogaba en sangre. Bon Voyage se despidió X de la iluminada Catalina. El fluido eléctrico se vió interrumpido después de un minuto tras haberse originado un corto circuito; al fin y al cabo la sangre también es un conductor.
Por fin dió con el paradero de Ana María quien también se había percatado de su presencia. No me hagas daño sollozaba ella mientras él justificaba que solo había venido a verla y a preguntarle por qué no había vuelto al pozo. Sus lágrimas daban brillo a su hermoso rostro y cuando pudo controlar el llanto grito con muchas ganas -¡Tu presencia me enferma, tu mirada rebela lo pútrido de tu corazón y el aura oscura que te rodea absorbe la luz de mi vida!- X sonrió como nunca antes y después de ello rompió en llanto ya que el sentimiento que ella tenía hacía él era algo mutuo, era lo que estaba esperando, para él ella era un ser tan bello y puro que corroía su corazón con bondad y le causaba náuseas y era por eso que la deseaba tanto, por ser la primera y última de las contradicciones de su vida. X desbordó en pasión y comenzó a besarla por todo el cuerpo de manera desmesurada tanto que arrancó pedazos de su piel a la vez que sus fuertes manos trancaban la circulación de la joven por donde rozaban. La fina y aguda voz de la muchacha fue perdiendo fuerzas mientras la grave y ronca voz de X se convirtió en un aullido y la vida de Ana se esfumó en otro de los minutos de desenfrenó de la bestia.
Días más tarde fueron encontrados los cuerpos de Francisco, Juana y Catalina durante un allanamiento de la policía; que había sido llamada por los vecinos donde trabajaban las hermanas mayores (pues no comprendían el motivo de su ausencia injustificada). Mas el cuerpo de Ana María no apareció en la escena del crimen y en su alcoba solo encontraron la piel de un animal.
La casa de X se encuentra ahora abandonada y de él no hay ningún rastro. Por el cementerio junto a la tumba del anciano y las hijas mayores hay quienes dicen han visto a Ana María aunque no tan bella como antes, dicen que su cara y gran parte de su piel esta cocida como si hubiese tenido un accidente grave además de que su mirada ya no es del azul cielo que antes radiaba luz sino que es de un color marrón oscuro y que lleva en su mano derecha un tatuaje de un tribal con una X tachada por una A. Ana María sonríe en la tumba de sus familiares, su voz suena algo ronca como un aullido y otras bestias llegan a acompañarla en su duelo. Ana sabe que visitar a los muertos es de buenos modales.
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