El pequeño bebé mono
Hace años, cuando era pequeña, recuerdo que estábamos todos en casa disfrutando del domingo y mi mamá encendió la tv y puso un documental. Éste era sobre el comportamiento de los simios y el gran parecido que tienen con nosotros los humanos. Recuerdo que en el documental hablaban sobre sus características físicas, mencionaban los rasgos que los hacían ser llamados homínidos. Incluso nos comparaban con su modo de crianza, sus demostraciones de afecto y los cuidados que tenían las madres mono hacia sus críos. Varios datos interesantes pero que, a mi edad, ya me estaban aburriendo un tanto. Fue, entonces, cuando una escena llamó mi atención.
El documental se había enfocado en una familia de monos que tenía un integrante muy peculiar. Resulta que esta familia de monos habían llegado a un lago para beber y lavarse. Mamá mono se encargaba de que sus pequeños quedasen muy limpios y saciaran su sed, mientras que papá mono iba a interactuar con otros de su especie que estaban secándose tirados sobre la arena. Los gestos y acciones de estos simpáticos animales, ciertamente eran muy parecidas a las de nosotros. Pasó, entonces, que la madre mono decidió que ya era hora de salir del agua y empezó a sacar a sus hijos del lago. Los regresaba a la arena para que reposen sobre ella y se sequen bajo el sol, mientras ella les sacaba las chinches. Pero había un pequeño mono que no quería salir del agua. Este pequeño, a pesar de que su madre lo dejaba en la arena, se las ingeniaba para escapar de la mirada de mamá y zambullirse de nuevo al lago, chapotear y salpicar a los hermanos. Esto nos causó mucha gracia. Veíamos a esa cría inquieta zafarse de los brazos de su madre para volver al lago, hundir sus manos en el agua y empezar a bañarse y bañar a todos a su alrededor. Entonces sucedió que a la tercera ocasión, su madre ya se había impacientado, empezó a gritar y a saltar enojada, se abalanzó sobre su cría y la sacó a tirones del agua. Cuando el pequeño trató de volver una vez más, la madre empezó a golpearlo. Al principio solo fueron algunos manazos y tiradas de pelo, pero parece que a medida que el pequeño mono insistía en correr, ella cegada por su ira, lo golpeaba más fuerte y cada vez peor hasta que lo mató.
Cuando pudo desfogar toda su ira y por fin parar de golpear a su cría ya muerta, recién se dio cuenta de lo que había hecho y la culpa empezó a apoderarse de ella. La pobre mona se daba contra el piso, se cogía la cabeza, corría en círculos y desesperada daba unos tremendos alaridos. El padre se acercó, recogió a su cría y se puso a llorar con el pequeño en brazos, trataba de calmar a su mona pero no lo conseguía, la mona lloraba y gritaba desconsolada porque había perdido, por sus propias manos, a uno de sus pequeños.
Ese momento, ese episodio, esa pequeña parte de ese documental se grabó en mi memoria para hacerme pensar y reflexionar sobre la violencia, el maltrato, la importancia de la paciencia, la serenidad y el autocontrol.
Cuando somos padres, muchas veces nuestros hijos pueden sacarnos de quicio, pero eso no es motivo para ser violentos con ellos. Quizá, no en todos los casos, pase que terminemos matando a nuestros niños como la mona mató al suyo, pero la muerte de ese pequeño simio puede traducirse de otras formas.
Cuando gritamos o golpeamos a nuestros hijos, ellos aprenden a que esa es la manera de resolver conflictos. Les enseñamos a dejar de lado el diálogo y más bien a usar la agresión. Crecen con la idea de que para corregir o guiar es necesaria la violencia y que ésta es parte de la vida y es común. Quiero aclarar que con violencia me refiero a todo tipo de violencia: gritos, insultos, golpes y sí, también chanclazos y nalgadas (esto último está ya tan normalizado que implica un serio problema). Entonces, cuando criamos y creamos personas así, allí es cuando tenemos a nuestro pequeño simio muerto, hemos matado sus relaciones futuras ya que este comportamiento se relucirá también en otros aspectos de sus vidas como el trabajo, las amistades, la pareja, etc.
Es así que, cuando se hacen grandes, seguimos teniendo más adultos que repiten ese círculo de violencia. Personas que siguen corrigiendo con golpes, que siguen usando gritos e insultos. Personas que no controlan sus impulsos, conflictivas, que no dominan la ira y golpean. Y allí, una vez más, vemos a nuestro pequeño simio muerto, al que le hemos matado la capacidad de anteponer su serenidad, al que le asesinamos el autocontrol y le enseñamos a maltratar a sus semejantes y fomentar distancias, incluso con los que ama.
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Rompamos ya con esos círculos de violencia y empecemos a formar personas diferentes, personas que sepan controlarse, a quienes no los domine el enojo. Usemos las palabras, aprendamos y enseñémosles el diálogo. Será más demandante, pero también más satisfactorio, no los habremos lastimado, ni habremos dañado sus interrelaciones. Cultivemos su paciencia, cultivemos también la nuestra, no perdamos el control y antepongamos siempre la calma. No les matemos el control, ni la capacidad de resolver mejor los conflictos y reafirmemos nuestro compromiso de criarlos con amor y en armonía por el bienestar de la familia.
Es una tarea compleja y demandante, pero nosotros conocemos a nuestros hijos o estamos camino a eso así que, del mismo modo, aprenderemos a controlarlos y descubriremos las mejores formas de llegar a ellos y que entiendan nuestras enseñanzas y se les queden nuestras lecciones. Somos sus padres, tenemos la capacidad de lograrlo con amor, paciencia y respeto. Nadie mejor que nosotros para hacerlo porque #MamáyPapáSaben.
Texto sacado de mi blog personal:
https://mamaypapasaben.blogspot.pe/2018/02/el-pequeno-bebe-mono.html
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good
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Me encanto, lindo cuento
Tienes mi voto
por algo venimos del mono según la ciencia son bonitos recuerdos de nuestra niñez votada :)
Muy tierno <3
Muy bonito tu contenido
bonita historia lo que hace una madre por sus hijos
Buen tema .... Interesante.... Fuerza para todos los que somos padres y tenemos control de el desespero dia a dia jajaja
Hermoso niño :3 todo mi corazón para el!
linda historias y gracias por compartirla