Fuente
En las tres primeras ocasiones todavía no asimilaba la situación y creía que se trataba de una pesadilla. Mi cuerpo permanecía inmóvil y en medio del pavor intentaba llamar a mi madre, aunque ni siquiera podía escucharme a mí misma. La segunda vez sucedió alrededor de las seis de la mañana, lo sé porque estaba tumbada de lado y podía mirar el reloj a mi al frente, luego también estaba la ventana que daba con las paredes y alumbraba un poco la habitación. Me mantuve en calma, y dije "tiene que irse de la misma manera que vino" aunque sí estaba un poco (muy) asustada y mi corazón latía más rápido de lo normal. Sólo podía mover los ojos e incluso escuchar los sonidos de mi alrededor. Recuerdo claramente el claxon de un auto y a continuación el canto de los pájaros. Me mantuve pensando e ignorando el hecho de que me sentía atada por la cama. Luego de tres minutos (o así se sintió) se fue; me levanté y con la sensación de terror en mi cuerpo, decidí no continuar durmiendo. La tercera vez fue la noche de ese día. Había tenido doble turno en la escuela, lo que equivalía a diez horas en un asiento incómodo y sosteniendo un lápiz, de regreso visité la casa de una amiga para organizarnos con un trabajo y memoricé toda una clase; era suficiente para estar agotada, físicamente y mentalmente. Cuando cerré los ojos y estaba a punto de conciliar el sueño, una sensación extraña recorrió cada extremidad de mi cuerpo. No sé explicarlo bien, pero era como caer en un vacío y cuando abría los ojos desaparecía. Los volvía a cerrar y nuevamente estaba cayendo, en un pozo estrecho; profundo. Sentía la superficie cada vez más cerca y yo sólo me limitaba a abrir los ojos para que se detuviera. Al mismo tiempo, se avecinaba un zumbido atormentador (parecido al de la televisión cuando no tiene cable). Esto iba a la par del hundimiento, extremadamente fuerte. Los oídos me dolían muchísimo, como si estuviesen a punto de explotar. Estuve más de veinte minutos sentada en la cama, temiendo que volviera a suceder al cerrar mis ojos. Finalmente me acosté, y por suerte caí rendida.
La curiosidad permaneció intacta por una semana entera, hasta que se me ocurrió buscar respuestas en internet. Comprendí que era el inicio de una parálisis del sueño. Y no era una pesadilla, sino un trastorno o estado, más común en la población de lo que creía. Visité foros, hice comentarios, tomé sugerencias y descubrí que podía desaparecer la parálisis con algo tan sencillo; moviendo los dedos de las manos y pies.
Lo más impactante es que en todas las próximas ocasiones presencié un episodio diferente.
La tarde del 15 de mayo, un martes, alrededor de las 3pm y en medio de la parálisis del sueño, un peso mucho mayor que el mío me recorría las piernas y subía a mi pecho. Segundos después lo sentía lejano, aunque a veces volvía con intensidad y era como estar aprisionada con el colchón. Como si alguien o algo estuviera encima mío y era la causa de
mi incapacidad. A las dos semanas no sentí un peso, pero estoy segura de haber vistos sombras en la esquina de mi habitación que se desplazaban de vez en cuando al otro extremo. Nunca pude divisar su forma, pero sí puedo afirmar que eran verdaderamente amenazantes. La madrugada de un fin de semana fue distinto. Me había acostado a las 3:00am porque decía no tener sueño, cuando en realidad estaba hecha trizas. Entonces me hallaba boca arriba y maldecía internamente la sensación que venía lentamente, el típico vacío que me llevaría a una parálisis. No obstante, se detuvo por sí solo. Mi cuerpo comenzó a temblar, seguido de escuchar el pitido que anteriormente mencioné. Temblaba y esta vez sí que no lo dominaba. Mis pulsaciones parecían descontroladas y nunca había entendido tan bien como ese día la frasecita de: "Siento que el corazón se me va a salir". Algo me decía que existía un fin, como si después de los temblores me atravesaría con algo terriblemente malo. Era más bien, como estar descendiendo hacia un lugar que desconocía. Abrí mis ojos y decidí no continuar. Me levanté, fui por agua y esa madrugada no dormí, hasta el día
siguiente.
