Los militares venezolanos no son los herederos del Ejército Libertador: fragmento de la novela "Los restos del Rey Zamuro", de Luis Aristimuño

in #spanish7 years ago

Durante la composición de mi novela, Los restos del Rey Zamuro, basada en los últimos días del caudillo Hugo Chávez, sentí como una necesidad del texto alguna nota, aunque fuera un pie de página, sobre los orígenes de la institución militar venezolana. Aquí les presento ese fragmento como inicio de otros post, los que tal vez ayuden a comprender el papel que ahora mismo desempeña este estamento en la tragedia venezolana.

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En la historia de los países nunca falta una escuela militar. En Venezuela se tienen noticias de la fundación de alguna de ellas desde tiempos de la Colonia. Incluso, en el mismo momento de la constitución de la República, un establecimiento de estos estaba en el proyecto. Después, a lo largo de la historia, existieron intentos reiterados de instaurarlos formalmente. El 4 de junio de 1903, Cipriano Castro decretó por primera vez una de esas con el nombre de Academia Militar de Venezuela para formar oficiales de Infantería, Caballería, Artillería, Ingeniería y de Estado Mayor, haciendo construir un edificio sede situado en un altozano llamado La planicie, dentro del Valle de Caracas, que inauguró el 23 de mayo de 1908. Este mismo año Juan Vicente Gómez lo desplazó del poder y demoró el establecimiento definitivo de la institución hasta junio de 1910. Había pensado en eliminarla, pero desistió llevado por los buenos consejeros que eran sus ministros. Es sabido que Gómez era un iletrado con pocos conocimientos académicos, pero también alguien que sabía sacarle partido a sus colaboradores, escogidos entre los profesionales de mayor preparación de Venezuela. De cierta forma, respetaba el conocimiento e intuía que para gobernar el país era imprescindible contar con la ayuda de los mejores. Y si sus propios estudios formales se habían quedado en los más básicos, era en cambio gran conocedor de los hombres. Frecuentaba la disciplina de escudriñar cómo pensaban al mirarlos a los ojos. Muy pocos sostenían su mirada cuando les esculcaba el alma. De estos, que se pudieron contar con los dedos, unos terminaron exiliados y otros carcomidos sus cuerpos en el Casillo de Puerto Cabello, La Rotunda o cualquiera de las letales ergástulas situadas estratégicamente en todo el territorio nacional, de donde, si él lo decidía, no se salía vivo. Los que bajaban la mirada, en cambio, llegaron a ser figuras de la literatura, la diplomacia y excelentes funcionarios públicos, aparte de agradecidos por la ayuda monetaria en efectivo que les hacía entregar; o los cargos en el servicio exterior con asientos diplomáticos en la Liga de las Naciones, con los que podían vivir a cuerpo de rey por años en las grandes capitales del mundo y, además, hacer ahorros en moneda extranjera, lo cual les permitía después regresar con buenos fondos en moneda nacional. Unos años después, con el reventón de los pozos petroleros, recurriría a los contratos. A cambio, se rodeaba de ellos para escuchar complacido y atento las fluidas discusiones acerca de los asuntos internacionales. A partir de estas prácticas tenía, pues, un conocimiento claro de los movimientos de la guerra en Europa. Y se convirtió en admirador de la vistosidad, el orden y la rigidez del ejército alemán. Por ello captó en toda su dimensión el comentario de un asesor, conocedor de Europa y de la modernidad militar, sobre el hecho de que para cualquier país se hacía imprescindible tener una buena escuela de formación militar.


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Los tiempos lo reclamaban. Cuantimás en Venezuela, donde los ejércitos eran poco más que montoneras, levantados en armas de un día para otro por cualquier disgusto de los caudillos que existían en la destartalada República recién salida de un siglo de guerras y escaramuzas. Su instinto de perro viejo le avisaba que, tarde o temprano, tendría que combatir y eliminar a los jefes aposentados en casi todos los territorios del interior, donde se sentían amos y señores desde que Páez los había organizado como Partido Liberal para fundar la República en 1830. Al término del poderío de este bando, por los años de 1860 con la llamada Guerra Federal, se formó otro, si bien con aparentes objetivos reivindicadores de las mayorías oprimidas, pero él sabía bien que a estos, derrotados a su vez por Don Cipriano a finales del mismo siglo, les animaba el mismo escozor de poder de sus antecesores oligarcas. Este país, se diría el zamarro general, jamás podría ser gobernado en su totalidad como un todo si no se amarraban corto los gallos que cantaban en los patios interioranos. Y para cantar él solito debía contar con tropas superiores a las mesnadas de campesinos y braceros reclutadas en los campos del país. Debía formar, en fin, un ejército profesional. Así que, con los actos celebratorios del primer Centenario de la Declaración de la Independencia, dio inicio a las actividades en la escuela de formación de oficiales. Eso sí, los estudiantes eran rigurosamente seleccionados. Cada estado de la Unión sólo proveía dos aspirantes, postulados por el gobernador designado a dedo por el mismo General. Los seis que postulaba el Distrito Federal, asiento de la capital, se escogían bajo su propia tutela. De allí saldrían los más fieles servidores. Y fue claro que este dictador, así como sabía que necesitaba oficiales formados, también les tenía prevención. En 1928, con motivo de los alzamientos de los estudiantes y de algunos cadetes, cerró la Universidad y a la Academia Militar de Venezuela terminó trasladándola a Maracay, donde él eligió vivir sus últimos días, como si quisiera tenerla bajo su cercana, astuta y desconfiada vigilancia.

Caricatura de Don Cipriano Castrofuente

Espero que les haya sido de algún provecho este post. Y, por si acaso les interesa leer más, les dejo la portada del libro y el enlace donde podrán encontrarlo. Gracias.

https://www.amazon.com/Los-restos-del-zamuro-Spanish-ebook/dp/B01L19ZH2E

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Totalmente interesante todo lo mencionado. Desconocía de mucho.

Una condensada pero esclarecedora revisión del origen del actual militarazgo, si cabe la palabra, de la Venezuela "moderna", escrita, como suele ser, con tu inconfundible estilo. Gracias, @antoaristi.

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Aunque tarde el comentario, pero vale, me gustó el tema.