Cuentos alfabéticos #1 - Letra A - Avalon y el Ancla de Ambar
¡Hola a todos!
Espero que se encuentren muy bien. Hoy es viernes, y como les prometí, hoy empieza una nueva sección en mi blog, llamada "Cuentos alfabéticos". Como les conté, estoy aprendiendo a hacer caligrafía y hand lettering, por lo que aprovecho para, con cada letra que voy aprendiendo, escribir un cuento. Los nombres de los personajes y de los lugares y de todo lo importante que aparezca en el cuento deben empezar con la letra que toca, ese es el desafío. En la primera ronda de letras, les presento a la letra de estilo gótico, que me encanta.
Por otro lado, los ejercicios incluso me inspiraron a inventar mi propia letra (y eso que recién estoy empezando) y con ella escribiré los títulos de los cuentos mientras aprendo el resto del alfabeto.
Ahora sí, sin más preámbulos, les presento a...
El sol se estremecía entre las nubes de plomo. Los últimos rayos de luz apenas lograban alcanzar el árido suelo de la ciudad de Abimar. El viento tórrido levantaba nubes de polvo, como si las del cielo no fuesen suficientes. El viejo camello andaba pacientemente hacia el desierto, cargado con provisiones para un largo viaje. Un hombre de unos 30 años aprovechaba la oscuridad naciente del anochecer para huir. Su nombre era Avalon, y era conocido en las siete ciudades de Aturg como el caza recompensas, sicario, ladrón y estafador más peligroso de todos los tiempos.
Su cabeza estaba valorada en mas de 10 000 antares, una fortuna descabellada para una recompensa por captura. Por ello Avalon debía tener mucho cuidado: cualquiera podía descubrirlo. Su único compañero fiel era Argor, el camello. Este no hablaba. Esa era la razón.
Pero, ¿por qué se dirigía un malhechor así hacia el gran desierto de Anem al inicio muy probable de una tormenta? Es cierto que era el mejor momento de huir si quería que se perdiese su rastro, sobretodo porque sospechaba que el posadero que lo alojaba había reconocido su verdadera identidad. Pero, aún así, todo mundo sabía que las tormentas de arena del desierto de Anem eran mortales, ni si quiera un rufián como este podría tener una oportunidad ante la implacable naturaleza.
Bueno, pues este rufián efectivamente tenía una idea para salir indemne de esta. Durante una de sus aventuras malandrinas en el antiguo palacio de Alem, encontró un extraño pergamino: en él se contaba la historia de que si un hombre era lo suficientemente valiente como para atravesar el desierto de Anem durante la gran tormenta de arena, apuntando su dirección siempre al norte, este hombre vería abrirse ante él una puerta mágica. Al pasar por esa puerta, encontraría un amuleto, un ancla en miniatura tallada en ámbar, que le concedería al portador la justicia de la que había sido privado.
Es por eso que Avalon se lanzó a la búsqueda del ancla de ámbar. Cuando tenía 17 años, había sido destinado a reinar sobre las siete ciudades de Aturg. Sin embargo, su hermano, sediento de poder, urdió un plan para hacer creer al pueblo que Avalon había matado a su padre.
Avalon aún recuerda ese día como si hubiese sido ayer. Había escuchado un grito desgarrador que venía de los aposentos de su padre. Al entrar, lo vio ya muerto, tendido en el suelo, con una daga clavada en el corazón. Devastado, cogió a su padre en brazos, pues lo amaba, y desesperado, miraba a todos lados clamando por ayuda.
Entonces llegó su hermano, Arnor. - Creo que este es tu fin - Le dijo con una malvada sonrisa en sus labios. Acusó a Avalon de asesinar a su padre, y Avalon tuvo que huir, pues sabía que si lo atrapaban sería condenado a muerte, y desapareció jurando venganza. Así aprendió el arte de la estafa, el robo y la charlatanería para sobrevivir, pero sabía que su hermano no estaría tranquilo hasta verlo muerto.
Ademas del trono, Arnor ansiabala mano de Annia, la prometida de Avalon. Ambos se amaban, y Annia odiaba a Arnor. En su corazón siempre supo que Avalon era inocente, pero no podía decirlo sin poner en peligro su vida, por lo que huyó al templo de las Adenas, donde las mujeres podían entrar al servicio de la diosa Aden, que velaba por las mujeres, las familias, el fuego del hogar, debiendo permanecer vírgenes hasta los 30 años.
Por eso no tenía nada que perder. Por eso y porque Annia cumpliría 30 años pronto y no podría contar con la protección del templo. Por eso y porque las ciudades de Aturg, desde el despótico reinado de Arnor ya no conocían la paz, es que Avalon debía encontrar el ancla de ámbar.
Por eso mantuvo su camino rumbonorte a pesar de la tormenta.
Por eso no dio vuelta atrás, incluso cuando parecía que ya no podía avanzar.
Por eso siguió su camino, rumbo norte, aunque la arena parecía gritarle más y más fuerte, ¡Fuera! No te queremos aquí.
