Denegación como proyección frente al Discurso: El caso de Julio Astillero.
El aparato psíquico compuesto por el Ello, el Yo y el Super Yo.
Hace unas horas escribió un mensaje en Twitter el periodista Julio Astillero sobre una videocharla que tuvo, en la noche, en relación con lo sucedido el día de ayer en Culiacán, Sinaloa, donde refiere: “#VideocharlaAstillada de jueves: En #Culiacán, la severa realidad de los poderes paralelos se impone; en ese contexto, #AMLO debe dejar la retórica simplona y abordar en su discurso el tema del crimen organizado con la seriedad que el tema impone” sic Astillero.
En la mañana, al leerlo, contesté: “No sea ingenuo @julioastillero, un impasse no genera ya más discurso, ni sentido. Se debe tratar el problema de forma frontal. En psiquiatría se usa una fuerza proporcionalmente superior al estado de psicosis del paciente a pesar de que los efectos secundarios son alarmantes.” sic. Y a los pocos minutos posteó en su página: “Que no sea yo ingenuo: http://bit.ly/2Mq1CT6”
El discurso es una instancia de comunicación entre el emisor y el receptor para enunciar un contenido en un contexto determinado. En este caso, el discurso inicia con “Que no sea yo ingenuo...” El proceso comunicativo es breve pero en extremo rico en su contenido. Es parco pero suficiente para producir un efecto comunicativo de reivindicación de su pensamiento y de su lógica e intenciones.
(1) Aunque el discurso existe únicamente por ese “Que no sea yo ingenuo: http://bit.ly/2Mq1CT6” hay una vaguedad intencional que se expone, a todos los receptores de su universo comunicativo dentro del contexto, como una confirmación de su postura en relación a lo que yo adjetivo como ingenuidad. No es una respuesta directa sino indirecta, dirigida a sí mismo pero que implícitamente busca exponerme frente a sus lectores, en el retrato proyectado. ¿Qué busca exponer? En primera instancia mi sentencia: “No sea ingenuo @julioastillero, un impasse no genera ya más discurso, ni sentido. Se debe tratar el problema de forma frontal. En psiquiatría se usa una fuerza proporcionalmente superior al estado de psicosis del paciente a pesar de que los efectos secundarios son alarmantes.” pero, al mismo tiempo, la lógica de su propia proposición: “#VideocharlaAstillada de jueves: En #Culiacán, la severa realidad de los poderes paralelos se impone; en ese contexto, #AMLO debe dejar la retórica simplona y abordar en su discurso el tema del crimen organizado con la seriedad que el tema impone” que yo ataco con un adjetivo, que es a la vez tanto el principio como el fin del discurso: ingenuo. A decir que lo que se proyecta en la particularidad de los enunciados (en su defensa, mi respuesta, frente a su posición crítica hacia el presidente), aunque los enunciados no tengan un destinatario, son los enunciados imaginarios en relación a la acción o el curso que debe tomar el presidente sobre el tema del crimen organizado.
Aquí, como bien dice Lacan -en relación al seminario de La Carta Robada de Poe-, no importa tanto el contenido de la carta como la carta en sí. Esto porque es la carta la que pone en marcha la cadena simbólica del significante aun cuando el significado se desconozca. No solo de Julio Astillero sino de todos los sujetos que han tenido acceso al discurso -incluyéndome desde luego- para darle su espacio y tiempo a lo que necesariamente debe ser el imaginario del cómo actuar del/frente al crimen organizado. No la carta quizá, sino el twitter.
Entonces habría que, como hace Dupin, resolver astutamente el acertijo para robarle la carta -el twitter- a Astillero sin que el lo sepa pero creyendo, él, que aún lo tiene en su poder para poner en salvo el honor del presidente -en el imaginario, desde luego-.
(2) El contenido de la carta es abierto: en síntesis, el presidente ha sido un simplón en el tema del crimen organizado, un retórico impotente que debe elaborar un discurso serio e imponente. Pero el hecho de que el contenido sea abierto no quiere decir que sea claro, mucho menos que sea trascendental, siquiera responsable. De hecho es banal y redundante en su significado -a saber que el significado de su enunciado sigue siendo un enigma- porque sólo enuncia lo que en apariencia es obvio frente a los hechos que sucedieron el día de ayer en Culiacán, Sinaloa. ¿Qué clase de discurso serio e imponente podría elaborar el presidente?