La última vez que tuve una parálisis de sueño fue hace aproximadamente un mes, en junio, y hasta ahora ha sido la más extraña.
Estaba al parecer, hundida en un liviano sueño e incómoda porque seguramente mi hermano había apagado el aire acondicionado. Quise dar una vuelta, cambiarme de posición y bajar la cobija hasta la cintura; mi cuerpo no respondía de ninguna manera. Me quedé unos segundos observando, o más bien, pensando en la situación que me encontraba
porque lo que tenía a mi alrededor sólo era la oscuridad de mi habitación. De repente mi cuerpo comenzó a temblar y varias escenas nublaron mi vista; se comenzó a presenciar imágenes fugaces de una persona. Era un niño, usaba una camiseta y un pantalón blanco, rasgados y sucios hasta las pantorrillas, su piel era oscura y también
llevaba puesto un sombrero de paja. Movía sus brazos y cabeza de un lado a otro, mientras que su tronco permanecía quieto. Las imágenes transcurrían cada vez más rápido y hacían un enfoque en el rostro ajeno, descubrí que el color de sus orbes eran marrones. El fondo era todavía más tétrico, una cabaña abandonada rodeada de árboles sin
vida. Y yo parecía estar allí con él. Mi cuerpo temblaba a medida que sucedía esto, pareciendo estar coordinados con el sonido de un viento arrasador que venía por los dos. A veces se me iba el oxígeno y hacía un esfuerzo por cerrar mis ojos. Al quinto intento, todo desapareció. Las fotografías extrañas escaparon, el oxígeno volvió y mi pulso se
mantuvo acelerado. Me vi a mí misma en la cama.
Hasta ese día me pregunté si los temblores eran internos, si alguien podía verme en ese estado o si sólo estaba jugando mi imaginación. No lo sé, pero el rostro de ese niño sigue intacto en mis pensamientos.
En estos dos meses de ausencia presencié en más de diez oportunidades "la parálisis del sueño". Quise compartirles mi experiencia, sin duda más escalofriante en persona que leerla detrás de una pantalla, pero al menos intenté dejarles una idea. También fueron unos meses donde por necesidad e interés aprendí a profundidad del tema.
La parálisis del sueño se debe a un tipo de desconexión entre el cerebro y el cuerpo. Ocasiona que la persona sea capaz de mantenerse consciente, pero a la vez incapaz de moverse. La parálisis del sueño común suele durar segundos o un poco más de dos minutos. Mientras que la parálisis del sueño alucinatoria es acompañada de -por supuesto- alucinaciones, sentir presencias malignas en la habitación, sombras intimidantes, respiraciones cerca del cuello, presión en el pecho, olores desagradables. Algunas personas experimentan una clase de peso encima que puede llegar a ser lo suficientemente intenso como para dificultarles la respiración. Otros escuchan voces en el proceso e incluso sienten que su alma se eleva y pueden ver a su cuerpo recostado en la cama. Puede durar entre ocho,
diez o más minutos. La parálisis del sueño está relacionada con la narcolepsia; un trastorno neurológico en el cual la persona presenta siestas incontrolables. Sin embargo, hay personas que no cuentan con signos de narcolepsia y tienden a tener frecuentemente parálisis del sueño. Por ello, hay que estar seguros de no presentar enfermedades médicas o mentales.
Cabe recalcar que, estuve pasando por una etapa de mi vida donde viví con un estrés extremo. No dormía más de cinco horas y cuando lo hacía eran interrumpidas. Tomaba café por las noches para rendir el tiempo y acabar las actividades de la escuela. Todo estas malas costumbres me ocasionó la parálisis del sueño. Así que la mejor manera para evitarla es; mantener un horario regular de sueño, evitar la cafeína por las noches, hacer ejercicio (pero no antes de ir a la cama), reducir el estrés, dormir lo suficiente y no lo necesario. No existe, de hecho, un riesgos o consecuencias para la vida, ya que nada de lo que oímos, sentimos, vemos u olemos es real. En otras palabras, no conlleva daño físico, pero sí puede ocasionar que la persona sienta miedo, frustración o ansiedad durante el proceso.
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