Ecos desde el Averno. Capítulo II. Más allá del Bosque Petrificado.

in #spanish7 years ago

Segunda entrega de esta historia de fantasía a la que le tomo cariño con cada capítulo que escribo. Espero les guste (Imagen via pixabay)

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Más allá del Bosque Petrificado

Al viejo cada vez le crujían más los huesos, la espalda era un suplicio, y el peso de los años le había amargado por completo, tiró el arado y se quejó. Volvió encorvado a casa, abrió la puerta y se sentó junto al fuego, encendió la pipa, y maldijo. Su mujer murmuraba en la cocina, tenía el cabello ceniciento pero no parecía tan vieja como el amargado en el sillón. Tan fastidiado estaba que no se había percatado de los niños sentados cerca de él. Oh, los nietos, maldita sea, pensó torciendo la boca.

-Nos prometió otra historia, abuelo- dijo uno de los niños mirándolo con mala cara.

-Ya no lo recuerdo- masculló el viejo mordiendo la pipa. –Vayan a casa, se hace tarde-

-No me iré sin mi historia- se opuso otro niño, rojo de indignación. –Con todo lo que hemos caminado, no, no y no. Pero se los dije, siempre lo he dicho, no creo que el abuelo haya sido un mago, más parece un cascarrabias charlatán-

-Ya te daré una historia, le dicen la historia de la hebilla, pequeño cabro…-

-Cariño, por favor- gruñó su mujer con una mirada reprobatoria.

El viejo refunfuñó, resopló. –Bien, bien, demonios, tal parece que para eso he quedado, para entretener a los mocosos de la familia- miró a la niña que sonreía de felicidad. -¿Qué quieres que te cuente, niña?-

-De Zismar, nos contó poco de Zismar y …-

-Le pregunté a la niña, no a ti cabro… quiero decir, engendro.- carraspeó. –No hablaré de Zismar esta vez, es un tema que me desagrada bastante.-

La niña hizo una mueca de desilusión. El viejo apretó las mandíbulas. –Te contaré sobre cómo derrotaron a la bestia que arrasó las aldeas exteriores- la niña sonrió de emoción y dio palmas. El viejo meneó la cabeza. –Los niños de ahora están mal de la cabeza- tomó aire.

-¡Qué podrido puede ser el corazón del hombre! Destruir aquellos preciosos bosques, de un aire tan diáfano, lleno de vitalidad, tan rico y esplendoroso y en los que incluso de noche cualquier alma podía cobijarse en sus brazos. ¡Qué malditos engendros puede parir la madre tierra como para violar tan salvajemente sus obras más perfectas!- su mujer se cruzó de brazos, molesta, no le dio importancia.

-Era una figura llameante que incendiaba incluso las rocas, proveniente del averno, apagaba y encendía sus llamas, sonreía grotescamente frente a nosotros. Para ese momento los trasgos habían sido destrozados por los poderosos paladines que llegaban cruzando el bosque conquistado. La batalla contra el demonio comenzó entre los escombros de las aldeas y se mantuvo durante días y noches, magos y caballeros se consumían ante el aura infernal del enemigo. Nos persiguió hasta que no pudimos seguir huyendo. Sus ojos brillaban de malignidad al mirar sobre el Bosque Petrificado, tentado a seguir destruyendo todo a su paso. El príncipe de Zismar, Khol Lutan, cargó contra él y cayó herido mortalmente, los caballeros dieron su vida por protegerlo de la bestia. El fin estaba cerca, hasta que aquella mujer de cabellos azulados llegó- el anciano suspiró, una luz extraña asomó en su rostro. -Se llamaba Fhelsis, y sin ella todo habría terminado para quienes allí combatían y también para quienes dormían y desesperaban en Zismar-

El anciano ya no temblaba, estaba sonriente, como si recordara algo de una belleza extrema. -La verdad es que muy pocas personas en Zismar hubieran podido imaginar lo que había incendiado los bosques y arrasado a las aldeas. En Zismar no sabían qué eran los nigromantes, ni que era una invocación, mucho menos que eran las Montañas de la Niebla Eterna, ni siquiera se sabía porque los magos muchas veces marchábamos de norte a sur y jamás regresábamos. El reino había estado inmerso en un sueño placentero, lo había mermado y limitado, lo había condenado. Cuando las manos de la oscuridad tantearon a la Zismar dormida, todo terminó.-

