Orígenes matrísticos
Esa es la energía necesaria para dar a luz. Para parir la vida. Para vivir. Confiar.
Es muy difícil hacernos una idea sobre como puede ser la vida fuera de la cultura patriarcal ya que la mayor parte de nosotras/os hemos sido educados en sus valores y creencias. Sin embargo, varios pueblos que viven al margen del sistema preservan la cultura en torno al útero o matriz con todas sus implicaciones, como lo Mosuo (China) o los sufís, o ciertas comunidades indígenas.
Aparte del mencionado sueño, otro elemento motivador de este post es haberme encontrado con el documental sobre la historia de la arqueóloga Marija Gimbutas “Signs out of time” (2004). Yo tenía vagas referencias sobre ella: que había investigado sobre las antiguas culturas matrifocales, que encontró evidencias del culto a la Gran Diosa. Sin embargo, había recibido severos cuestionamientos de la academia, la acusaban de poco rigurosa o sencillamente de loca. Esto último ya habla muy bien de ella, porque esos son los argumentos que suele esgrimir la masculina élite académica ante las propuestas transgresoras de las mujeres investigadoras.
Pues resulta que la arqueóloga Marija Gimbutas estudió más de 3.000 yacimientos neolíticos, escribió más de 20 libros y sus teorías desafiaron la arqueología convencional, la teología y la antropología. Fundó una nueva disciplina: la arqueomitología, y llegó a la conclusión que los orígenes de Europa estaban en una cultura cooperativa y pacífica que tenía como figura central de su universo mítico, a la Diosa madre-naturaleza. Si les interesa saber más les recomiendo ese documental.
Ella no ha sido la única investigadora sobre el tema, y aunque la mayoría de las investigaciones conocidas se enfocan en la historia europea, nos aportan pistas y herramientas para hacer el ejercicio de pensarnos por fuera del patriarcado. Por ejemplo, en 1861 el suizo Joham Jacob Bachofen escribió su célebre obra El Matriarcado. Como era jurista se enfocó en las leyes anteriores al derecho romano basado en el “pater familias” y se encontró con culturas pacifistas y comunalistas (invadidas por el imperio griego) regidas por un “derecho materno”, donde las madres eran el eje vertebral de cada grupo.
La cosa va un poco más allá de lo jurídico. Según Bachofen, la armonía de aquellas sociedades procedían de los cuerpos maternos, es decir, las relaciones humanas se organizaban en función del bienestar a partir de la “sustancia emocional que fluía de los cuerpos físicos”, de donde salían las energías que sostenían los esfuerzos por cuidar de la vida.
(Foto de la autora)
Estos hallazgos me emocionaron y seguí investigando hasta encontrarme con la antropóloga Martha Moia, que en su libro “El no de las niñas” afirma que la estructura social matrifocal representa la organización social primigenia:
“El primer vínculo social estable de la especie humana no fue la pareja heterosexual (mujer y varón) creada por el cazador, como sostiene la mayoría de científicos sociales, sino el conjunto de lazos que unen a la mujer con la criatura que da a luz. El vínculo original diádico madre/criatura se expande al agregarse otras mujeres en estado de gestación-crianza, y las que habían pasado por esas etapas (abuelas), para ayudarse en la tarea común de dar y conservar la vida. La misma circunstancia las aúna, y el conocimiento compartido permite que cristalice la solidaridad entre ellas. Se origina así el grupo social primario, compuesto por mujeres de varias generaciones y sus proles. Los lazos que establece la cópula en la época arcaica son momentáneos e inestables, y no parecen haber sido el elemento fundacional del grupo.
[…] Con frecuencia se utiliza una metáfora para hablar de las relaciones que establecen los seres humanos y se dice que conforman la tela de la sociedad. En virtud del papel que ha desempeñado la mujer […] podríamos decir que es la urdimbre o recto del hilo; el conjunto de hilos paralelos que se colocan en el telar para empezar la tela. Es el primer paso del proceso, sin el que no podrían darse los demás. Por otra parte es la dirección del tejido que posee mayor resistencia […] El hombre al entrar en relaciones específicas con la mujer, conforma la trama. La tela entones, es una función de enlace correcto de urdimbre y trama, estructura que es producto de la inserción de una dirección en la otra.”
