Saludos queridos lectores. Hoy quiero hablarles del MIEDO. Los que me siguen con regularidad sabrán que resido en Venezuela, país donde la inseguridad y la incertidumbre están a la orden del día, fomentadas, incluso, desde el mismo Estado a través de una pésima gestión según mi opinión particular. Innumerables problemas nos aquejan y, recientemente, la misma naturaleza nos ha sorprendido con inundaciones y movimientos sísmicos. Este último, de gran escala, nos ha generado tal sobresalto que, como los sismos, sentimos el miedo en diferentes escalas y con replicas.

Algunos buscamos reaccionar, otros se paralizan, otros entran en pánico y actúan sin razón. En realidad, nadie sabe a ciencia cierta cómo reaccionará en una situación donde el miedo se apodere de nosotros. Esto ha generado mi reflexión de hoy.

¿Qué es el miedo?

El miedo es una de las emociones básicas del ser humano. Es un instinto que nos mantiene alerta ante situaciones de peligro. Puede ser considerada como una emoción desagradable, sin embargo, es positiva, porque es la responsable de nuestra supervivencia.

El miedo nos impulsa a retirarnos de situaciones de riesgo para evitar el peligro que nos acecha. Éste puede ser de tipo físico, emocional o incluso moral. El miedo viene a ser nuestra conciencia, nuestro yo prudente, que nos permite tomar decisiones acertadas contemplando los riesgos que corremos. En conclusión, el miedo en sí mismo, es una emoción positiva, no grata, pero útil definitivamente.

Cuando el miedo nos limita

Ahora bien, el miedo puede tornarse un obstáculo cuando es la emoción predominante, la que controla y determina nuestras acciones, incluso si no conllevan riesgo las situaciones que enfrentamos. Estos miedos pueden venir dados por experiencias pasadas y conductas aprendidas. Un ejemplo muy simple, en el pasado dos hombres asaltaron el transporte público en el que viajaba, ambos llevaban camisa con franjas horizontales. Después de eso, cada vez que subía al transporte, saltaban mis señales de alarma cuando veía un hombre con similar atuendo.

En nuestra historia personal tenemos heridas que nos han marcado profundamente. Son cicatrices que nos recuerdan una experiencia dolorosa. A veces estás marcas determinan nuestras decisiones actuales, nos paralizan o nos hacen reaccionar de manera desproporcionada a la situación que vivimos en el presente.

Conocí una señora que llevaba una relación aprehensiva con sus hijos, era absorbente, dominante y controladora. Tenía miedo de ser abandonada por ellos. Paradójicamente, su actitud hacía que sus hijos tomarán distancia de ella. En un proceso terapéutico, la señora reveló que en su infancia fue abandonada por su padre. Su madre, con el tiempo, decidió casarse de nuevo y esta nueva pareja eventualmente también se marchó. La niña creció con la creencia de que el abandono de su padre y su padrastro era su culpa, y desarrollo un gran temor al abandono. Por eso se aferraba de manera enfermiza a sus hijos que, al sentirse asfixiados por el control de su madre, habían decidido alejarse, cumpliendo así con el mayor temor de ésta.

Una de las características del miedo, en esta fase, es que desfigura nuestra percepción de la realidad. Así como, cuando éramos niños, veíamos monstruos en nuestro cuarto y resultaban ser la sombra de nuestros juguetes o las cortinas, de la misma manera, en la adultez, el miedo altera nuestra percepción, aumentando así la sensación de riesgo y nos mantiene en estado de alerta y de tensión.

Ideas útiles para manejar nuestros miedos.

La primera recomendación es observar nuestras reacciones desproporcionadas. Allí hallaremos indicios de nuestros temores. Nuestras explosiones de irá, en ocasiones son disfraces de nuestros temores, debemos agudizar la vista porque somos expertos camuflajeando el temor.

Otra sugerencia es preguntarte si realmente haces lo que quieres hacer. Cuando no es así, normalmente hay un temor que nos lo impide. Una buena herramienta para manejarlo es ponerle nombre a tu temor. Porque no puedes enfrentar lo que no conoces. Y luego, hazlo tu aliado. Ve a la raíz de tu temor, saca de él toda la información útil que puedas.

Finalmente pregúntate: ¿qué es lo peor que podría pasar? Y casi siempre es aquí donde se desvanecen la mayor parte de los miedos, porque en muchas ocasiones nuestros miedos son fantasmas, no existen, son desfiguraciones de nuestra percepción.

No niegues tus miedos. Asúmelos y haz vida esta frase atribuida a Nelson Mandela: No es valiente quien no tiene miedo sino quien sabe conquistarlo.

Para concluir quiero recomendarles dos películas en los que se aborda este tema, la muy conocida Monster Inc. , y Un monstruo viene a verme. Mírenlas con ojo crítico y bajo la perspectiva de sus propios miedos

Gracias por acompañarme a través de estas líneas. Hasta un próximo post y… por aquí seguimos.