-La hermosa Fhelsis se batió contra la amenaza de llamas y cólera. Jamás olvidaré la enorme ventisca helada que azotó todo el lugar siguiendo las órdenes de quien parecía su dueña. La facilidad con la que aquella mujer doblegó y redujo a simples trozos de hielo al demonio, por todos mis ancestros, fue hermoso. Nos mirábamos los unos a los otros para convencernos que todo era real, todos sacudiéndonos la nieve de encima y asombrados ante las espadas y armaduras, resquebrajadas y cayéndose a pedazos tras la presión letal del frío. Tras Fhelsis llegaron otros hombres a caballo, un par de magos y dos paladines, informaban que un tal Ramel había invocado a la bestia, pero que habían sido destruidos por el monstruo y entre las cenizas y los caídos habían encontrado un viejo libro, la mujer suspiró apesadumbrada, se abrió paso entre los hombres y con una mirada triste y llenándose de lágrimas vio como agonizaba el príncipe, que aún con sus últimas fuerzas intentaba sonreír.-

–Lo escuché. Una pregunta del príncipe y la respuesta de Fhelsis. ”¿Es este el momento en que Zismar se enfrente a su aniquilación?”- el viejo bajó la cabeza -“Es el momento de que Zismar enfrente la realidad” luego tomó firmemente su mano “Y sobrevivir depende de ella, de nadie más”, el príncipe miró los cuerpos de sus hermanos caídos y la cara devastada de los bosques-

La mujer del viejo lloraba. –“Quiero quedarme aquí, junto a todos ellos” y murió, los caídos fueron sepultados alrededor del príncipe, y la mujer cubrió el lugar con piedras azuladas que brillaban perpetuamente, imposibles de desenterrar. Nos dio el libro y montó su caballo. Alguien se atrevió a preguntar hacia donde se dirigían, y qué había pasado, y lo que vendría en camino. “El Rey lo explicará, nos vamos al norte, no sólo murieron los héroes, murió algo más, mucho más importante” y así el grupo cabalgó a toda velocidad y desapareció en la bruma, regresamos a la ciudad sin mirar los arboles abrasados ni las cenizas, ni los pequeños fuegos y los lugares aún humeantes- era obvio que la historia había terminado.

-Entonces- dijo uno de los niños titubeando. –El libro. El libro de Ramel, fue uno de los objetos saqueados de las Salas Arcanas, poco antes de la caída de la ciudad-

-Fin de la historia. Largo, todos. Ocúpense de asuntos acordes a su edad- los ojos del viejo relampaguearon. –No se hable más del tema- los niños entendieron que no se podía enfrentar aquel tono, todos se escabulleron a sus casas.

El viejo amargado se dejó caer en la cama escuchando el crujir de sus huesos. Meneó la cabeza, colocando una mano en su rostro. Sintió el dolor punzante de los exiliados y maldijo su debilidad, su poco temple, maldijo haber nacido como humano. Si el viejo hubiera conocido más, habría contado que Fhelsis despidió a su hijo Samael antes de partir a la Primera Expedición y que jamás lo volvió a ver. Seguro habría contado que en Lehiva sus tíos lo recibieron con cariño, y que allí vivió como granjero, como un humano, simple, un animal feliz sin preocuparse de nada.

Habría contado que observaba a los magos con asombro, emoción y curiosidad y que al mirar al norte sentía escalofríos y que día a día se oscurecía más la silueta en el horizonte sobre donde debería estar la Preciosa Zismar. Habría contado que el joven juró no volver jamás a Zismar luego de conocer el deceso de su madre. Habría contado con rostro duro y serio, como el joven Samael pasó años ensimismado, azotado por horribles pesadillas que lo obligaban a pasar días enteros sin dormir.

Habría contado como el joven despertó una mañana y toda su habitación estaba tapizada por una gruesa capa de hielo, y como los copos de nieve flotaban en el aire. Habría contado como abandonó su hogar y se dirigió a las montañas heladas donde los magos más ancianos impartían sus conocimientos a quienes consideraran aptos para el reto.

Habría contado como Samael huyó de la granja, agotado de sus pesadillas demoledoras, y como había observado sobre su hombro el rostro dormido del pueblo de Lehiva mientras sonreía con lágrimas recorriendo sus mejillas, agachando la cabeza con un gesto de agradecimiento para luego sin querer mirar de reojo donde debían estar Zismar y el Bosque Petrificado sintiendo la misma sensación de desamparo y horror que experimentaba mientras dormía.

Habría contado cómo algo allá, cruzando los valles y laderas serpenteantes a través de las montañas, algo sombrío y descomunal lo incitaba, lo desafiaba, aún dormido, sobre sus enormes brazos maltrechos, recobrando fuerzas para levantarse una vez más. Pero el viejo ya no pensaba en los nietos, ni en su mujer, ni en la derrota pues estaba dormido, amargamente, en una cabaña plantada en un lugar remoto del sur.

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Hola Jimmy veo que llevas poco tiempo en steemit, pero tu forma de narrar y creatividad son increíbles, me gustó bastante el texto.

Gracias por leerlo, lo aprecio mucho, y sí, llevo poco en steemit pero espero estar por acá mucho tiempo y escribir con frecuencia ;) Saludos!