UN BESO EN SAN VALENTÍN | Novela romántica. Parte 6
Febrero es un mes ideal para las bodas y las fiestas gracias a la magia que aporta el día de San Valentín, pero también puede ser un mes lleno de estrés y preocupaciones. Disfruta de esta romántica historia de amor que estuvo a punto de morir por culpa de San Valentín.
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Capítulo 6.
Al terminar la jornada, Oswald fue a la oficina de Jessie para intentar convencerla de que compartieran un café, estaba ansioso por saber que tan abierta había quedado aquella puerta para él, pero la chica ya se había marchado. Comprimió el rostro en una mueca de insatisfacción antes de regresar a su cubículo de hombros caídos.
Jessie salió del ascensor y buscó entre los autos aparcados en el estacionamiento interno del edificio el de Ethan. Él la esperaba escuchando música. Al verla caminar hacia su auto, bajó para recibirla dándole un beso en los labios.
A diferencia de otras ocasiones, aquel beso lo sintió frío, sin emoción. Él se notaba cansado, con su cabeza puesta en otros temas. Luego de eso, ella rodeó el vehículo para subir al asiento del acompañante, muy seria, postura que a Ethan le daba a entender que ocurría algo.
Después de ocupar cada uno su puesto y poner el vehículo en marcha para salir del edificio, él bajó el volumen de la música y se atrevió a buscar conversación. Jessie miraba con melancolía la vía, una actitud poco usual en ella.
—¿Todo bien?
—Sí —respondió sin más, haciendo que él arrugara el ceño.
—¿Estás recargada de trabajo? Puedo buscar a otro diseñador para que haga el arte para la despedida de soltera.
Ella respiró con desazón, viniéndole a la mente la prima de la agasajada que además de pasteles, buscaba algo más con su novio.
—Ese encargo no es gran cosa, solo poner unos cuantos besos en un papel y elegir una letra sugestiva.
Hubo un instante de silencio.
—Para mí sí es gran cosa —replicó él con seriedad—. La buena calidad y la apariencia elegante de ese pedido serán clave para introducirme en la vida social de la ciudad.
Jessie respiró hondo, arrepentida por sus palabras poco delicadas.
—Disculpa, no quise decir que…
—¿Qué pasa? —pidió. Ella apretó la mandíbula con enfado—. No saliste tensa del trabajo por una tarea adicional que tengas pendiente. Te conozco.
—Solo estoy un poco cansada por asuntos personales.
—Nuestra relación es un asunto personal —alegó, preocupado. La gran cantidad de trabajo que había asumido esos días lo tenía tan distraído que no había analizado las emociones de su novia.
Ella se mordió los labios al saberse descubierta.
—Es Marie —dijo como excusa, siendo en parte, sincera—. El tema de Marie me agota.
Ethan reflexionó su respuesta. Aunque sabía que podía ser cierta, sentía que faltaba algo a esa confesión.
—¿Por qué no le recomiendas que pase una temporada con tu madre en Maryland, o con tu padre? Si ella no tiene dinero para el viaje puedo ayudarte a cubrirlo. Como un préstamo —agregó enseguida eso último al recibir la mirada casi indignada de la chica.
A Jessie le molestaba que otros pretendieran solventar sus problemas financieros. Esa había sido una de las líneas que delimitaban su relación.
—Sería una locura. Marie solo iría con reproches y ellos estarían a cada segundo en contacto conmigo para que los ayude a resolver sus diferencias con ella. Ninguno ha podido superar las rabias que les dejó el divorcio.
—Por esa razón debes convencerla de ir y desconectarte de ellos —aportó él sin dejar de atender la vía—. Marie reaccionó de manera dramática con Donovan porque tiene miedo a quedarse sola, no porque lo ame. Ella tiene que crecer y aprender a vivir consigo misma, sin depender de otros, pero no podrá hacerlo si no cierra primero sus heridas. Tú no puedes ayudarla a superar sus obstáculos, lo que haces es desgastarte y ella seguirá igual. Y en cuanto a tus padres… —Ethan calló un instante para pensar bien sus palabras. Aunque le molestaba la forma en que ellos agobiaban a Jessie para empujarla a resolver sus problemas, no podía intervenir. Quién debía poner límites era su novia, pero para eso ella debía comprender el error que cometían—. Ya pasaste por esa situación hace dos meses. Creo que sabes cómo detenerlos.
Jessie respiró hondo agobiada por el tema. Sin embargo, debía reconocer que él tenía mucha razón. Si le daba más largas a ese asunto terminaría convirtiéndose en un conflicto serio.
Al llegar a su edificio, Ethan estacionó en la entrada y esperó a que ella bajara sin apagar el motor.
—¿No subirás? —preguntó Jessie con extrañeza y angustia. Él siempre se quedaba unas horas luego de llevarla a su casa. Cenaban juntos y tenían algo de sexo y charla antes de que se fuera, pero ese día parecía poco dispuesto.
—Debo ir a la cafetería —confesó Ethan con desagrado—. Esta noche terminaremos los pasteles para decorarlos en la mañana. No quiero dejar a los empleados solos, ya les exijo mucho al hacerlos trabajar horas extras.
—¿Y Gary?
—Irá a su casa para conversar con su esposa. Hay problemas con sus hijos. No es nada serio, pero si no lo atienden ahora, las cosas se complicaran.
A Jessie le molestó que Gary pudiera hacerse cargo de su vida familiar mientras Ethan realizaba todos los sacrificios posibles para mantener activo el negocio de ambos. A su parecer, no había equilibrio, pero no opinó porque sentía que no tenía autoridad para hacerlo. Él ni siquiera la había presentado a su familia, era una extraña.
