Celebran su día con orquestas de pistones
Hoy es Día del Padre en mi país. No es un juego de palabras lo que escribiré; es una realidad. Los venezolanos lo comentan en las calles, y el que es más hablachento cree que tiene la razón cuando dice: «es por la cantidad de octano que tiene la gasolina, y la misma logra la suficiente explosión».
Ustedes se preguntaran: «¿Qué tiene que ver eso con el Día del Padre?». Pues, es que en las calles de Venezuela suena una orquesta en silencio, que cede la tutela al redoblante. Ya no hay boleros y rancheras, ya no hay bailes y brindis. Solo estallidos de carros y motos rodando en las vías de la pobreza.
Tal vez ustedes no lo entiendan porque están en otras naciones, pero los invito a hacer este ejercicio. Imaginen que van caminando por la principal avenida de tu ciudad, la más importante o las que más transitan, y todos los vehículos tienen un mismo sonido, sean viejos o nuevos, grandes o pequeños, rojos o blancos. Por ejemplo; en la calle Paseo de Gracia en Barcelona, España; en la avenida Álvaro Obregón en México. En Bogotá y en Lima sonando el mismo pistoneo, de una esquina a otra, de un lugar al otro. Retumbando con fuerza y muy seguido una lata vieja. Como cuando cae la lluvia sobre una lata de zinc, pero rodando por el asfalto. Perturbando el silencio del día y por dentro clamando; «deténgase y baje para siempre del volante».
Ese sonido es de la homogeneidad, es el sonido de la pobreza, lo único, lo leal, lo real, lo verdadero; de la desesperanza instalada. Porque la riqueza de la libertad está chillando en millones de escalas, de ritmos y armonías; de tonalidades. Hoy en Venezuela suena a Irán , a Rusia, a Cuba; suena a sometimiento y evasión. El país suena a una novela checa de melancolía.
Todos los vehículos en mi país están sonando iguales. Puesto que; apagados también chasquea, sí; en la cola de tres días para llenarlos de combustible; y en neutro para rendir la gasolina. Grita en la miseria de un país que no sabe por dónde mirar, o de agarrarse para sostener su dolor; ya que todos los miedos que sentimos, también suenan iguales, al compás de la lejanía; desde donde nos tocará volver a empezar.
Fue difícil hablar de papá, y de ser papá, debido a que comencé por el recuerdo, pero también me sonó igual. Y al final; el Socialismo Bolivariano, me robó la sonrisa.
Volveré a empezar.
Escrito por Jhon A. Romero.-