De pequeñas divagaciones

Y entonces viene y se lanza sobre ti, cubre cada centímetro de tu piel, de tu mente, de tus huesos, de tu corazón y de tu alma.
Es una de esas cosas realmente extrañas que se sienta a tu lado cada noche, quieta y en silencio. Te abraza y te acaricia las heridas, como si estuviera haciendo un llamado al más absurdo irónico jamás creado.
Te abraza y te aprieta tan fuerte que casi no puedes respirar.
Se convierte en una fiel compañera creadora de mentiras que te agarra la mano para que no puedas levantarte.
Entonces te despiertas cada mañana y no sabes quién eres realmente, las noches se hacen eternas, los atardeceres ya no son tan vivos, te encuentras despojada de colores y de matices que tranquilicen aquel dolor que quiere escapar de tu pecho.

Y luego vienen las dudas, los quizá, los por qué.
Vienen las dudas y cuando estás finalmente listo para liberarte, para ser tú mismo, te vuelve a mirar a los ojos, te reta, tu vuelve a ofrecer su mano, te abraza nuevamente y entiendes que no puedes vivir sin ella.

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Entonces ella va por ahí, confesándole sus miedos a los árboles muertos. Les grita que le temía a él, que aún seguía durmiendo del lado de la cama más cercano a la puerta. Les habla y les habla y les dice que le teme a la oscuridad, a las arañas, a las alturas y a ese vacío que se forma en su pecho cada madrugada. Les susurra que le teme al mañana, a lo desconocido, a la infelicidad, a la resignación y a todas esas cosas intangibles de las que no puedes escapar tan fácilmente. Y mientras el viento va agitando cada rama, a ella se le escapa un suspiro lleno de inseguridades, de dudas, de temores. El viento corre, las hojas siguen cayendo y ella ahora grita que seguirá fingiendo que no le teme a nada.

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Creo que hoy he extrañado tomar tu mano mucho más que cualquier otro día. Siempre he creído que en nuestras manos se encuentra un poder maravilloso. Estaba sentada en algún lugar de esta extraña ciudad y he recordado lo que era sentir el calor de tu mano junto a la mia. He recordado también que esa calidez que tanto extraño, se convirtió en mi refugio, en ese pedacito de cielo que me sacaba una sonrisa.
Y qué cosa tan extraña eso de andar por ahí con miedo a quedarnos sin tiempo para seguir disfrutando de esa interacción que tanto necesitamos.

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Y he llegado a preguntarme cómo es que ella podría superarte. Cómo podría aceptar la idea de que no tendrán una vida juntos. Ahora se despierta sola cada día sin darte un beso antes de salir, camina por las calles con el corazón en la mano recordando cada momento que compartió contigo. Nunca sabrás en quién se está convirtiendo, si cumplió sus sueños, si sigue sonriendo, si ya obtuvo aquel trabajo por el que tanto luchó. Ya no estás y nunca más volverás a ser para ella, nunca más volverás a abrazarla como aquella noche.
Y algún día ella despertará y estará segura de haberte superado. Algún día ella le agradecerá a cada lágrima.Le agradecerá a Dios por haberte sacado de su camino, porque no sería la mujer que es ahora si te hubieses quedado a su lado.

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