El Templo del pueblo.

Han pasado ya cuatro años desde que nos mudamos a la Guayana Esequiba, un territorio en el noreste de Sudamérica cuyo dominio es disputado entre Venezuela y la Guyana Inglesa. Vivimos en un pueblo en medio de la jungla llamado «Jonestown», pueblo que fue fundado en el año 1974 por nuestro Padre, líder y reverendo Jim Jones, le gusta que lo llamemos Padre y los más pequeños le llaman Papá a pesar de que ninguno de nosotros somos hijos biológicos de él.

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Nuestro Padre creo en los años cincuenta el «Templo del Pueblo»; una iglesia inspirada en los valores más puros del cristianismo primitivo y conectada ampliamente con los principios más fuertes del Socialismo y del Comunismo. «Dios Todopoderoso, el Socialismo» es la consigna del Templo. El Templo primero comenzó en los Estados Unidos, en Indianápolis y luego el reverendo muy sabiamente lo trasladó junto con sus 140 seguidores a California, ya que sabía que ahí era más seguro en caso de un eventual ataque nuclear. Tiempo después en el año 1971 el Templo del Pueblo establece su sede principal en San Francisco, pero no sería sino hasta tres años después que nuestro Padre tendría aquella visión profética en la que se dio cuenta de que el paraíso estaba aquí en Guyana y fue entonces que decidió abandonar para siempre la tierra fascista y racista de Estados Unidos y junto con él nos fuimos unos novecientos miembros del Templo.

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Mi nombre es Juls, tenía yo unos 9 años de edad cuando mi padre (biológico) decidió seguir a Jim Jones. Mi padre forma parte del personal de confianza del reverendo y además es miembro fundador de Jonestown, mi madre por otro lado estaba algo escéptica cuando nos mudamos, pero nuestro Padre tiene un tratamiento especial para los que dudan de su fe y ahora ella es una mujer completamente entregada al Templo y es quien se encarga de dirigir la alimentación de todos los niños del Templo. También tengo un hermano se llama Jim en honor a nuestro Padre, nació justo cuando llegamos a Guyana, hoy tiene ya 4 años y su amor por Nuestro Padre es uno de los más ejemplares que se ven aquí en Jonestown, a veces se lamenta por no ser hijo biológico de él.

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La vida en Jonestown es trabajo duro, disciplina y mucha fe en el Todopoderoso Socialismo. Trabajamos criando animales y cultivando vegetales seis días a la semana desde que sale el sol hasta que se oculta, hay días en que la temperatura alcanza los 40°C. Comemos tres veces al día siempre arroz y guisantes y si tenemos suerte o si hemos sido buenos se nos recompensa con pan. Vivimos completamente alejados y aislados del mundo y nuestro Padre siempre nos advierte que en cualquier momento podrían invadirnos y que debemos estar preparados para llevar a cabo el «máximo acto revolucionario» en caso de que se materialice la invasión. A los niños menores de doce años solo se les permite estar con sus Padres dos horas por las noches, pues para su efectivo adiestramiento y enseñanza apropiada de los valores del Socialismo deben estar separados de éstos, y así, también se asegura su entrega y lealtad total al Templo y a nuestro Padre.

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Hay algo que no les he contado, porque el simple hecho de escribirlo hace que se apodere de mí una terrible sensación de miedo y ansiedad por lo que pueda volver a ocurrirme, y es que yo… yo he perdido la fe en nuestro Padre y esto se debe a que en una noche en la que no podía dormir bien me desperté y fui a caminar un rato cuando me di cuenta de que habían sorprendido a unos desertores tratando de huir de Jonestown, lo cual significaba traición y era castigada muy severamente. El castigo consistía en desnudarlos, amarrarlos, darles una tremenda paliza y luego electrocutarlos en los genitales.

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Desde el momento en el que presencié eso algo en mi me hizo querer salir del Templo inmediatamente, pero sabía que era imposible. Había guardias patrullando y vigilando día y noche asegurándose de que nadie escapara y de que las ordenes de nuestro Padre fueran siempre cumplidas.

