Hemodiálisis: el reto de una vida discontinua

in #spanish7 years ago (edited)

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-Voy a tener muchas limitaciones, voy a perder días de mi vida conectada a un aparato-, fue lo primero que pensó con tristeza Francys Rojas Ruiz hace dos años y tres meses cuando escuchó la palabra diálisis.

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El primer día vio circular su sangre por los tubos que la conectaban a la máquina y se sintió extraña. No por la impresión, no por el miedo al "qué pasará", no por algún efecto del tratamiento. Más adelante sabría por qué. Luego de un tiempo, dejaría la rabia contra la diálisis, contra ella y contra el mundo.

-El cambio más grande se da en lo cotidiano. Estés en un feriado o en vacaciones hay que ir a diálisis. Tienes una vida discontinua. Pero después te das cuenta que es al revés, que es gracias a esto que puedo hacer lo que hago afuera, vivo.

Los riñones son dos órganos gemelos que cumplen importantes funciones vitales. Entre otras, y en lenguaje simple, limpian la sangre de toxinas y otras sustancias que se acumulan en el organismo. Esto, cuando la función renal es óptima, se hace a través de la orina.

En Venezuela hay más de 15.000 personas que están sometidas a tratamientos de diálisis ya que sus riñones sólo operan con un 10% de sus funciones. La salida de la diálisis es el trasplante y cerca de 7.500 personas están en lista de espera para optar por un riñón, según la Coalición de Organizaciones por el Derecho a la Salud y la Vida. Esta situación cada vez incrementa y se vuelve más crítica debido a la escasez de los insumos.

Ya hace más de dos años que tres veces por semana, durante cuatro o cinco horas, esta mujer de 40 años se dializa en el Hospital “Dr. Patrocinio Peñuela Ruiz”, adscrito al Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS). De la casa a la diálisis, la “madrugadera”, el tránsito, los minutos. Son las 6 de la mañana de un jueves y Francys se levanta dispuesta a vestirse, prepara con ayuda de su hermana la maleta con las cosas que usualmente lleva al centro y luego desayuna. De Táriba parten hasta el centro de diálisis del IVSS ubicado en San Cristóbal.

-Tengo entre 20 y 30 minutos de viaje y me quedo cuatro horas haciendo el tratamiento. A eso de las 12 salgo dice orgullosa, mientras esperan, con paciencia, el momento de ingresar a la sala de diálisis.

En 2015, a los 38 años de edad a Francys le diagnosticaron la insuficiencia renal, patología que puede tener varias causas. La suya fue una hipertensión, asintomática, que le quemó los riñones, por eso habla de la importancia de la prevención.

-De repente me enteré que tenía una falla renal, con más tiempo, dos años y tres meses después, me programaron la diálisis". Primero la operaron para colocarle un catéter y un año más tarde una fistula en uno de los brazos para unir una vena con una arteria, y así, crear un acceso para que la sangre pueda salir y re-entrar en su cuerpo durante la diálisis. Si no fuera por su brazo izquierdo nadie supondría que se somete a algún tipo de terapia. Un bulto cubierto se asoma en su antebrazo.

Entonces, nuevamente hace hincapié porque así se lo repiten las enfermeras, en lo fácil del control para prevenir o detectar tempranamente una insuficiencia renal. -Es sólo un análisis de orina y de sangre, pero por favor, es importante la prevención", pide, amablemente, y recuerda su diagnóstico, no amable, concreto como el catéter que esconde su cuerpo.

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El 20 por ciento de los nuevos casos de insuficiencia renal es de origen desconocido. Así, muchos de los pacientes que llegan a diálisis lo hacen de un día para otro, según la Coalición de Organizaciones por el Derecho a la Salud y la Vida.

Francys entra a las 7 y 15 minutos de la mañana a la sala de diálisis y sabe exactamente lo que tiene que hacer. Saluda con un beso y un abrazo a sus compañeros de sala, que son alrededor de 10. Entre ellos se siguen las bromas, los "cómo estás" y los chistes con guiños hacia las enfermeras que sólo lo cotidiano permite.

Después se pesa, calcula cuánto líquido deben quitarle las máquinas, lava su brazo y se dispone a sentarse en los sillones para que la "conecten". Antes, interrumpe el riguroso ritual médico para imponer el propio, así como hacen muchos de los que van a dializarse. Saca su cobija, su almohada, su celular y unos auriculares. Durante esas cuatro horas dormirá una siesta mientras escucha música romántica. Otros suelen leer o escuchar Tama stereo, la emisora que las enfermeras tienen dentro de la sala

Llega la enfermera, la persona que sabe manipular la máquina que se encuentra a su izquierda y sí, pinchazo de por medio, la sangre comienza a circular por los tubos. -La máquina filtra la sangre de las toxinas que se producen al metabolizarse los alimentos y quita el exceso de líquido del organismo", explica Francys mientras señala el aparato que alarga sus días. En ese preciso instante, de la explicación, llana y amigable, se impone la imagen del cuerpo como una máquina casi de relojería.

"En diciembre tenemos que echar un pie” le dice un señor bastante coqueto de unos 74 años aproximadamente a una de las enfermeras y esta sonríe.

Mientras la sangre se purifica, suena el ruido de las máquinas. Alguna que otra conversación se mezcla con un "sácame 200 gramos", los enfermeros van y vienen y Francys sigue durmiendo en el sillón.

El reloj marca un cuarto para las doce cuando comienzan a salir los pacientes, mareados y con mucho frio. Francys al salir coloca su cabeza encima del hombro de su hermana. Allí se anima a contar que es licenciada en administración de empresas y que luego de enterarse de la enfermedad decidió retirarse de la empresa en la cual había trabajado muchos años pero primero estaba su salud.

También se anima a contar las veces que al catéter se le cayeron los puntos y tuvieron que volvérselos a suturar hasta que consiguieron la fistula la cual fue un “gran alivio” y entre una leve sonrisa dice que es su “fiel compañera”.

Además destaca el valor que tiene su familia, en especial su hermana que le ayuda a conseguir los medicamentos e incluso en la sala de diálisis los pacientes comparten algunos fármacos o los dividen a la mitad.

Entre sus fobias, cuenta que tiene miedo a morir y a su vez explica que hay que tener en cuenta los antecedentes familiares, pues los hijos de quienes sufren hipertensión tienen un 50% de chances de heredarla. Entonces piensa en su familia y en la salida que los espera. -Por eso digo que esto no me detiene, me permite seguir con todo lo que hago afuera". Es que en aquella primera diálisis había empezado a darse cuenta de algo: nadie ni nada le robarían las horas de su vida solo Dios.

GRACIAS POR LA VISITA



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Que historia tan dolorosa.

Gracias por la visita y si, es una historia dolorosa pero es una realidad que cada vez se se incrementa no sólo en el país sino en el mundo

Buenas @encontactove. Impresionante documento escrito sobre este problema tan común y sufrido. Su post ha sido votado por @ramonycajal. Proyecto de curación de posts de ciencias del witness @cervantes. Un saludo.

Gracias por leerme y por el apoyo, espero que mis historias hagan reflexionar a la gente y cuiden más su salud. Saludos @ramonycajal y @cervantes