Dragon Ball Super o aquel momento con mi hijo.
Tengo dos hijos. Cuando el menor nació, hace ya cuatro años, yo sufrí una serie de incidentes cardiacos que provocaron me tuviera que quedar en casa mientras mi mujer cargaba, ella sola, la responsabilidad de salir a ganar dinero. En los años iniciales de la vida de mi hijo me convertí básicamente en su mamá, al grado que él no dormía si no era encima de mí.
Hace dos años Xavier, como se llama, agarró una racha en la que se dormía muy tarde y la única manera que encontré de tranquilizarlo y que dejara dormir a su madre era sentarlo en mis piernas y juntos ver anime en la PC (no sé todavía por qué anime y no Pocoyó o Masha y el Oso, por ejemplo).
Esa racha no duró más de tres semanas. Finalmente, él pasó, mayormente, a otras cosas. Con una notoria excepción: me hacía ver con él Dragon Ball Super.
La serie en general es decepcionante. Los primeros dos arcos eran las últimas películas por lo que si las habías visto podías ahorrarte algo así como 50 capítulos y lo que siguió era un claro refrito de Dragon Ball Z, sin inspiración y una animación muy mala. Sin embargo, se convirtió en tradición que todos los sábados, a las 9 de la noche, él venía con su snack, que en él normalmente significa brócoli, zanahoria o tomate, o quizás una manzana o un montón de arándanos, y yo me dirigía a Animeflv para poner las aventuras de Gokú y por veinte minutos disfrutar juntos del programa.
Un día dejó de venir. Xavier había dejado de ser ese pequeño huracán que no llegaba ni a la perilla de la puerta a alcanzar el switch de la luz, más o menos por la época en que dejó de necesitar acostarse en mi pecho para quedarse dormido. Yo seguí usando la piratería con la esperanza de que viniera a ver la serie, pero la realidad es que, exceptuando un par de ocasiones que se sentó conmigo un par de minutos de curiosidad, la realidad es que ya no le interesaba.
En el fondo soy un sentimental. El que era mi bebecito tiene ya cuatro años. Ya está empezando a dejar atrás todas las características de un niño pequeño conforme se acerca a la etapa escolar, y me encanta que desarrolle ese carácter tan fuerte, que tenga una personalidad tan bien definida, que sea confiado y se dé a respetar, que sea amable y educado, en fin, que sea un hombrecito. La última vez que durmió en mi pecho sabía que nunca volvería a pasar, fue más una certeza que un sentimiento, y sé que probablemente nunca vuelva a tener un hijo propio que sea mi bebé, por lo que no volveré a sentir lo que sentía en aquellos entonces.
Por eso mismo, pese a que Dragon Ball Super es francamente muy mala serie (ni de cerca tan mala como Dragon Ball GT, eso sí), seguí viéndola. Hasta se la arreglaron para tener algún capítulo decente, de hecho.
Dragon Ball Z fue una parte muy importante en un momento crucial de mi vida. Venía de lo que fue la experiencia más fuerte y traumática de mi vida y que duró todo un año, y estaba en lo más tambaleante de mi desarrollo, sin saber ni siquiera cómo definir mi vida. DBZ se convirtió para mí en una muleta en la que pude apoyarme en un momento en el que tenía tantas marañas mentales que estaba inmóvil, sin atinar a hacer nada por mí mismo. Me llevó por todo el proceso de superar el trance, estuvo conmigo en mi sanación y me acompañó en la convalescencia durante el que fue el mejor verano de mi vida en aquel '98 en La Paz (Baja California Sur). Para mí, Dragon Ball es muy importante desde lo personal. Por eso mismo, cuando se anunció Dragon Ball Super, para mí fue muy excitante después de la decepción que me causó Dragon Ball GT, a la que detesto, y más cuando se anunció que GT era considerado a partir de ahora como no canónico.
Hace ya un mes la serie llegó a su fin. Su último arco había sido emocionante pero ya empezaba a desesperar, y es que si ya de por sí toda la franquicia Dragon Ball se basa en los Deux ex Machina de Gokú, ahora llevaban los mismos al extremo, así que queda un poco de alivio el que se acabe. Pero sigue siendo casi el final de la continuación de algo muy importante en mi vida, pero más importante aún, era algo que compartía con mi hijo en esa edad en que aún lo estás moldeando y en el que uno lo debe de disfrutar todo lo que pueda porque crecen muy rápido.
Sé que viene incluso otra serie más de Dragon Ball, además de una nueva película canónica para fin de año. No es, en sí, el final de la saga, por lo que no me importa tanto el final por ser Dragon Ball. Es el final de algo que compartía con Xavier y que tenía una liga a un momento clave de mi vida; aunque vengan continuaciones, ya no será lo que veía con él. No será el fin de la serie, pero es el fin de aquel momento en que mi niño aún era mi bebé.