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Un día hice algo que me costó un inolvidable castigo, decidí contarle a mi padre biológico lo que había visto e incluso tuve la osadía de decirle lo que sentía y que quería abandonar Jonestown, después de un breve silencio incómodo mi padre me abrazó y luego llamó por teléfono y comunicó que tenía en su familia a un miembro con serios problemas disciplinarios y que necesitaba urgentemente ser corregido, seguido de esto tres hombres entraron y me tomaron por la fuerza mi padre me dijo «es por tu propio bien», me llevaron a una de las terrazas de la casa principal y me metieron en una caja de madera que no medía más de 2,5 metros de alto por 1 metro de ancho, más o menos las medidas de un ataúd. Pasé tres días encerrado en aquella caja oscura, tan caliente que tenía la piel llena de quemaduras de segundo grado, estaba empapado en mi propia orina y estaba al borde la deshidratación total, al salir tenía los músculos acalambrados ya que no me había podido mover en tres días, tres días que sentí fueron tres meses.

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Al salir me di cuenta de que no podía confiar en absolutamente nadie, ni siquiera en la familia y sabía que intentar salir del pueblo era una muerte segura. Mientras pasaban los días en Jonestown las torturas fueron avanzando, ahora a los que intentaban escapar los drogaban hasta tal punto que sus cerebros quedaban inservibles, a los niños pequeños que se portaban mal les aplicaban el «hoyo» , esto era una tortura que consistía en arrojar a los niños a un pozo profundo cavado en la tierra y nuestro Padre les decía a los niños que en el fondo del Pozo había un monstruo, en realidad lo que había en el fondo era un miembro del Templo al que nuestro Padre le había ordenado jalar y rasgar las piernas de los niños para asustarlos mientras descendían al pozo. Lo más espeluznante es que estas torturas eran sumamente eficaces y absolutamente nadie se atrevía a cuestionar a Jim Jones y todos los miembros estaban completamente entregados en cuerpo y alma a su devoción.

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Ya en el año de 1978 la paranoia estaba fuera de control y fue entonces cuando comenzaron a ocurrir las «noches blancas», estas consistían en poner a prueba nuestra lealtad a nuestro Padre realizando simulacros de suicidio, se nos daba una especie de poción y abiertamente se nos decía que contenía veneno mortal y debíamos ingerirla sin agregarle ningún tipo de endulzante, los que vacilaban y no se tomaban el jarabe se les amenazaba con ser ejecutados con un disparo si no lo bebían. Luego de que todos bebíamos el jarabe, nuestro Padre también lo bebía, éste nos decía que habíamos pasado la prueba y que nos fuéramos a dormir tranquilos, que no había veneno en el jarabe y que la noche blanca había concluido.

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Es septiembre del año 1978, a nuestro Padre le llegan rumores del exterior que un Congresista estadounidense vendrá a visitar el Templo para asegurarse de que todo está «bien» en Jonestown, pues al parecer han llegado rumores al Congreso de los Estados Unidos de que en el pueblo están ocurriendo torturas, lavados de cerebros y tráfico de drogas. Esto sin duda alguna es esperanzador, finalmente una posibilidad real de escape aparece frente a mí y debo aprovecharla. Las noches blancas han aumentado a 5 por semana desde que el reverendo se enterará de que la llegada del Congresista es inminente, por lo que la angustia con la que tengo que lidiar todos los días pensando que en cualquier momento puedo morir envenenado es desgarradora, necesito salir de aquí cuanto antes…

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Finalmente el 17 de noviembre de ese mismo año el Congresista Leo Ryan y una pequeña delegación conformada por varios periodistas visitan Jonestown. La visita transcurre en clima de cordialidad y todo parece normal en el pueblo, nada llama la atención del Congresista ni de la prensa por lo que parece que las sospechas que tenían cuando llegaron van quedando en solo eso, en sospechas.

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Al día siguiente el Congresista vuelve a Jonestown para despedirse e informar que volverá a Estados Unidos, me invade el miedo, pero debo ser valiente si quiero salir de aquí, así que acto seguido me acerco al congresista y su gente y le digo al oído «sáqueme de aquí por favor», se pone nervioso y me dice que no me separe de él y que lo siga hasta el avión, pero de repente otros miembros, como unos quince se acercan súbitamente y le piden desesperadamente lo mismo que yo al Congresista. Jones se da cuenta de esto y lo considera una traición imperdonable a él y al Templo del Pueblo.

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Justo en el momento en el que estamos saliendo de Jonestown hacia la Pista de aterrizaje de Puerto Caituma que está a unos 11 Km del pueblo, vemos como nos sigue un grupo de los fanáticos más leales e incondicionales de Jones. Llegamos al avión comenzamos a embarcar y justo en ese momento aparece, ante mi incrédula y sorprendida mirada, mi padre biológico Larry disparando a mansalva contra todos nosotros, contra la prensa y contra el Congresista quien cae muerto al instante. No logro abordar el avión y tengo que esconderme, el avión termina despegando con apenas 2 reporteros y los pilotos, el resto yace muerto en la pista, entre ellos una madre que había decidido dejar a sus tres hijos en Jonestown pues sabía que no abandonarían a su Padre. Yo estoy mal tengo una bala en la pierna izquierda y mi rastro de sangre me delata, finalmente mi padre me encuentra y pienso que me va a ejecutar en ese momento, pero no… me da un golpe que me deja inconsciente.