El mismo presidente, el día de hoy, contextualiza ese discurso que propone Julio Astillero, exponiendo el discurso de los conservadores durante la matanza de Nochixtlán. ¿Ese es el discurso serio e imponente que sugiere Astillero?
En la conferencia de prensa en Oaxaca, hoy, le increpa un periodista, Páramo, la debilidad del Estado frente al crimen organizado. Minutos después, una periodista le pregunta sobre la impunidad en el caso de la matanza -genocidio dice ella- de Nochixtlán. Y el presidente, siempre astuto y elocuente, repite esa “retórica simplona” que es de, hecho, el significado de gobierno: no más matanzas, no más desapariciones, no más daños colaterales; aún cuando el tema sea tan “serio” e “imponente” como lo es el del poder real del crimen organizado.
Cuando Julio Astillero publica su twitter atacando al presidente pone en marcha, aun sin darse cuenta, una cadena de significantes propia del totalitarismo, de los Estados castrenses. En el simbólico colectivo se trata de una invitación provocativa a la represión, la intolerancia y la marginación. En el imaginario, se trata de la enunciación responsable del periodista preocupado por la seguridad de la Nación. En la realidad, sin embargo, en el mejor de los casos, es una declaración ingenua sino es que torpe o hasta mal intencionada.
(3) Como es mi costumbre ante ciertos enunciados provocativos, respondí el tweet de forma directa, poniendo su nick: “No sea ingenuo @julioastillero, un impasse no genera ya más discurso, ni sentido. Se debe tratar el problema de forma frontal. En psiquiatría se usa una fuerza proporcionalmente superior al estado de psicosis del paciente a pesar de que los efectos secundarios son alarmantes.” El discurso de odio, de represión, de la maquinaria estatal aplastando delincuentes de forma desproporcionada ya fue superado por la situación de las cosas. Se trata en ese sentido de un impasse en el problema del crimen organizado.
En los pacientes psicóticos se da un fenómeno de proyección primitiva llamado forclusión que es el origen semántico de su delirio. Lo que se genera después de la forclusión ya no puede considerarse discurso. No existe tal cosa como el discurso del psicótico. En el psicótico, la dinámica semiótica en relación al Nombre del Padre y el Gran Otro se ha dirigido hacia el impasse, ese punto sin salida donde todo proceso constructivo se detiene, donde la cadena de significantes se forcluye precisamente. Frente al impasse no hay nuevos discursos, ni elaboración dialéctica del discurso. Se pierde todo sentido de forma absoluta.
Ya no existe espacio ni tiempo para nuevas elaboraciones, por muy responsables o sensataz que parezcan en el ámbito imaginario. Y lo simbólico se reduce a un tipo ambiguo de violencia: desde la violencia de lo innombrable, de lo indecible, hasta la violencia física que mutila, que desgarra, que destruye por acción de su propia fuerza. En Psiquiatría, primero se hace una anamnesis, una descripción fenomenológica precisa para poder hacer un diagnóstico. Entonces, y sólo entonces, se procede a un tratamiento proporcional al estado de violencia generada por la psicosis, que reduce la violencia propia del impasse mediante el uso de una fuerza que no contiene discursos, que no presume moralidad o sensatez; que en ocasiones puede llegar a ser tan salvaje que al ojo del espectador casual -el neurótico sintomático- puede parecer insensata o brutal, cuyos efectos secundarios efectivamente son alarmantes.
(4) La respuesta somática, de aquello que se ha traducido de lo imaginario y simbólico de la propuesta de un discurso efectivo contra el crimen organizado, es en sí el principio y fin del breve pero rico discurso que se dio: ingenuo. Sin dirigir, una carta abierta a los espectadores, se inicia y se termina un discurso con una frase tan vaga y absurda como la que dio inicio a la cadena de significantes. Del presidente simplón y parlanchin, pasando por el escudero del presidente que proyecta su ingenuidad en la ingenuidad del otro -el pastillero palero-, hasta el “Que no sea yo ingenuo:..”, es también el mecanismo psicosomático del neurótico, la esencia caracterial pasivo agresiva del histrión, que somatiza en el vacío del poder imaginario y que resignifica simbólicamente los enunciados frente a una realidad que evidencia pobreza de pensamiento, torpeza narrativa y el tedio de los síntomas que se proyectan y desplazan. Denegación es el mecanismo que impulsó ese breve pero interesante discurso: “Que no sea yo ingenuo:...”
Federico Villagómez
18 de octubre del 2019.
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