2 viejas cartas de amor a mi hermana, y 2 casos distintos. Relato real.

2 viejas cartas de amor a mi hermana, y 2 casos distintos.

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1.- Margarito enamorado de mi hermana.

En Las Mercedes del Llano vivíamos, allá por 1964, y mi hermana mayor, de nombre Migdalia era una de las pocas muchachas que había en ese pueblo, que estaba comenzando a crecer en población. Ella contaba con unos 15 años y era bien parecida y de aceptable figura. Le decían con cariño Bay y La catira.

Tenía varios fans, entre los que figuraba un muchacho moreno de aspecto y hablar campesino, y que a los 18 años tenía suficiente experiencia en el ordeño de vacas o en las labores de un conuco o cualquier faena llanera. Él era Margarito, y le gustaba mi hermana Migdalia aunque a ella le era indiferente.

Otra de mis hermanas, de nombre Giomar, descubrió la carta, y nos la leyó a los que estábamos presentes en casa una tarde. Y decía, más o menos, así:

"Tomo el lápiz en mis manos, color amarillo, marca Mongol, y con el borrador un poco comido de tanto borrar, porque quiero decirte que te quiero, y me da pena escribírtelo.

Bueno, el papel también está borroneado porque he intentado muchas veces".

Margarito se extendió en su descripción, más del lápiz y el papel, que en la declaración de amor.

Pero esos muchachos de antes, en verdad que eran penosos, y todo indicaba que Margarito se había arrepentido de haberle enviado esa carta a mi hermana. ¿La razón? Se fue del pueblo, con destino desconocido, y duró varios años , porque retornó fue cuando se enteró de que nos habíamos mudado a San Jan de los Morros.

2.- Uno de los gerentes del Circo Hermanos Bell.

Recién mudados a San Juan de los Morros, ya mi hermana Migdalia estaba más formada, y corría el año 1969, cuando llegó a nuestra ciudad un afamado circo de nombre Circo Hermanos Bell, que se instaló en el comienzo de la avenida Los Llanos, justo al terminar la avenida Bolívar. A unos 300 metros vivíamos nosotros.

El gerente Bell se fijó en mi hermana, y le envió una carta conmovedora, que en aquellos tiempos hizo llorar a quienes entendían las cuestiones de amor. Yo, de 15 años de edad, estaba más pendiente era de las caimaneras de béisbol.

Lo cierto es que fue una carta que me hizo recordar aquella de Margarito.

Y algo extraordinario es que la hija de mi hermana, que tiene 43 años tiene en sus recuerdos algunos poemas míos, y en una visita que le hice, me dijo:

—Mira, tiíto lindo, lo que tengo entre mis recuerdos.

Era un poema mío muy largo y que, sinceramente, no se parece a los que he escrito después. Es un poema como de 8 estrofas de 8 versos cada una, y su nombre es "El amor llora, gime y ríe". Lo leí solo por la simple simpatía de haberlo escrito, pero, con toda honestidad, no me pareció un poema, siquiera regular.

Y con la curiosidad que despierta el leer "reliquias de esa naturaleza", me puse a hurgar en ese cofrecito de recuerdos, ¡y está aún la carta del hombre de apellido Bell!

Es una carta en la que la ponía en una difícil decisión: o irse con él a vivir en México, o dejar esos amores hasta ahí.

¡Cuántas lágrimas derramó mi hermana querida! Y el llanto mayor fue cuando el día de la partida del circo hacia México, se dieron el abrazo de la despedida. Mi hermana lo pensó muy bien porque era una suerte sin muchas perspectivas.

Ya la carta cumplió 50 años en este 2019, y mi sobrina la conserva, sin que su mamá lo sepa pues sería capaz de romperla.

2 cartas, 2 historias. La de Margarito, de 1964, y la del gerente Bell, el del circo, de 1969.

Que Dios nos dé su bendición cada día de la vida.

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