Nuestro Modelo Social Socialista
Nuestro Modelo Social Socialista
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
[21 abr 20]
Un “modelo” es un escenario posible, por lo que, de lo que aquí hablaremos, es de un “escenario” social posible; más en términos de sus relaciones morales y de cultura que económicas y políticas, en la teoría de la prioridad en el beneficio social; es decir, en la teoría socialista (de social, sociedad; e ista, teoría de). “Nuestro modelo social socialista” no está dicho sólo como algo propio del intelecto del autor, sino esencialmente, “nuestro”, como un objetivo de clase social.
Un punto fundamental de partida aquí, es no confundir el socialismo como algo específico predeterminado, como un tipo de sociedad dada de antemano, sino entenderlo como lo que es, es decir: una teoría, y por demás, esencialmente, una teoría que se perfecciona sobre la base de sus prácticas históricamente experimentadas. La teoría del socialismo en general, no debe confundirse con ningún caso particular de sus puestas en práctica desde principios del siglo XIX con Owen o Fourier. Así, el socailismo no es, de fijo, ni la Rusia o URSS de Lenin o Estalin, ni la China de Mao, ni la Cuba de Fidel Castro, o menos aún la Camboya de Pol Poth; de ahí que el “marxismo o socialismo a lo Estalin” o el “marxismo o socialismo a lo Trotsky”, o el “marxismo o socialismo a lo Mao”, etc; no es sino un traslado mecánico de la experiencia de un lugar y momento histórico determinado, a lugares y condiciones históricas diferentes, dando lugar a anacrónicos dogmatismos sectarios; el socialismo no es nada de eso en particular, pero lo es a la vez todo ello, en lo que haya de positivo en sus experiencias en la búsqueda del futuro de una sociedad mejor.
Si se entiende el socialismo –a nuestro juicio– correctamente así, la derrota de la URSS en la Guerra Fría no equivale a la “derrota del socialismo”, así, en general; sino que es sólo eso: la derrota de una experiencia de su aplicación en el lapso del siglo XX, cuyos errores y limitaciones tienen que superarse en nuevos intentos sociales que históricamente, en tanto subsita el capitalismo, lo que hace la ley histórica económico-política, serán inevitables hasta que la sociedad avance a condiciones de vida más satisfactorias para sí.
Los ideólogos conservadores burgueses que engañando al proletariado pretenden asumir que si bien el capitalismo no funciona, pero ahí están sus cinco siglos de existencia; el socialismo (generalizando incorrectamente su experiencia particular del siglo XX e identificando ello con la teoría) funciona menos o de hecho nada, y que lo que debe hacerse es sólo buscar un “capitalismo social” que sea más justo e igualitario y conceda una mejor vida a la sociedad. Más aún, en su embuste, sistemáticamente encubren incluso la mención de las relaciones capitalistas con la generalización en conceptos de contenido y extensión distinta, hablando de la crítica a “la modernidad” desde la “posmodernidad”, o en su juego de palabras, desde la “transmodernidad”.
Una mejor vida social, más justa e igualitaria, nunca será posble, por definición, en los marcos del capitalismo, el cual es o existe, en tanto la explotación de una clase social por otra. Una mejor vida social en un “capitalismo bueno”, más allá del “horrendo” y “destructivo proceso civilizatorio de la modernidad” (el “capitalismo rapaz”, que no obstante ha tenido en el desarrollo de la ciencia y la técnica su parte más positiva en la lucha humana en la conquista de la naturaleza), y el “inviable socialismo” (hecho experiencia de sociedad concreta en una paranóica especie de campo de concentración, y no una teoría del perfeccionamiento social), cae por lo común en el utopismo; es decir, en ideas sin fundamento científico que expliquen el proceso por el cual lo que se plantea sería posible; de “la vuelta al origen”, cuando la sociedad convivía con la naturaleza sin destruirla (para lo que quizá habría que remontarse un millón de años previo a la manipulación libre del fuego). Ciertamente, sin llegar a este extemo contradictorio, se pone de ejemplo la sobrevivencia de los pueblos originarios a los que habría que imitar, pero sin poder expliarse cómo ello sería posible. Simplemente, es no entender cómo es que evolciona la sociedad humana.