Esta autora acuñó el término ginecogrupo como primera forma de organización humana. Es decir, no es un resto de una forma de organización entre varias posibles, sino la original, la que permite la consolidación de la especie en el tiempo y a partir de la cual se derivarán todas las variables conocidas.
El otro concepto clave es el de grupo o estructura matrifocal que se empezó a emplear cuando se constató que el lugar de residencia de cada núcleo humano que se formaba, era el de la mujer-madre. Así, la relación de apareamiento no daba lugar a un cambio de residencia de la madre, puesto que la cópula no era el punto de partida de un grupo humano; copular y tener hijas/os no eran actividades que supusieran la exclusión de la mujer del clan al que pertenecía, si no todo lo contrario. En una sociedad de este tipo no existirían linajes individuales sino que éste se renueva con las criaturas de las mujeres del grupo. Por lo tanto la mujer seguía viviendo en el lugar donde había nacido con las demás mujeres y hombres con vínculos uterinos (hermanos uterinos o nacidos de la madre).
Una de mis autoras favoritas, Casilda Rodrigáñez, lo explica así:
[…] Imaginémonos los grupos humanos formados no al lado, no en contra, no a pesar de los inconvenientes de la crianza, sino en función de ella, para protegerla y cuidarla como el bien más preciado del grupo. Ni tuya ni mía, las criaturas serían de los grupos humanos, no por ley, no por decreto establecido, sino por la cualidad de la energía libidinal. Por eso, su bienestar sería de hecho el de todos/as. Y si un grupo humano se pone a funcionar teniendo como lo primordial el bienestar inmediato y el cuidado de la pequeña criatura, recuperaría el impulso vital de búsqueda del bienestar; haría volver la sabiduría perdida, el impulso general por el cuidado de los demás que ha sido sustituido hoy por el afán de dinero y de éxito”.
En aquellas culturas matrísticas donde la maternidad vertebraba la organización social, el útero era uno de los símbolos sagrados de mayor importancia, la matriz de donde nace la vida humana. Sin embargo, a lo largo de los últimos milenios, el útero -como todo lo que tenía que ver con la sexualidad femenina- ha sido sistemáticamente reprimido de nuestro universo simbólico. Esto ha producido en la mayor parte de mujeres occidentales un distanciamiento con su punto energético más importante, provocando a su vez un efecto cadena sobre la sexualidad en general y la maternidad en concreto.
Afortunadamente, hay importantes aportes, no sólo científicos, por preservar el conocimiento perdido sobre las sorprendentes y vitales funciones de este órgano generador de vida. Profundizaré más en ello en futuras publicaciones.
¡Gracias por su lectura!
Este es el post #3 de mi cuarentena de publicaciones en Steemit.
¡Qué buena idea de cuarentena!; así sale uno con el virus de la publicación. Vaya contagio.
Por otro lado, qué interesante idea ese asunto de la arqueomitología; con razón vivimos en una sociedad con ausencia de sabixs consejerxs, ¡si es que las hemos perdido gracias a los embates del patriarcado!, digo, al círculo de mujeres.
Estaré pendiente de vuestros siguientes textos, mi estimada @laguaramato
Muchas gracias @hipertextual, también me has inspirado con este desafío. Qué bueno que la autodisciplina sea contagiosa.
Este tema es apasionante, la #Herstory nos conecta con el saqueo y la depredación que la cultura imperante ha hecho de nuestra naturaleza instintiva, maestra, madre y mentora de nuestra vida interior y exterior. Pero al mismo tiempo nos conecta con la certeza de que esta memoria y este sentir no se han perdido para siempre, y que su vitalidad y dignidad resisten en cada una/o de nosotras/os.
Un abrazo y nos seguimos leyendo
¡Que así sea!