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Me despierto de vuelta en Jonestown y estoy amarrado a un árbol sofocado por la histeria y el llanto colectivo, escuchando el que sería el último discurso delirante de nuestro Padre:

«Por el amor a Dios, ha llegado el momento de terminar con esto, así que detened esta histeria. Esta no es la manera de morir para las personas socialistas o comunistas. No es nuestra forma de morir, debemos morir con algo de dignidad, no cometeremos un suicidio, perpetraremos un «acto suicida revolucionario» en protesta de las condiciones de un mundo inhumano. Hemos obtenido todo lo que hemos querido de este mundo. Hemos tenido una buena vida y hemos sido amados. Acabemos con esto ya. Acabemos con esta agonía...»

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Un estruendoso aplauso empieza justo al culminar las palabras de Jones y a continuación comienzan a repartir bebidas con cianuro, veo a muchos determinados a comer el acto suicida revolucionario que ha ordenado Jones, me niego a morir de esta forma y mientras todos están distraídos logro zafarme del árbol y me doy cuenta de que aun puedo intentar salvar a mi pequeño hermano a pesar de que luego probablemente me odiará un tiempo por haber evitado su muerte.

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Comienzo a buscarlo frenéticamente mientras mi padre me observa y comienza a seguirme, el ambiente es asombroso, todos celebran que se van a suicidar por Jones y comienzan a beber o a inyectarse su cianuro, los miembros del Templo empiezan a ir muriendo uno tras otro, me pongo a pensar que hay aproximadamente unos 300 niños en Jonestown y veo como las madres de éstos les dan de forma obligada el cianuro, incluso veo como una madre grita desesperadamente que le devuelvan a su bebe al que le arrancan de los brazos para darle el veneno mortal. Mi angustia es total, pero finalmente luego de correr hasta la guardería principal veo a mi hermano y sin pensarlo dos veces lo golpeo tan fuerte como puedo, cae noqueado al instante y el cianuro que estaba a punto de beberse se derrama sobre mis zapatos, ahora esta inconsciente y cuando despierte estará a salvo. Voy a cargarlo cuando alguien me agarra por la espalda… es Jones, quien me dice «hijo mío tu vendrás conmigo, no te resistas…».

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Me lleva a su oficina principal, en la que está también mi padre y otros 5 miembros, los más incondicionales de Jones, mi padre me golpea por no actuar como un verdadero revolucionario. Jones se acerca y me da un vaso de cianuro y me dice «Ahora bebe o mataremos a tu hermano, que como podemos ver aun esta con vida» y arrojan su cuerpecito inconsciente frente a mí en la habitación. Luego Jones le ordena a mi padre que le dispare en la frente y le ordena a los demás suicidarse con un disparo en la cabeza. Mi padre finalmente obedece, pero antes se lanza hacia mi y me obliga a tomarme el cianuro, finalmente lo bebo, pero en el forcejeo con él le quito el arma, le disparo a él y cae muerto a mis pies, Jones me observa y se ríe luego grita «¡Viva el Dios Todopoderoso, el Socialismo!» y se da un disparó en la cabeza, pero no le sale bien y queda retorciéndose en el suelo, al menos me queda el consuelo de ver a nuestro Padre sufrir mientras muere, para mí ya es muy tarde el cianuro hace su efecto y comienzo a desvanecerme, es momento de morir. Todo ha terminado.

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Momentos después la policía de Guyana llegaría a Jonestown y encontrarían horrorizados 915 cadáveres y para su sorpresa a un único sobreviviente, un pequeño niño de 4 años que se encontraba sano y salvo excepto por un gran moretón que tenía en el rostro…

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Este relato fue inspirado en una historia real, en 1978 se llevó a cabo en Guyana un suicidio colectivo en el que murieron aproximadamente 915 personas, el mayor de la historia. El suicidio masivo fue inducido por el protagonista de este relato Jim Jones un reverendo perturbado, altamente egocentrista y fanático del comunismo. Si deseas saber de esta historia aquí te dejo este interesante documental.
Sin más que decir ¡Gracias a esos que leen, a esos que votan y a esos que comentan!