Uno de los problemas más complejos y fundamentales de la teoría del socialismo, es resolver la naturaleza del ser humano como ser social; esto es, resolver su identidad, la que, si bien proviene de la naturaleza, al momento de la manipulación libre del fuego comienza su separación de ésta hasta ser algo distinto de ella, en un ser que ya no se comporta como el resto de las especies en una dependencia total a la naturaleza (lo cual no quiere decir que se convierta en “algo artificial”, “fabricado”), sino como ser social, colectivo, que se erige capaz de conquistar y dominar a la naturaleza misma en ese juego dialécticamente contradictorio de dominio-armonía, en una lucha que se va al infinito sin que cese el propósito racional prometéico del ser humano, pero “en la sonrisa displicente y condescendiente de la naturaleza” (dicho en forma figurativa, literaria, y no idolátrica) que jamás será sometida, y lo cual es lo que le da movimiento y vida tanto a la naturaleza como al ser humano mismo. Pero, para desembocar en dos resultados posibles de ello: en la ignorancia y la barbarie destruyéndola y con ello destruiryéndose a sí mismo; o en el conocimiento científico y una organización social cada vez mejor, no sólo no destruyéndola, sino utilizándola como un bien común restituyéndola a cada paso en una relación equilibrada y armónica con ella. No se trata, pues, de asuntos míticos (respetables, valiosos y necesarios como formas de la cultura), pero que llevados a nuestra realidad económico-social, se convierten en culto conformista, pasivo o contemplativo, del respeto a la “Madre Tierra” en la ignorancia idolátrica, y del utopista “comunitarismo ecológico”; sino se trata de ciencia, y de ciencia en manos del proletariado, única clase social interesada en esa armonía con la naturaleza en una nueva manera de producir los bienes materiales para la sociedad.
Estamos viviendo, de acuerdo con las leyes económico-políticas del desarrollo de la socieadad, el momento histórico del final del capitalismo; incluso en cuya “Meca”, los Estados Unidos, parece estar a poco de que estalle una guerra civil. Pero las cosas pueden no ocurrir como en el libro de texto, la realidad es más compleja, como puede entenderse –como ya todo parece apuntar– al haberse desencadenado una guerra biológica contra la humanidad para que el capital pueda tratar de sobrevivir en un “Nuevo Orden Mundial” basado en el miedo y el control de la vida social total por medios cibernéticos; y en ese sentido es que enfrentamos precisamente ahora esos dos resultados posibles frente a la naturaleza: el de la ignorancia y la barbarie capitalista destructora de ella como de la especie humana misma, de supervivir este orden capitalista mundial putrefacto; o, construyendo desde ahora mismo una organización social mejor, socialista, en la que el conocimiento científico, que en manos de su administración burguesa sólo sirva para destruir la naturaleza convirtiéndola en mercancía, ahora en manos del proletariado sea utilizada como un bien común en una economía planificada de relación equilibrada y armónica con ella, como el reflejo más puro de esa lucha por su conquista.
Este momento histórico es, sin duda, como en toda circunstancia histórica semejante, un momento que nos va a imponer en pocos meses, como individuos y como colectivo social, grandes sacrificios; el primero de ellos: entender que todo proyecto de vida, tanto en lo individual como social, está dando un vuelco completo; luego, todo lo demás tampoco volverá a ser igual. La lucha de resistencia del proletariado, particularmente en México, terminó, finalmente como el último en llegar a ello, el 1º de julio de 2018. A partir de ahí, estamos ya en una lucha a la ofensiva para rechazar los proyectos capitalistas de su superviviencia inútil y negativa, y en el proceso de construcción de la nueva sociedad bajo una teoría social socialista.
Todo el problema consiste ahora en cuán conscientes estamos de ello, y en nuestras capacidades reales como clase social para avanzar a una sociedad de una vida mejor, sin desviarnos en los embustes revisionistas de la ideología burguesa; o, en su lugar, dicho ya con toda su crudeza compartiendo lo explícito de su pronunciamiento por más de un investigador: entrar en un franco proceso de extinción de la especie humana; para lo cual, sea por razones económico-sociales o deterioro ambiental, no queda ya mucho tiempo.