Concurso de Fotografía Cervantes: 1ª Entrega

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Todas las fotografías fueron realizadas con una cámara Nikon D3200 y con un teleobjetivo 55mm-200mm.

Pretendo que las tres fotos que presento pertenezcan a un mismo universo, como una serie fotográfica. Seguidamente, coloco un texto que es una síntesis de lo que pienso y siento con cada imagen.

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En la primera fotografía, la unión entre naturaleza (los árboles), metal (el tanque) y lo humano (las niñas), no dejan respiro. Las formas, producto del aplastamiento de profundidad del teleobjetivo, rellenan el encuadre como si hubiese horror vacui (miedo al vacío), muy característico del barroco. Tal desorganización la hacen una fotografía estéticamente caótica, a pesar de que el encuadre establezca cierto equilibrio.

La segunda, para mí, tiene ciertos rastros de caos estético por la vestimenta de los niños, pero no llega a ser lo suficientemente fuerte como para ser considerado un caso como ese. Es la tensión de lucha la que genera una atmósfera que denominaré caótica. La expresión de ira del que está a punto de pegarle un zapatazo al que tiene una gorra de Capitán América, una franela de USA, y un gesto de alerta, generan un punto de coincidencia con el discurso oficial anti imperialista en Venezuela. Que unos niños sean la alegoría de tal postura ideológica -muy marcada en el país- es caótico. Uno no espera que los niños hereden a tan temprana edad asuntos que "son para los adultos", tal como la violencia y los pensamientos sesgados.

Por último, la tercera foto representa un caos social. La foto se tomó temprano por la mañana, una familia escarbaba en los alrededores del cuarto de aseo de mi edificio, buscando algo... recuerdo bien que de entre la basura sacaron una camisa, se la midieron a uno de los niños y la guardaron en el bolso tricolor de la niña. Me ahorro las explicaciones del por qué tal imagen es un reflejo de una sociedad caótica.

Ahora, una vez estructurado estos tres tipos de caos que creo están presentes en la serie ¿dónde se encuentra la belleza? justamente en la vitalidad e inocencia de los infantes. Independientemente de si se trata de niñas que ya abrazan la idea -de manera inconsciente- de aceptar la presencia militar en su cotidianidad, de muchachos que se pelean con vestimentas que ofrecen una doble lectura, o de una familia cuyos niños en vez de estar en la escuela buscan trofeos donde otros ven desechos, hay pinceladas de vidas que probablemente sean bellas en otros momentos del día. Un niño o niña -mientras lo siga siendo- tiene la capacidad de hacer de una situación deplorable algo bello, siempre y cuando utilice su imaginación y voluntad en ello.

Se plantean tres escenarios, en los cuales cada niño o niña (como el muchachito de la tercera foto) puede construir una aventura que altere su realidad.