Paul Verlaine: la poesía como arte de la música (y II)
En la continuación del artículo sobre este pilar de la poesía moderna, Paul Verlaine (ver enlace al final), paso a considerar otros rasgos y aportes.
*Como podemos ver en el poema "Arte poética", el rasgo indicado (tendencia de su poesía a hacerse música) está íntimamente ligado con otro aspecto: la fuerza conferida al valor sugestivo de las sonoridades verbales suscita un pequeño universo de sentido en el que confluye el timbre sonoro y el significado de las palabras. Verlaine evitó los sonidos rotundos y brillantes y se inclinó por los tenues y matizados alcanzados con la elección de palabras que dieran esas sutiles emociones.
*Ese arte de la sugerencia tonal y semántica (aporte fundamental para el Simbolismo y para la poesía moderna) lo encontramos mejor expresado en su segundo libro, Fiestas galantes, donde se vincula el paisaje anímico con el mundo realizado por el hombre, lo que ha llevado a hablar del "impresionismo" de Verlaine, adelantándose al movimiento pictórico y musical de unos años posteriores.
En Fiestas galantes, Verlaine asume los paisajes, personajes y el ambiente moral, entre festivo, melancólico e irónico, del mundo plástico realizado por Antoine Watteau (1684-1721), pintor francés de finales del barroco.
En el sentido indirecto o intransitivo que procura la sugerencia, el sentimiento personal está simulado en ese ambiente de bailes, serenatas, disfraces, encuentros cortesanos, con poemas donde las emociones mezclan la ingenuidad, ternura, ironía, exquisitez, libertinaje, etc. Los críticos han señalado que Verlaine descubre la fuerza sugestiva de la media luz más que la luz plena solar, que las palabras que sugieren emoción son más poderosas que las que las nombran explícitamente. Este es otro aporte capital de Verlaine.
Veamos el poema "Claro de luna" de Fiestas galantes, imagen tan cultivada en la música impresionista y clásica:
Vuestra alma es un paisaje escogido
que encantan máscaras y bergamascas,
tañendo el laúd y bailando y casi
tristes bajo sus disfraces fantásticos.Cantando en tono menor
el amor vencedor y la vida oportuna,
no tienen aire de creer en su felicidad
y su canción se mezcla con el claro de luna,con el claro de luna triste y bello
que hace sonar a los pájaros en los árboles
y sollozar de éxtasis a los surtidores,
a los grandes surtidores de aguas esbeltas entre los mármoles.
*En Romanzas sin palabras, Verlaine mantuvo su inclinación a la musicalidad, pero remarcó algo que ya podemos percibir en el libro anterior, lo que sería otro de sus aportes: el uso de palabras simples y comunes. El poema III de "Pequeñas arias olvidadas" (que tiene un epígrafe de Rimbaud: "Llueve suavemente sobre la ciudad") es muy representativo:
Llora en mi corazón
como llueve en la ciudad.
¿Cuál es esta languidez
que penetra mi corazón?¡Oh ruido suave de la lluvia
en la tierra y sobre los tejados!
Para un corazón que se aburre,
¡oh, el canto de la lluvia!Llora sin razón
en este corazón que se descorazona.
¡Cómo! ¿Ninguna traición?
Este duelo es sin razón.¡Bien sea la peor pena
de no saber por qué
sin amor y sin odio
mi corazón tanto pena!
En su libro en prosa, de gran importancia para la poesía moderna, Poetas malditos, incluye a los que él consideró, con ese adjetivo, poetas que irrumpían tanto contra la tradición poética como ante las normas sociales, convirtiéndose en poetas al margen; incluyó a Rimbaud, Mallarmé, Corbiére, entre otros. Como apunta Friedrich, en ese libro Verlaine expresa: "El sufrimiento del yo incomprendido frente a la proscripción del mundo ambiente, por él mismo provocada (…)". De Rimbaud, su compañero de vida, dice al comienzo:
Con gozo hubimos de conocer a Arthur Rimbaud. Hoy, muchas cosas nos separan, sin que, claro está, haya nunca faltado o disminuido nuestra profunda admiración por su genio y su carácter.
En aquella época, relativamente lejana, de nuestra intimidad, Arthur Rimbaud era un niño de dieciséis o diecisiete años, ya por entonces afianzado a todo el caudal poético, que sería menester que el público conociera, y del cual ensayaremos un análisis al tiempo que citemos cuanto nos sea posible.
Cuando Verlaine recibió la noticia -falsa- de la muerte de Rimbaud, escribió el poema "Laeti et errabundi" (en un traducción libre, sería "Felices y vagabundos"), en el que habla de su viaje con Rimbaud, de la libertad y enaltece al joven poeta. Por ser bastante extenso, solo transcribiremos tres estrofas:
Íbamos, -¿te acuerdas?,
viajero desparecido ¿en dónde?-
por el aire sutil,
¡Se nos habría tomado por dos alegres fantasmas!
(…)
Quietos en el orgullo de ser más libres
que los más libres de este mundo,
sordos a los insultos de todo tipo,
inaccesibles a la risa sucia.
(…)
¿Qué, el milagroso poema
y toda la filosofía,
y mi patria y mi bohemia
¿Muerto? ¿Qué va! ¡Tú vives mi vida!
Para cerrar este paso por la obra de Verlaine, soporte de la modernidad poética, citemos lo dicho por dos de sus estudiosos:
Lo que dicha poesía evoca sin una intensidad sin igual es la música de la alegría o el sufrimiento cotidianos, el sentimiento de la vida, de la vida desnuda, donde el pensamiento ya no es más que el sueño de la sangre que abreva la carne. (Marcel Raymond)
Lo que parece olvidarse es que Verlaine fue un poeta (…) que ejerció una gran influencia sobre la Europa occidental (…), que no ha dejado de ejercerse (…) (Anna Balakian)
Agregaría, influyó también en América, a través del movimiento bautizado como Modernismo hacia finales del siglo XIX, con poetas como Rubén Darío.
Referencias bibliográficas
Balakian, Anna (1969. El movimiento simbolista. España: Edit. Guadarrama.
Raymond, Marcel (1983). De Baudelaire al surrealismo. España: Fondo de Cultura Económica.
Todó, Lluís (1987). El Simbolismo. España: Edit. Montesinos.
Verlaine, Paul (1993). Antología poética. España: Libros Río Nuevo.
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