Madre y abuela, la lucha con dos generaciones a la que no le gusta comer vegetales.
Dicen que las Madres muy estrictas con sus hijos generalmente resultan muy permisivas y complacientes con sus nietos.
Hoy mis queridos lectores quiero compartirles una vivencia familiar, específicamente como mi madre se desvivió una semana para complacer todos los caprichos de su nieto. Ver de cerca todo este proceso afectivo en realidad me gustó y conmovió mucho, por eso quiero compartirlo con ustedes a través de estas breves líneas.
Hace unos días llevé a mi sobrino a que pasará una semana junto a su abuela. El "niño", se encuentra en su pubertad ya que tiene 13 años de edad, tenía casi 5 años que no visitaba a su abuela materna. Como muchos de ustedes lo saben, la situación en Venezuela ha afectado mucho las relaciones familiares. Muchas personas se han visto forzadas a irse del país; mientras que por otra parte, los que aún viven en el país enfrentan muchas dificultades para las cosas básicas de la vida como lo puede ser trasladarse de un lugar a otro.
Recuerdo que cuando éramos niños mi mamá se esmeraba por que tuviéramos un dieta variada, en la cual los vegetales estuvieran presente en nuestra alimentación diaria. Como es conocido los niños en todas las épocas no ligan mucho con la ingesta de vegetales y no puedo decirles que mi sobrino fuera precisamente la excepción.
El preámbulo era conocido y la abuela no estaba dispuesta a perder la batalla aún cuando el esfuerzo resultara titánico en tan corto tiempo. El desafío inició con la preparación de alimentos a base de auyama (calabaza). La abuela se esmeró con la preparación de unas panquecas en el desayuno, las cuales le dieron el primer round puesto que el jovencito las devoró e incluso pidió una ración adicional.
La segunda confrontación resulto más dura para ambos. Para el almuerzo la abuela preparó dos platos. La entrada era crema de auyama con queso blanco rallado. Mi sobrino hizo un ligero amague para evitarla tomar, pero la abuela no estaba dispuesta a soportar sus berrinches. Al final del episodio se puede decir que hubo tablas, ya que la abuela terminó dándole unas cuantas cucharadas de sopa a mi sobrino, toda una vergüenza para él.
Así transcurrieron los días con mi mamá dándole de comer preparaciones bien balanceadas al jovencito y dándole premios a cambio en forma de postres y granjería criollas deliciosas.
Uno de los capítulos que no llegué a presenciar tuvo que ver con la preparación de un delicioso pasticho (lasagna) de berenjenas. Me contó la abuela (mi mamá) que el niño había dejado el plato como si hubiera pasado un tractor por él (jajajaja); es decir, comiéndose la carne molida, la salsa y el queso.; mientras a un lado del plato mi sobrino dejaba las rebanadas de berenjena. Me recuerdo que cuando éramos niños mi hermano mayor y yo también hacíamos eso y mi mamá era implacable con nosotros, no nos parábamos de la masa hasta que nos comiéramos todo.
Yo pensaba que finalmente mi mamá había puesto en práctica su mayor poder de persuasión. Finalmente me enteré que le había prometido a mi sobrino un delicioso pan dulce artesanal si se comía todas las berenjenas. La negociación fue efectiva, el jovencito se comió las berenjenas y el pan dulce se lo prepararon para la merienda.
En siguiente post le mostraré como fue la preparación de ese pan dulce artesanal con anís.
Imágenes: R. Aldana, Valencia, Agosto 2019.
Dispositivo utilizado: Huawuei Y5.
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