Lenguaje para todos, todas y todes
El devenir de la historia nos presenta cambios constantes en el entramado social, los cuales se insertan, queramos o no, en nuestra vida cotidiana. Algunos son modas y/o pasajeros, mientras otros quedan enquistados y se hacen parte de los usos y costumbres del día a día.
Ciertos mecanismos de pensamiento, llámese ideologías, proponen cuestionar todo lo establecido y ponerlo en discusión. Me refiero particularmente a la corriente conocida como progresismo. Bienvenida sea esta forma de pensar, siempre y cuando sea genuina, y esos pensamientos salgan de lo más profundo de la razón de los individuos.
Estas palabras las incluyo a modo de introducción al tópico que planteo en este artículo. El cual se escribe a colación de un fenómeno, que se presenta sobre todo en los grupos jóvenes, que tiene que ver con la forma de hablar y expresarse en el idioma castellano.
Forma parte de la tendencia irreversible en la cual el colectivo femenino viene conquistando derechos y reconocimientos, postergados por un sistema históricamente patriarcal, al cual su origen se lo hace difícil de rastrear. Ahora le toco el turno al lenguaje, el lenguaje castellano, ese compendio de palabras de origen latino que nos heredo el Imperio Español a las naciones que van desde el lado sur del río Bravo hasta el vértice del cono sur, con la sola excepción del estado brasilero.
El cuestionamiento consiste en el carácter masculino de las palabras utilizadas para referirse a grupos de individuos. A modo de ejemplo les planteo la siguiente situación. En un bar vemos una mesa la cual la ocupan cuatro personas, todos varones, a este grupo nadie dudaría en llamarlos ellos. Si las cuatro personas fuesen mujeres, las referenciaríamos como ellas. Ahora, basta con que haya un solo varón para que ese grupo pase automáticamente a ser ellos.
Por supuesto que esto es una cuestión de usos y costumbres, nadie en su sano juicio está haciendo una discriminación hacia a la mujer o favoritismo hacia el varón conscientemente. Es algo que simplemente esta institucionalizado en el uso del castellano.
Remontándonos al origen, que nuestro lenguaje tiene en el latín, podemos notar que parte del genero de las palabras las hereda de este, y muchas otras las define simplemente discerniendo entre la vocal “a” y “o”. Esto no ocurre en los lenguajes de origen anglosajón, donde el genero de las palabras o es indefinido, o directamente son dos palabras distintas. A modo de ejemplo, en el lenguaje inglés, cuando uno dice the guardian se refiere al guardián o la guardiana, la diferenciación la da el contexto. O bien el caso de las palabras aunt/uncle (tía/tío), sister/brother (hermana/hermano).
¿Qué es lo que estamos viendo entonces?, o mejor dicho escuchando. Es ni mas ni menos que la erradicación de la letra “o” – también la “a” – en aquellos vocablos que hacen referencia a grupos heterogéneos.
En un principio fue solo el trabajo oral de no olvidar incluir a las mujeres en el discurso, como por ejemplo, lo hacia la ex presidente de la Republica Argentina Cristina Fernández de Kirchner, al decir todos y todas cada vez que le tocaba referirse al común de la población.
Luego, en su forma escrita se encontró el atajo de reemplazar la “a/o” por una “x”. Esto indicaba que al leer la oración se debía hacer referencia explícitamente a ambos géneros mencionando tanto a su versión con “a” y con “o”.
Actualmente, al presentarse el problema de el trabajo adicional que significa mencionar a ambos géneros por separado, y la odiosa prioridad de uno u otro; la falta de imagen acústica que tiene una palabra con tres consonantes seguidas, y siendo “x” una de ellas; y otros colectivos que podrían sentirse discriminados – gays, lesbianas, trans, etc. – se optó por la vocal “e” la cual denota un carácter neutro. Vale recordar que esta vocal tampoco satisfizo a la ya mencionada señora Kirchner, ya que no aceptaba el sustantivo presidente y solicitaba que la llamasen presidenta.
Así es como ahora podemos escuchar a un sector de la población – early adopters – utilizar palabras como todes, mediques, chiques entre tantas otras.
Sin dudas se trata de un cambio cuanto menos importante en nuestro lenguaje. No es solo la inclusión de nuevos vocablos, algo propio de los lenguajes naturales, los cuales permanentemente se agregan a nuestro diccionario. Estamos hablando de un cambio, que sin dudas requerirá más de una generación en implementarse, si es que logra imponerse claro está.
Yo creo que el aspecto mas interesante a analizar es el porque surgió esta tendencia.
Es probable que una parte de las mujeres sienta una discriminación, o mejor dicho la falta de inclusión de su genero cuando se utiliza el modo masculino para referirse al grupo. Esta razón es mas que valedera, pero dudo que sea una porción significativa de todo el colectivo.
Por otro lado se encuentra la necesidad de igualdad, la cual es el objetivo principal del movimiento feminista, esto no excluye a varones que propugnan por el mismo ideal. La cuestión de igualar a los géneros soslayando sus diferencias es tema para otro artículo.