De pronto, un resplandor dorado se deslizó entre la arena. Avalon siguió avanzando. Cuando parecía que la tormenta lo alejaría de una cruel bofetada, esta cesó casi al instante.
Avalon siguió su camino. El resplandor dorado se hizo cada vez más grande, y finalmente vio abrirse ante él un túnel: La puerta hacia su libertad.
Entró en él y siguió las indicaciones del pergamino:
« Cuando entres por el túnel, una hermosa mujer vendrá a verte, te pedirá ayuda, fingiendo estar herida. Ni siquiera la mires a los ojos. Tápate con cera los oídos, pues su llanto lastimero y su melodiosa voz puede engañarte. En cuanto te acerques a ella, se convertirá en un horrible ser que te arrancará el corazón y beberá tu sangre »
Y allí estaba la mujer, con los rizos dorados sobre el rostro terso, pidiendo ayuda, tendida en el suelo, vestida de delicados ropajes que podían seducir a cualquier hombre. Pero Avalon había tapado sus oídos con cera, había conservado las viseras con las que protegió sus ojos durante la tormenta, y aceleró el paso para que Argor lo llevara trotando hacia el ancla de ambar, mientras pensaba en su amada Annia con todas sus fuerzas.
« Si lograste dejar atrás a la mujer monstruo, aún debes superar otra prueba: espíritus de tus más dolorosos recuerdos vendrán a ti, y debes ser fuerte, o de lo contrario se apoderarán de tu alma, desviándote de tu camino, volviéndote loco tu pasado, hasta que mueras allí de inanición ».
Pero Avalon ya conocía sus recuerdos. Sabía lo que vería y había llorado tanto que ya no tenía más lágrimas. Pero sus recuerdos se presentaron, no como si fuesen una película, sino como si fuesen una obra de teatro, casi podía sentir que podría tocar a los tristes personajes que actuaban. Sabía que no era real, era un montaje, una trampa. Entonces entendió que la única manera de impedir que estos demonios se apoderasen de él, era perdonándose a si mismo por lo ingenuo que había sido, por sus errores y lo que pudo haber hecho mejor. Cuando por fin dejó ir sus amargos sentimientos, los recuerdos desaparecieron del túnel. En su lugar apareció la imagen de Annia, corriendo delante de él, guiándolo hacia una bifurcación.
« Si tus recuerdos más dolorosos son reemplazados por la imagen de la persona que amas, entonces has superado la prueba. Puedes dejar que te guíe sin temor hacia el camino correcto hacia el ancla de ámbar ».
Así, siguiendo la imagen de su amada, llegó a una suntuosa habitación. En ella yacían miles de riquezas, joyas, monedas de oro, diamantes y piedras preciosas, coronas, mucha más riqueza que cualquier persona pudiese imaginar.
« Si, al llegar a la habitación, tuvieses la desventura de apartar la mirada del ser que dices amar, y llegases a descender de tu camello para llevarte siquiera un diminuto diamante de esa habitación, la imagen de tu amado desaparecerá por siempre y su alma te olvidará, mientras tú serás convertido en un montículo de arena ».
Y por eso Avalon apretó el paso, sudando, clavando la mirada en la imagen de su amada, que le sonreía. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, y él seguía avanzando hacia ella, cada vez más cerca.
« Cuando la imagen del ser que amas se evapore ante tu vista, verás sobre un cojín el amuleto del ancla de ambar. Deberás guardarla con cuidado dentro de una bolsa de cuero de oveja muy cerca de tu corazón. Cuando lo tengas, da media vuelta y, sin mirar atrás, galopa con toda la velocidad que tu camello te permita hacia la salida. No mires atrás, o el ancla de ámbar desaparecerá para siempre y para ti todo habrá sido solo un sueño. Una vez salgas de la habitación, el resto del túnel será solo un túnel, y ninguno de sus fantasmas te atacará, pues estarás siendo protegido por el poder del ancla de ámbar. Cuando salgas al desierto, sigue galopando, hasta que entres en la tormenta. Gracias a la ayuda del ancla de ámbar, la arena se abrirá ante ti y podrás volver a tu hogar para el amanecer. Una vez allí, enfréntate a quien cometió la injusticia contra ti, y el ancla te ayudará ».
Y así hizo Avalon. Y se enfrentó a su hermano. Y el juicio se dio. Se armó el escándalo y la boda forzada entre Arnor y Annia se canceló. Y las pruebas de su inocencia aparecieron. Y los testigos hablaron. El pueblo se reveló contra Arnor, quien murió de la misma forma en la que tan vilmente había mandado matar a su padre. Y Avalon y Annia se casaron, y por muchísimos años la paz y el progreso reinaron en las siete ciudades de Aturg.
Muy poderosa historia y forma de escribir. Magnífica iniciativa. Estoy deseando seguir esta serie ^^
gracias @arturomdg ! todos los miercoles y viernes sale un cuento!
Congratulations @catherinegairard! You have completed some achievement on Steemit and have been rewarded with new badge(s) :
Award for the number of posts published
Click on any badge to view your own Board of Honor on SteemitBoard.
For more information about SteemitBoard, click here
If you no longer want to receive notifications, reply to this comment with the word
STOP