Desengaño (Cuentonimio)

Aquel lugar de reuniones tipo taberna era lo más moderno de la ciudad.

Se encontraba en un lugar alejado y secreto, de solo acceso a un reducido grupo de personas que trabajaban en su empresa y él tuvo la suerte o desgracia de ser uno de los elegidos.

Todas las noches pasaba a tomar tragos gratis, divertirse en los videojuegos de última generación, que incluían cascos de realidad virtual y recrear su vista en las hermosas chicas medio denudas que atendían a los clientes.

Pero su deseo más íntimo, y a eso debía su recurrente visita, era conocer a la que nadaba en un gran estanque junto a unos peces.

Sus ojos verdes y figura que nada tenía que envidiarle a una sirena, lo atraparon desde el primer instante.

Era todo un sueño hecho realidad.

La miraba de reojo nadar, poseia una gracia que envidiarían las mejores bailarinas de ballet, con un compás perfecto que daban a sus brazos y piernas un encanto sobrenatural.

Era un amor platónico y silencioso.

Hasta que un día el desengaño le atravesó el corazón.

Fue dispuesto a comunicarse de alguna forma con ella para saber su nombre y entablar una amistad, pero esa noche no estaba.

“Tal vez es su día libre” pensó.

Pero por una semana no apareció y se dirigió al que administraba el lugar y le preguntó.

-¿Por qué no he visto más a la chica en el estanque?

-Se dañó la máquina y no hemos podido repararla.

Sus neuronas comenzaron a procesar millones de datos por milisegundo, hasta que llegaron a una conclusión lógica.

De alguna manera ella tenía que proveer oxígeno a sus pulmones, ya que no recordaba haberla visto salir de allí, por lo que dedujo que algunas invisibles mangueras lo hacían.

-¿Y cómo puedo contactarla?

Ahora el sorprendido fue el encargado del sitio.

-No entiendo. ¿Contactar a quién?

-A la chica del estanque.

Pensó unos segundos y le respondió tajantemente:

-Eso es imposible, ella no existe, es un holograma.

Comprendió entonces que su amor platónico era un simple programa de computación.

Salió del lugar y no volvió.