Probablemente la necesidad largamente postergada de reivindicación de derechos lleve a aprovechar la oportunidad para proponer o en ciertos casos imponer este tipo de cambios, de orden profundo y duradero, en este caso, en nuestra forma de comunicarnos. En este aspecto, claramente la vitalidad adolescente juega un rol clave, si miramos a los adoptadores de esta novedosa forma de hablar el castellano, nos encontramos con una mayoría de jóvenes promoviendo esta corriente. Algunos por convicción, otros por moda y otros simplemente por acompañar. Muchas veces al ser humano promedio, ser parte de un colectivo le da sentido de pertenencia y acepta cuestiones de forma dogmática sin ponerse a meditar en los intereses a los cuales se alinea.
Sinceramente, y esto es opinión, nunca pensé que podría llegar a darse este fenómeno, ni que esto en particular fuera un problema. Si bien, de joven me lo había planteado el tema, de porque se utiliza siempre la versión masculina para referirse al grupo, lo asumí como una cuestión de usos y costumbres. No muy distinto a otros aspectos de la vida cotidiana donde la imposición del varón sobre la mujer haya establecido ciertos patrones. Claro, nacimos así, como no hacerlo, somos seres que se forman y educan bajo un esquema social preestablecido.
Muchos académicos – y otros no tanto – dicen que el uso de la versión masculina tiene que ver con el diseño del lenguaje. Que sencillamente es así, la versión masculina también juega el rol de neutralidad. Por desconocimiento no estoy en condiciones de afirmar esto último, hay que remontarse a los orígenes de nuestra lengua, seria un proceso de investigación que seguramente ya se hizo, pero no he tenido la oportunidad de leer nada esclarecedor acerca de ello. El lector podrá adoptar la postura que le sea más convincente.
En un mundo donde la única constante es el cambio, tenemos que estar preparados para este tipo de acontecimientos. Lo cual nos obliga a recibirlos con responsabilidad. Como estudiante de ingeniería en sistemas de información, me toco estudiar la sintaxis y semántica de los lenguajes, en mi caso haciendo foco en los lenguajes formales, pero muchas de esas reglas aplican a los lenguajes naturales. Yo creo que este tipo de cambios tienen que ser sumamente analizados, diseñados e implementados con mucho cuidado, y en manos de gente especializada que determine una solución que satisfaga a todos. Así, como se lo utiliza a este nuevo lenguaje inclusivo, no queda bien determinado cuales son las palabras que entran en la corrección. Lo mas sensato sería, que solo se aplique a los vocablos que referencian grupos y mantener el género de las palabras cotidianas, por ejemplo, una mesa seguiría siendo femenina y un árbol masculino. Esto mas que nada porque seria de imposible implementación si se aplica a todo ámbito. Tan solo basta pensar en la neutralización de genero de la palabra pena.
Yo ya tengo 35 años, voy a morir hablando de la manera tradicional. Nada me va a cambiar, respetare y comprenderé a quien utilice estos, por ahora, modismos. Este tipo de iniciativas, cuando son tan ambiciosas, tienen a imponerse o fracasar. El tiempo nos lo demostrara.
Si repasamos algunos cambios que ya se han dado en nuestro lenguaje, creo que hay dos de suma importancia. A los cuales, cuanto menos los pongo en discusión. Pero es de admitir que muchas veces pueden ser de utilidad y al parecer llegaron para quedarse.
En primer término los anglicismos, aquellas palabras provenientes del idioma ingles que son adaptadas y castellanizadas. No creo necesario presentar ejemplos. Son de uso común, y de hecho la Real Academia Española ya formalizo cientos.
Por otro lado los acrósticos, aquellas conjunciones de iniciales que representan palabras o frases enteras. Como, por ejemplo, q, hdp, tqm, etc. Claro está, que estos vienen de la mano del advenimiento del uso de la tecnología para las comunicaciones diarias.
En lo particular veo un aplebeyamiento del lenguaje, se dice que las palabras son justamente el limite de nuestro pensamiento. Mientras mas rico sea nuestro vocabulario, en la misma proporción lo serán nuestras ideas. Nunca es un inconveniente la inclusión de nuevos términos, al fin y al cabo, son herramientas que hacen más fructífera nuestra comunicación. El problema se presenta cuando lo limitamos, cuando acotamos nuestros conceptos para hacerlos encajar en un grupo reducido de palabras. Tomarnos el trabajo de utilizar la palabra exacta, por más rebuscada y exótica que sea, nos va a ayudar a definir nuestra idea, hacerla más valiosa y llevar al interlocutor donde nosotros queremos.
¿Sera casualidad, que cada vez son menos los términos que utilizamos para comunicarnos?, o nos encontramos en un mundo distopico de carácter orwelliano, donde ciertas imposiciones son convenientes a ciertos sectores. Quizá es ni mas ni menos que un relajo, pereza intelectual, conformismo, quien sabe. En un mundo donde la tecnología nos pone una ventana al saber al alcance de nuestras manos, ya no quedan escusas para la ignorancia, cualquiera que posea un teléfono móvil con acceso a Internet no debería tener impedimentos para engordar su léxico. Pero curiosamente desde los medios de comunicación tampoco se fomenta esta práctica, de hecho, parecería haber una demonización al uso de términos extraños y extravagantes, los cuales muchos de ellos son parte de nuestro lenguaje hace siglos. Tenemos una de las lenguas más ricas del planeta, utilicémosla, nos va a enriquecer como seres humanos y abrir muchas puertas.
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