Control Remoto

Abrí lo ojos, te busqué pero me di por vencido al ver que lo único a mi alrededor, eran un montón de cosas inútiles.

Me moví un poco, sentí algo en mi espalda, un minúsculo grano de esperanza volvió a mi y, cuando me volteé para saber si eras tú, un broche de Santa Claus me hizo sentir «De nuevo» infeliz, desdichado.

¿Dónde estás?, me pregunto a cada momento.

Poco a poco, desesperado sin tener nada que ver, me vuelvo uno con la habitación, volviéndome tan inservible como los demás objetos.

No las escucho pero en mi cabeza, el eco de las carcajas producido por los emojis sonrientes me inducen en un apocalipsis ficticio, se burlan, gozan con mi calamidad.

De mi boca salen gritos de ayuda, creí estar en mute porque nadie llegaba hasta que después de algunos minutos, llegó alguien y me ayudó en la búsqueda. Me interrogó como si de un delincuente se tratase, intentando resolver el gran misterio.

Finalmente, luego de muchas conjeturas, dimos contigo. La tranquilidad volvió a mi. Júbilo, alegria y felicidad se volvieron mis apellidos.

Duró poco, solamente un instante. Todo cambió, volvió a ser tan ó, incluso, más horrible que antes cuando me percaté de que se habían acabado las baterías. La catástrofe comenzaba una vez más.