—Quédate solo unos minutos —pidió, con el corazón estrujado en el pecho.
No deseaba que se fuera, comenzaba a sentirlo lejano. Más aun sabiendo que él dejaba abiertas otras puertas y no cerraba la suya.
—Jessie…
—No te robaré mucho tiempo —interrumpió, casi rayando en la desesperación.
Ethan respiró hondo, incómodo por aquella situación. Quería complacerla, pero en la cafetería requerían de su presencia para que todo marchara sin errores ni dilataciones. Sin embargo, al verla a los ojos y descubrir en sus pupilas el brillo del deseo, sus venas se encendieron.
Era consciente de que en ese momento su novia lo necesitaba y él la estaba dejando de lado por sus responsabilidades. Dedicarle aunque fuese una hora no afectaría su desempeño, al contrario, uniría más los lazos que los ataban aumentando sus fortalezas.
La amaba, y el amor que ella le dedicaba era como gasolina para sus motores.
—Está bien, me quedaré una hora.
Ambos sonrieron, llenos de ilusión y alegrías. Se besaron con ansiedad antes de que él apagara el motor y salieran del auto. Mientras subían a su piso, compartieron caricias y besos apasionados. Antes de que ella pudiera abrir la puerta del departamento, él la pegó contra la pared e introdujo una mano por debajo de la falda para acariciarle el muslo hasta llegar a la nalga, que apretó con deseo. Hacía todo eso sin dejar de devorar su cuello con besos y mordiscos.
Jessie gemía con los ojos embriagados por la pasión y con mano temblorosa sacó la llave de su cartera. Quería entrar rápido o Ethan la desnudaría en el pasillo, donde estaban a la vista de los vecinos.
Pasaron a trompicones a la sala oscura, arrebatados por la lujuria que sus caricias salvajes les producía. Él tomó la liga de la tanga y quiso bajarla con rapidez para tener acceso libre a su sexo, pero el sonido de unos jadeos sonoros y el grito de Jessie lo detuvo, obligándolo a repasar asustado la habitación.
Marie se hallaba desnuda, cabalgando con energía a un sujeto que también se encontraba desnudo y acostado sobre el sofá. Era el moreno de facciones árabes con quien la chica había estado hablando mientras hacía fila en la terminal de buses para comprar un boleto a California.
—¡¿Qué demonios haces?! —gritó Jessie, hecha una caldera a punto de estallar por la furia.
Marie tomó su blusa del suelo y bajó del hombre cubriéndose con ella la desnudez.
—¡¿Qué haces aquí?! —indagó Marie, alarmada.
—¡Es mi casa!
—¡Pensé que te quedarías esta noche con Ethan!
El aludido no podía sentirse más abochornado. Les dio la espalda para no mirar como el joven se ponía de pie y se vestía a toda prisa mientras las mujeres discutían.
—¡¿Quién es él?! —quiso saber Jessie, aún alterada.
—Es…
—Malik —respondió el chico con nerviosismo y cerrándose la cremallera del pantalón.
El rostro de Jessie estaba a punto de ponerse azul por la cantidad de ira que tenía acumulada. Ethan se acercó a ella para calmarla, evitando mirar hacia Marie que comenzaba a ponerse la blusa con torpeza.
—Amor, deja que él se vaya y luego hablan.
Las lágrimas humedecieron el rostro de Jessie, que estaba saturado por la indignación.
—¿Qué hace él aquí? ¿Cómo fuiste capaz de meter a un extraño a mi casa?
—Es un amigo —alegó Marie nerviosa, viendo como el joven Malik tomaba sus zapatos y salía a las carreras de la casa mientras terminaba de ponerse la camisa—. ¡No te vayas así! —trató de detenerlo, pero él abrió la puerta y escapó de aquella situación incómoda.
—¿Qué no se vaya? Tiene que irse, esto no es un hotel —apuntó Jessie, logrando que Marie la mirara con furia, aún semi desnuda.
—Yo estoy viviendo aquí.
—No. Tú te estás hospedando aquí. Esta no es tu casa —aclaró con enfado. Marie se mostró impactada.
—¡Eres una egoísta! —gritó y se marchó a su habitación con porte de reina sin importarle que de la cintura para abajo no llevaba nada puesto.
Jessie no podía respirar con normalidad por la cólera que le recorría las venas. Sus manos temblaban y sus ojos estaban anegados con lágrimas amargas.
—¿La escuchaste? —dijo hacia Ethan— ¡Me llamó egoísta!
—Tranquila. Respira hondo —pidió él, e intentó abrazarla, pero ella se apartó para ir tras su hermana y continuar con la discusión—. Jessie…
—¡Ve a la cafetería! —fue su respuesta mientras caminaba hacia el pasillo de las habitaciones, dándole la espalda.
Ethan maldijo por lo bajo y se pasó una mano por el cabello con inquietud. Estuvo un instante parado en aquel lugar sin saber qué hacer, preocupado por la forma en que podría terminar ese problema, pero cuando comenzaron a resonar los gritos producto del debate entre hermanas, su teléfono empezó a repicar anunciándole la llegada de mensajes de texto. Se trataba de Theresa, solicitando su pronta presencia en la cafetería para solventar una situación.
En medio de un suspiro, y con inseguridad, salió del departamento. Por ahora, allí él estaba sobrando. Lo mejor era dejarlas resolver sus diferencias, luego regresaría para darle apoyo a su novia.
Tenía sus propios asuntos delicados que solucionar.
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